Un Profesor
sabio, me dijo fuera de Clase: —“Si uno no cambia, no conoce”. Lo dijo mi Padre
que tomó la decisión de no cambiar de lugar. Tenía las piernas paralizadas y
estaba enojado por haber participado en una guerra inútil y sangrienta, como son
todas las guerras. Le hizo quitar las ruedas a una silla que le donaron. En un
encuentro familiar, declaró que pensaba seguir clavado en ese lugar. Hizo
cerrar todas las persianas y correr las pesadas cortinas. Pidió que no fuera
nadie a visitarlo, prefería su vida hermética. Yo vivía arriba estudiando.
Pasaron dos años y de mi Padre, lo que delataba que todavía estaba vivo, era el
ruido de la silla que arrastraba no sé cómo. Toqué en la puerta reseca. “Quiero
que me saquen a pasear”. Entré, lo busqué y no estaba, escuchaba su voz fuera
de casa: “Mirá qué hago”. Sin ruedas, como él pidió, vi que la silla andaba en
cuatro patas, tenía cierta velocidad, Papá llevaba las manos apretando su
asiento, doblaba y seguía usando sólo una pata. Ése era el combustible, sus
propias manos. Lo aplaudí, lo silbé y redoblé un sapukay. Le fui a dar un
abrazo, se puso de pie. “¿Padre, podés caminar?”. “Sí, también saltar y brincar,
vení que te muestro una bendición”. Era un gimnasio construido a partir de
todos los muebles de casa, su trabajo era notable, un kit de preparación.
Llevaba puesto su traje de combate. Se había inscripto para aumentar el número
de soldados, en la próxima guerra. “Bueno, andá nomás y gracias, no se lo digas
a nadie, pero vuelvo a clavarme, para pensar estrategias y reventar al enemigo”.
Abrí la puerta reseca, cerró con tanta fuerza que cayó en la galería, me costó,
pero pude poner la puerta, la dejé apoyada. Seguro que mi Viejo se ingeniaría,
para arreglarla mejor. Apareció tres meses después: “Qué bien me hicieron estos
viajes, recorrí todos los países, conocí personajes que hablaban idiomas que no
había escuchado nunca y me falta conocer un montón, vuelvo a mi ermita y
descansaré, hasta mi próximo viaje”.
—Qué Padre genial
tuvo, Profesor.
Hizo una leve inclinación de cabeza pensante.
—No era genial, estaba loco.
—No era genial, estaba loco.

No hay comentarios:
Publicar un comentario