domingo, 31 de mayo de 2020

KE KAGADA


   Me propongo salir de casa en estado de gracia, no indignarme cuando en el Banco sufro una cola de una cuadra, para cobrar la miseria. Soporto estoicamente conversaciones vacuas. Dura poco, hago kilombo por cosas que no ameritan tanta pasión. A mi edad el mundo me interesa y lo disfruto todavía. Tropecé con un escalón inapropiado para cualquier transeúnte, caí frente al negocio donde acostumbro hacer alguna compra. Los anteojos rodaron a la calle y una moto les pasó por encima. Me costó incorporarme, la rodilla sangraba y sufrí la humillación de mi pollera, que dejó mi trasero al aire. De los veinte pares de ojos mirando el episodio, nadie me ayudó. Entré al negocio diciendo —La puta madre, cómo me duele! Te saco un rollo de papel porque esto no se detiene así nomás.
   Me lo alcanzó con desgano mientras atendía  a una señoritinga con tetas a la bandeja. Yo seguía puteando contra todo. Cuando logré cierto equilibrio, la señoritinga me miró, una símil a la primera, también. Habló la primera —¿Le pasó algo señora?...Digo, porque sus palabras no son apropiadas para que escuchen mis dos criaturas.   Miré los engendros blanco departamento con uniforme del colegio privado “San Gimnasio” —¿Me vas a decir que en tu casa nunca puteaste a tu marido?¿Cómo podés ser tan hipócrita, irrespetuosa y chusma? Se nota que sos de Tandilandia, todos uds son de molde. Bah, ni sé porqué me gasto si tenés cara de no entender nada.
   En la caja me arrepentí —No quise ofenderte, me salió…una pena, mil disculpas. –Y apoyé mi mano en su camisa blanca refulgente, dejé la huella de mi mano ensangrentada-. Dijo —La puta madre, mi camisa nueva y esta sangre no sale con nada ¡Carajo!
   Me retiré con mis dos compritas pensando que el mundo era un kilombo irreparable.
   En la esquina estaba la moto que reventó mis anteojos, los tenía incrustados en la rueda delantera. Las llaves estaban puestas, la puse en marcha y subí. A cinco cuadras se encontraba la calle con más declive pronunciado de Tandilandia, allí la dejé, se perdió en el horizonte del atardecer, sin conductor.

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