Me lavé la
cabeza, hoy es sábado, me toca. En el balcón, mientras se secaba, me sorprendió
verlo con una copa. Vivimos desde hace un tiempo una relación rozada.
Es el Marido de
mi hermana Irene, discuten por el poder, Irene se apodera de todo y cuando gana
lo mira con cara triunfal. Las peleas las llevan al balcón y se reprochan toda
la vida, a los gritos y “Te mataría”. Creen que desde el balcón nadie escucha y
se equivocan como echados de panza. Se escucha en todos los edificios. Gente que
sale a mirar “obra de teatro en vivo”.
Cuando terminé
de cepillar mi pelo, bajé a verlo. Lo encontré solo. Saludó con dedos vencidos,
seguro que Irene le destruyó la autoestima. Me acerqué a la ventana y resbalé,
se me vio la bombacha, Roberto me ayudó a ponerme de pie. Casi sin rozarme,
pero donde apoyaba la mano, quedaba hirviendo.
—Son cosas que
pasan en esta casa, donde no existe ningún piso que Irene no lustre, como para
resbalar.
Lo dijo
disculpando mi golpe, que no me avergonzara. Rocé los pelitos del sweter, daba
electricidad. Él me puso el pañuelo, yo rozaba sus nudillos. Cuando logré
levantarme, mi pelo se había enroscado en su cabeza. Con todo dolor nos
separamos. Que tiren del pelo de una, duele.
Apoyados en la
baranda, codo a codo, menos medio milímetro, pero me distraje y fui acercando
mi brazo, pegándose al de él. Tenía la respiración controlada, lo que no podía
controlar eran los latidos de su corazón. Entró mi hermana: —¿Qué pasó?
—No pasó nada,
¿qué va a pasar?
—Tenés el
vestido trepado hasta la cintura y están los dos despeinados, parece que
hubieran curtido. Espero haberme equivocado.
Con una sonrisa
hipócrita: —Te llaman de tu casa.-Dijo Irene-. Después nos vemos.
Hice cuatro
escalones. Estaban en el balcón y ella le gritaba que yo afanaba Maridos.
—Si yo me
acuerdo, de chica era bastante putita, pero si no me casé con ella, ahora me
arrepiento, no lo agrandes, a todos les pasan esas cosas. A mí me da más placer
mirarla de lejos, a hacer el amor en el balcón. Mirá tu hermana, se calentó conmigo
y ahora coje con su Marido. Mirá cómo disfruta, seguro que piensa en mí,
mientras está en otra cosa.
—¿Y esto sucedió
ahora?
—Fue desde el
principio, los amores que no se concretan, duran toda la vida.

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