domingo, 17 de mayo de 2020

REVERSIBLE


   Un Profesor sabio, me dijo fuera de Clase: —“Si uno no cambia, no conoce”. Lo dijo mi Padre que tomó la decisión de no cambiar de lugar. Tenía las piernas paralizadas y estaba enojado por haber participado en una guerra inútil y sangrienta, como son todas las guerras. Le hizo quitar las ruedas a una silla que le donaron. En un encuentro familiar, declaró que pensaba seguir clavado en ese lugar. Hizo cerrar todas las persianas y correr las pesadas cortinas. Pidió que no fuera nadie a visitarlo, prefería su vida hermética. Yo vivía arriba estudiando. Pasaron dos años y de mi Padre, lo que delataba que todavía estaba vivo, era el ruido de la silla que arrastraba no sé cómo. Toqué en la puerta reseca. “Quiero que me saquen a pasear”. Entré, lo busqué y no estaba, escuchaba su voz fuera de casa: “Mirá qué hago”. Sin ruedas, como él pidió, vi que la silla andaba en cuatro patas, tenía cierta velocidad, Papá llevaba las manos apretando su asiento, doblaba y seguía usando sólo una pata. Ése era el combustible, sus propias manos. Lo aplaudí, lo silbé y redoblé un sapukay. Le fui a dar un abrazo, se puso de pie. “¿Padre, podés caminar?”. “Sí, también saltar y brincar, vení que te muestro una bendición”. Era un gimnasio construido a partir de todos los muebles de casa, su trabajo era notable, un kit de preparación. Llevaba puesto su traje de combate. Se había inscripto para aumentar el número de soldados, en la próxima guerra. “Bueno, andá nomás y gracias, no se lo digas a nadie, pero vuelvo a clavarme, para pensar estrategias y reventar al enemigo”. Abrí la puerta reseca, cerró con tanta fuerza que cayó en la galería, me costó, pero pude poner la puerta, la dejé apoyada. Seguro que mi Viejo se ingeniaría, para arreglarla mejor. Apareció tres meses después: “Qué bien me hicieron estos viajes, recorrí todos los países, conocí personajes que hablaban idiomas que no había escuchado nunca y me falta conocer un montón, vuelvo a mi ermita y descansaré, hasta mi próximo viaje”.
   —Qué Padre genial tuvo, Profesor.
   Hizo una leve inclinación de cabeza pensante. 
   —No era genial, estaba loco.

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