miércoles, 20 de mayo de 2020

PUERTA ANGOSTA


   —Yo soy Irma la dulce.
   Y Cacho, el Jefe, le contestó: —Yo soy Cacho el salvaje.
   Irma era nueva y no era dulce, era amargada la pobre.
   —Agustín, a ver si conseguís un lugar para esta chica.
   La conduje a una silla que estaba frente a mi escritorio. El pelo negro le tapaba la cara, por debajo de su flequillo había unos ojos de brasa, de un verde intranquilo. La boca le temblaba de miedo, tal vez porque se sentía mirada por todos. Estaban asombrados que hubieran tomado otra empleada. Empleados era lo que sobraba.
   Le dije en secreto, que tenía el primer botón desprendido.
   —Es que si me lo prendo me ahogo. ¿Vos decís que se me ve mucho?
   Allí comprendí que le hablé mirando las tetas.
   —No, así está bien, tengo algo divertido para mirar, vamos a trabajar, ¿sí? Tenemos que llevar esta pila, es pesada para vos sola.
   La puerta que debíamos usar era angosta, pasé yo, la pila, pasó ella y listo. Faltaba el regreso, encaramos juntos y nos atascamos de frente en el vano de la puerta. Logramos despegarnos del lado interior del archivo. Di una vuelta a la traba y volvimos a nuestro encastre.
   A Irma pareció gustarle, porque me dejó sin aliento. Me dieron ganas de vomitar cuando metió su lengua hasta tocar mi campanilla. La gambeteé con mi lengua y ella reculó, “relenguó” es la palabra indicada. Se dio vuelta con oficio, se escuchó el sonido de un cierre y luego su mano, condujo el resto en lo mejor del final.
   Un puntapié abrió la puerta, era Cacho el salvaje, que no tardó nada en ver cual era la situación. El calzón de Irma colgaba de un gancho y mis pantalones, hacían un acordeón en mis tobillos. Cacho la agarró del pelo.
   —Este trabajo te lo conseguí yo, ¿no le contaste a tu violador, que soy tu amante? ¿o vos lo violaste?, sos capaz! Como hiciste conmigo.
   Irma abrió su cartera y sacó un revólver, le apuntó a Cacho.
   —Soy policía y estoy aquí porque soy Oficial de la Primera. Mi función es investigar los posibles culpables de un crimen pasional. Sucedió en este lugar. Te canto la justa: sos el primer sospechoso. Por eso te di bola, ¿o vos te creías que era por tu linda cara? A mí me mandaron y a las pruebas me remito, es un asco hacer el amor con alguien que no tiene lo que Agustín, a quien tuve el gusto de conocer, recién me hizo sentir el universo. Ahora date vuelta.
   Cacho obedeció, ella guardó el arma y lo esposó.
   —Tapate con tu campera, cubrite las manos, para que no vean tus compañeritos. Caminá adelante, yo voy por atrás, te acompaño hasta la calle, hay un Movil Policial, subí sin abrir la boca, vaya, vaya, vaya.
   Yo los seguí como un imbécil. Irma me tomó de la corbata y me subió a su auto, bajándome la cabeza como a los delincuentes.
   —Perdoná, Agustín, es un reflejo que me dio esta profesión.
   Yo me dejé.
   —Decime Irma, ¿a dónde vamos?
   Me miró la bragueta mientras daba vuelta el volante. Colocó en un costado del techo una sirena roja.
   —¿Por qué tan rápido?, te digo que es bárbaro, se abren todos.
   Tenía una mano en el volante y la otra en mi bragueta.
   —Tranquilo, que llegamos a mi bulín.
   —¿Y qué me harás, Irma?
   —No te hagas el boludo, vamos a terminar lo que empezamos en ese lugar mugriento.
   En el trabajo secreteaban: —Faltan Cacho, Agustín y la nueva.
   Y otro contestó: —No olviden que hubo un crimen en este lugar. A lo mejor los llevaron a declarar, los tres tienen antecedentes.
   Algunos fueron a mirar el sucucho de los expedientes, lo único que se movió a uno y otro lado era un calzón de mujer.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario