lunes, 11 de mayo de 2020

DELIRIO


   Escuché cuando se levantó para hacer el primer pis de la mañana. Parado con la puerta abierta. Fue a la cocina. Yo también fui al baño para hacer lo mismo. Pero sentada. Fui a la cocina, estaba listo mi té verde. Lo llamé.
   El tipo en el deck fumando un cigarrillo. Me presintió, entró a la cocina. —Después de bañarnos, podemos ir a tomar un café y después quiero comprar algo que me guste.
   Salimos bañaditos y ya estaba el auto en la vereda. Repleto el Café. Pedimos uno negro y un cortado. —¿Algo más, chicos?
   Le dijimos: —Dos tostados.
   Luego pedimos de nuevo lo mismo, café y dos tostados. Pagamos, salimos, yo miraba vidrieras, encontré un vestido negro largo y lo compré. Seguimos caminando y me gustó un sobretodo, me lo llevé. No habremos hecho cuatro pasos y me acordé que necesitaba esas zapatillas, me las regaló. Pasamos por una Blanquería: 
—Necesitamos sábanas y tohallas.
   Entramos como saetas y seguimos comprando más. Las bolsas apenas nos dejaron entrar al auto. Hice un desparramo sobre la alfombra, para probarme de a uno todo lo adquirido. Le dije que viniera para saber cómo me quedaba. —Después te miro, ahora me metí en la pileta climatizada.
   —Ay!, qué placer, estamos como queremos. Te invito a comer afuera, vamos todos los días. ¿Vos elegís restaurante?
   Al año subió el estrábico como Presidente y la estúpida de la mujer. Robaron tanto que nuestra clase media se convirtió en clase baja. Primero vendimos el auto, después la casa y el campo. Nos pagaron una miseria, pero alquilamos un monoambiente. Se hicieron manifestaciones que no sirvieron de nada. La Estúpida enviudó y parecía pegada con poxipol en el sillón presidencial. Nadie vio el cadáver del bizco. La gente decía, que con una buena cirugía vivía en Marbella, se fue con lo que afanó.
   Mientras la Estúpida nos seguía robando. A muchos dejó en la calle y a otros en el cordón de la vereda. Nosotros nos quedamos a vivir en la escalera del edificio pedorro. No la puteamos más. Nos entró la saudade, del campo, la casa, el auto, las compras y la pileta climatizada. ¡Puta! (Y ni siquiera.)

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