Le gustaba
flotar en el agua. Se realizó una operación de gomas. Quedaron tan perfectas
que el Cirujano, cuando le hacía la revisación, las seguía acariciando. —Son
tan suaves, tan redondas.
Ella le preguntó
si podría llegar a Uruguay, haciendo la plancha. Sus amigas le dijeron que con
tetas grandes, el cuerpo no tenía peso y no se podía ahogar. Preparó su viaje,
compró un traje de neo prene, por la posible hipotermia. Cuando lo probó no le
entraban las tetas. En la ortopedia le hicieron dos agujeros, para que éstas
asomaran. Sus amigas dieron la información, el día y la hora de semejante
desafío. Fueron todos los Medios.
Apareció con una
capa de nenúfares que iban cayendo, cuando empezó la plancha, las flores
señalaban la dirección del regreso. En mitad del río, aproximadamente el más
ancho del mundo, inclinó la cabeza hacia adelante y las vio tan grandes y
nobles, que llegó a la costa con el bamboleo de sus enormes pechos.
Regresó gracias
a los nenúfares que le recordaban por dónde. Subió al tinglado y el resto de
sus piernas estaban tan juntas que le nacieron escamas. Fue galardonada,
premiada, aplaudida. Dejó pasar un tiempo y fue a ver a su Cirujano.
—Tengo una
teta pinchada. ¿Qué le pasó?
—Para abaratar
los costos, le hice el relleno con un globo de cumpleaños.
—Bueno, no
importa, ahora usted me arregla estas mamas, después haga una boca grande y
mullida. También pido que me separe las piernas y quite algunas escamas. No las
quite todas. Me gusta la idea que alguien crea que soy unida y no me dé bola,
pero si mira y descubre que soy como todas, tal vez se enrosque en mi cuerpo como
una serpentina.
—Mi querida
sirenita, ¿podrá pasar por mi Consultorio? La voy a probar hasta el fondo, si
no es molestia.
—Mientras no se
pase de listo, yo también quiero hacer algunas pruebas con usted, Doctor.

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