domingo, 31 de marzo de 2019

MOLESTIA



   La Facultad de Bellas Artes, tenía un teatro en semicírculo, donde los Profesores de Historia del Arte, en una pantalla, explicaban las etapas que iban desde la Prehistoria, pasando por Egipto, Grecia, Persia y a este tiempo no llegaban, no sé si por falta de tiempo o de conocimiento. Delante de mí se sentaba el compañero Espósito, le había prestado el Hauser III, Historia Social de la Literatura y el Arte, frente a reclamos de devolución, el gordito se hacía el sota, mintiendo que lo había entregado a una compañera tímida e inteligente. Nunca me atreví a contarle a ella la desaparición del Hauser, que la hacía quedar como mentirosa. Era tan insegura, capaz de dudar de sí misma.
   En una Clase pura diapositiva, observé al gordo Espósito. Se olvidaba de cortarse las uñas y tenía olor a transpireta concentrada. Entre luces y sombras, el índice retorcía un agujero de su nariz, hasta parir un moco, al que le colaboraba el pulgar. Entre ambos quitaban el excedente húmedo y amasaban un volumen de lenteja, que rotaba, rotaba, como dicen del mundo, sobre su eje y alrededores. Allí estaba yo, con mi concentración más en el moco, que en los atenienses que la iban de superdotados. El gordo ladrón, potencial corrupto, pegaba su moco listo en el apoyabrazos que lindaba con mis piernas. Cuando prendían las luces, vi que sus mocos eran muchos. Iban en mi dirección, como hormigas congeladas. Ése era mi lugar y no estaba dispuesta a soportar tanta inmundicia, la Clase siguiente. Llevé bencina, la expandí a su alrededor, sonriendo a diestra y siniestra, cuando apagaron las luces, prendí el pucho, que envolvió en fuego al gordo inescrupuloso.

sábado, 30 de marzo de 2019

NO ME DI CUENTA



   Las miradas de nadie llegaban a ese lugar. Una biblioteca con cientos de libros, de piso a techo, un escritorio oscuro, con un sillón maravilloso, con el olor que juntan tres generaciones, algunas se encargaron de retapizarlo y el último decidió extenderle una piel de oveja grande y calentita. Mis sobrinos nietos, me sacaron del geriátrico, podía valerme por mí misma, era un gasto innecesario. Vivía en una habitación pequeña, que antes se le decía la pieza del opa. Se tenían muchos hijos, siempre alguno salía opa y las familias ocultaban lo que llamaban escarnio, o vergüenza, en los fondos de las casas.
   Mi pieza de ahora, fue de alguien de mi familia, pero nadie sabía de quién. Me volví vieja sin darme cuenta, le atribuí a mis dolencias y desgastes, a que dormía poco, no tenía marido ni hijos. La manía de recluirme, fue de siempre. Al escritorio no iba nadie y el sillón guardaba la forma de mi cuerpo marioneta, faltaban leer los dos últimos estantes. Los libros más apasionantes, provinieron de esos estantes.
   Dejé de comer, para poder terminar antes, no sé por qué, pero antes. Comencé a notar algo redondo y pequeño arriba del último estante, de la sorpresa pasé al miedo, que era más grande que aquella cosa redondita.
   Daba vuelta las páginas, y siempre estaba, lo peor era que me miraba. Una noche terminé un libro y entró el sol. Fui a buscar la última novela y un brillo mínimo me invalidó el ojo derecho, la escalera no alcanzaba y estiré mis brazos, tomé el libro como un tesoro desarmado y cuando la escalera con ruedas, recibió el segundo paso, resbalé y caí al piso, boca arriba. Las hojas volaban sobre mí y cubrían el piso.
   El brillo pasó, tuve la seguridad de que el ojo ya no estaba, palpé el piso y había algo duro, como una bolita de naftalina. Lo levanté, lo vi de cerca, era el ojo de un osito que fue de mi hermana más grande y en nuestras peleas cotidianas, le arranqué el ojo al oso. Ella no estaba, lo escondí donde no pudiera encontrarlo.
   Estoy vieja final, ahora soy consciente. Aquel episodio que se nubla, yo con ocho años, subiendo los escalones y colocando el ojito en medio del estante de libros, el que rozaba el techo, el que ahora me mira y parece contento, que no me pueda incorporar, todos mis huesos quebrados y siento que lo único vivo es ese ojo, que me deja ciega.

viernes, 29 de marzo de 2019

TOLDO



   Mi Abuela vivía en una casa vieja, con recortes extraños, si no hubiera sido por eso, no entraba luz. Así tuve el gusto de conocer a Lela, mi primo Guillermo, mis Tías Mimí y Alex y una procesión de parientes cercanos, que me levantaban la autoestima que Mami destruía sistemáticamente. Elogiaban mis pestañas, los rulos del pelo que yo detestaba, qué linda figura para hacerme vestiditos.
   Después de una siesta breve, se reunían en una galería cubierta, con un sector rectangular abierto, al que habían colocado alambres y una tela naranja con rayas grises y negras, se llamaba toldo. Y se corría de día, para que pasara el sol o mirar la lluvia. Tenía cuatro años y me sentaba en la falda de mi Abuela, mejor que un sillón, cómoda y mullida, tenía la ventaja que era vaivén y me proporcionaba sentido de protección. Miraba el toldo arrinconado, era un velero descansando, formaba tablas cerradas. Yo dormitaba y lo que hablaban era un arrullo. A las tres de la tarde corrían el toldo.
   —¡Me van a matar! Se me viene encima y me va a comer como el lobo a los chanchitos…¡Ay, quiero que me salven, me duelen los oídos…!
   Bajaba de la falda de Lela y corría a mi escondite, me envolvía en una manta y lloraba como una perra. Ni mi Tía Mimí, ni mi Papá, me podían encontrar. Me preguntaban si Guille me pellizcó, si el gato me arañó…
    Yo no quería decir nada, si el toldo se enteraba que lo había denunciado, la próxima vez, a lo mejor, me entregaba al viejo de la bolsa.

jueves, 28 de marzo de 2019

LOS BUENOS MODALES



   —¿Hola?, Buenos días, ¿Ud es la Señora de Pascual?
   —Qué suerte que la encuentro, necesito hablar con su marido urgente. Se me rompió la canilla de la batea y quiero que la arregle cuanto antes.
   —¿Cómo quién soy? Ah, él no le ha dicho, yo soy Camila, la amante, pero no entiendo, Pascual me aseguró que entre Uds no había secretos y que estaba contenta conmigo, porque le permitía levantarse a desayunar, sin hacer el amor antes. Si Ud presentaba jaquecas, ante sus pedidos maritales, él le preparaba un tecito con aspirina…¿cómo que no es cierto? Duda de Pascual, que nunca miente, incluso me trajo un conjunto de ropa interior, con corpiño con puntillas rojas y push up, aunque yo no necesito. Y un calzón etéreo, al tono, con hilo atrás, de strass. Dijo que fue de parte suya el regalo, por mi cumpleaños. Yo le quise hablar para agradecerle, dijo que no porque Ud no tenía tiempo para recibir ningún llamado. Incluso me contó de su sordera…
   —¿Por qué se va a desmayar?...ya sé, de alegría, está emocionada porque se lo atiendo de diez. Él viene todos los días y me agarra una vez y otra vez y otra vez, a veces me asusta y entonces me pega.
   —¿Cómo, qué le digo? Que me encanta! Le pido más porque me recuerda la infancia. Y él se pone al rojo vivo y me exige el de la despedida completo. Cansa un poco, no se lo voy a negar, pero frente a semejante dotación, soy re-feliz.
   —Hola, hola, ¿qué me dice? Ay, qué vocabulario, Sra. ¿Cómo me va a decir hija de puta!?, Bueno, si le gusta insultar, a mí Pascual también me parece degenerado, pero los degenerados me encantan. Además los masajes, me roba las manos el pillo, no me diga que no le hago un fav…¿holá?, ¡holá!
   Me cortó, pobre Pascual, con esa mujer que encima se hace la estrecha.

miércoles, 27 de marzo de 2019

AUSENCIA DE MEMORIA



   Nos dan miedo todas las improntas que dejaron las guerras. Cubiertas de nubes y de olvido, para comenzar otra y otra y más.
   La locura de los humanos, deformando cualquier certeza del afecto, promoviendo el odio, para nada. Los niños que nos miran con desprecio por vernos tan cobardes, por la caca que nos ofrecen de regalo y nosotros sin entender, morimos por el asco. Recordar las cicatrices dejadas en mi estima, por las trompadas que Mamá pegaba en su panza, por mi llegada inoportuna. Volver a la misma casa de la infancia, entrar, la puerta está abierta, bajaron el sótano que ahora es de mosaicos rojos, lo que antes fue techo, ahora es entrepiso, no existe más el olor de los jazmines. El jardín está cubierto de baldosas.
   En el fondo la diviso a Severina, debe tener doscientos años, es un alambre, cuando me vio se ocultó entre dos tapices. Llegaron ruidos de la calle, eran los nuevos dueños, todos peruanos bien vestidos. Los atravesé como una sombra inexplicable, cuando había sol y el cielo era celeste.
   Hoy me dan miedo los setenta y los gritos de compañeros llevados de los pelos. El futuro que presiento, triste y apagado, con ausencia de ideas, tapado, resignado.

martes, 26 de marzo de 2019

CADA UNO COMO PUEDA



   —Dijo que era perverso lo que hacía. Verse las caras, él se reía y la escupía.
   Denis fue cruel a partir de un episodio oculto. 
Carlota se dejaba dominar, cuando hacían escenas donde vislumbrábamos que seguirían, nos retirábamos en silencio.
   Mamá dijo que era perverso, no sé qué tiene que contar sobre Denis, lo reparte y todos lo saben. Las parejas de mi hermano eran dóciles y las agresiones que recibían, a ellas les parecían caricias.
   —Te ruego que no hables de mi Madre ni de mi hermano. ¿Te acordás que me pedías que los dejara solos? Vos, Trini, sos de lo peor. ¿No te dabas cuenta que es enfermo?
   Se pone histérica, la histérica.
   —Yo entiendo lo que decís, pero no me agredas, lo de Carlota me dio vértigo. Sí, él se reía y la escupía, es desagradable estar presente. Yo a la casa de ellos no voy más.
   A Denis y Carlota les encantaría que no fuera más, monopoliza todas las conversaciones y relata los últimos días de su marido, una y otra vez.
   —¿Querés que te cuente el episodio oscuro de Denis? Mamá lo violó a los quince, se equivocó de habitación, dijo que estaba en pedo. Denis juró que la confundió con su novia, que se metía de noche por la ventana del dormitorio. Los internamos a los dos. Él estaba convencido de ser “Edipo”. Hubo que atarlo de pies a cabeza, amenazaba con arrancarse los ojos. Dos años de recuperación, él dice que ya está curado. Mamá salió antes, sin cura. Pasó al chaleco químico y vive hablando pestes de su hijo.
   Trini sintió mareos y se desmayó.
   —Qué mina boluda,  si es una historia como cualquier otra.

lunes, 25 de marzo de 2019

ALIAS



   Mis dos hijos van a venir, soy el padre, me ocupé de ellos. Les pasaba para que no les falte, la atorrante de mi mujer sabía, pero nunca dijo nada. El trabajo me lo consiguió un taura, que era su amante. Fui un gil con suerte. Hacía los traslados de los centros de La Plata.
   Me tuvieron confianza y me ascendieron, llegué a comandar grupos de tareas de primera línea. Decían que cualquier complicación había que consultar al Ruso. Ese era mi nombre en el trabajo, el Ruso. Nunca le hice asco a nada. Nadie dejó de cantar conmigo. Yo me la creí y aceptaba el miedo ajeno como condecoraciones. No sé cuántos fueron, pero me dejaban de cama. Prefería jóvenes, los viejos no resistían nada. Después de siete años me jubilé. Había buchones y tuve miedo.
   Vivía en La Pampa, andaba hecho un maricón, lloraba en los atardeceres. Allí también era el Ruso, pero distinto. Vinieron dos tipos atildados en un auto moderno, que manejaba un chofer con cara de guarda el hilo. Uno bajó y preguntó si yo era Pedro Rudenko. Me quedé frío, parecía que preguntaban por otro tipo y como un boludo dije que sí. Era un nombre viejo, me pareció ajeno. Bueno, fui con ellos, me hicieron un juicio con acusaciones que yo ni recordaba. Y a cada rato decían: —Pedro Rudenko, alias el Ruso.
   En un momento miré, a ver si estaban mis hijos. Pero no, ninguno de los dos.

domingo, 24 de marzo de 2019

SU DESEO Y MI AMBICIÓN



   —Yo no sé qué le pasa, los cuentos son infantiles o la crueldad usada en vano. Los personajes desmesurados. Ud se va a tener que publicar a Ud misma. El Médico dijo que me quedan tres meses de vida y una idea loca me giró en la cabeza. ¿Aceptaría quedarse con los libros y la Editorial? Para mí sería una tranquilidad y para Ud, un trabajo enorme, cuando le aparezca alguna persona que ignora, pero quiere publicar su propio libro. Ud, que es tan generosa, será capaz de escribirle al zanguango y que la autoría fuera de él. Qué equivocada estaría, sus ventas bajarían y sus cuentos, escritos a mil, nadie los acreditaría. El que venga debe hacer su entrega completa. Al escritor, se lo deja solo con su obra, no olvide que “buey solo bien se lame”.
   —Profesor, me larga todo junto y no considero poder, con tanta responsabilidad. El lugar no es mío, de verdad podría desprestigiar este rincón. Disculpe si le ofende lo de “rincón”, pero las personas  redujeron su lectura. Los nuevos libros parecen intactos en las bibliotecas, las hojas sobadas ya no existen…además el lugar no es mío…
   El Profesor, enroscó sus cuatro pelos como los niños.
   —La convoqué porque realicé los trámites legales, para que esta propiedad pase a sus manos, no tiene deudas, viene bien en estos tiempos. ¿Qué me responde?
   —Si es su deseo y mi ambición, componemos un tango y le digo que el sí, es infinito de mi parte. Profesor, en este tiempo, que tal vez un Médico equivocado predijo, quiero que hagamos un libro, es audaz lo que le pido, Ud tiene un estilo pródigo, yo soy una aprendiz torpe y si existe algún progreso en lo que escribo, a Ud se lo debo. Le mentí, tuve profesores que dieron lo mejor de sí. Cinco, que recuerde. Hubo uno que me sugirió que escribir, no era mi forma de expresión. Lo borré de mi memoria.
   El anciano tuvo un brillo joven en sus ojos y se mostró entusiasta ante la idea.
   —Permitime que te tutee, hay algo que desconocés, vos tenés talento y eso no se compra. Yo escribí toda mi vida y no tengo historia pública, pero sí interna, eso me completa.
   Los dos escribíamos manuscrito, el tema que elegimos producía una melodía al funcionar nuestras biromes.
   —Aquí nos detenemos, seguir no importa, que el imaginario del lector, trabaje.
   Cuidé de él los últimos días. Como los valientes, ocultaba su terrible sufrimiento. Yo por cuenta propia, le conseguía morfina a lo pavote.
   El libro fue premiado, ovacionado y las ventas resultaron infartantes. El Profesor murió desconociendo aquel triunfo, la realidad es que a él, no le importaba.  

sábado, 23 de marzo de 2019

QUÉ LINDO



   Arribó al pueblucho, la Reina Dánica Segunda y su hijo Donicoso. El Intredente la recibió, porque a la Reina, hay que acompañarla, así reza el nefasto Pratocolo. La Reina Dánica Segunda Parte, visitó la Iglesia Dánica, a pesar de ser atea y dijo: —¡Qué linda!
   El Salón Blanco, de la Municipalidad, que es un tubo largo, tanático y dijo: —¡Qué lindo!
   Saludó por un balcón inundado de flores, que nos deben haber costado una fortuna, en vez de saludar con el brazo a la altura del sobaco, se tenía el sombrero, con ala blanca y florcitas, porque se lo hicieron grande y viajaba de izquierda a derecha. Desde allí, hasta el resto de su atuendo, tenía color rosa chicle.
   Luego de la salutación, de algunas personas alquiladas, la llevaron en un auto largo inútil, hasta un campucho usado como motel, la metieron en un sillón, toda rodeada de vegetación florida y de vejetas pretenciosas. —Decime, Carol, la falda ¿le tapa la rodilla? ¿o le llega a los gemelos?
   La amiga, sin mirarla, la retó: —No se hacen preguntas íntimas de una Reina como Dánica Segunda.
   Otra inquirió: —¿Por qué no se saca los guantes?
   Una botoxienta, contestó: —Para no llevarse microbios y bacterias argentinas.
   Le convidaron cafecito, mientras un conjunto de niñas, con ropas típicas Danicosas, arremetieron con una danza del paisito de la Reina Dánica Segunda Parte, que hacía amagues de aplaudir, antes que las niñas finalizaran. Dijo: —¡Qué lindo!
   Luego, el almuerzo llegó a la Reina, le cambiaron el sillonete de respaldo alto, por uno más bajo. El ala del sombrero le impedía girar la cabeza y se le iba encima de la entrada: sopa de morcilla, con visón triturado. El plato principal: muñones de novillo, son salsa bellamiel y crotones de chiripá. A los postres, muñecos de masacul, con el formato de John Pulg. Luego de largar un eructo descomunal, la Reina Dánica Segunda y su hijo Donicoso, que comió con los peones, agradecieron con su clásico: —¡Qué lindo!
   El pueblucho, guarda tantos secretos, que nunca nadie supo, a qué carajo vino, la Reina Dánica Segunda Parte.

viernes, 22 de marzo de 2019

FUERA! AQUÍ NO ES!



   No había nada en la cima, hasta el nombre era inquietante: “Las Ánimas”. Mi hijo preguntaba: 
—Son fantasmas?, espíritus de muertos?, yo veo las nubes, a veces duermen en Las Ánimas. Por mi ventanita vi caminar un hombre, otra vez uno bajito y uno alto, llevaban linternas, hay antenas con una casilla blanca, abajo.
   El Padre lo escuchaba con atención, nuestro hijo es un chico muy inteligente, era normal, tal vez por ser único era el “muy”. Nosotros queríamos que alguien arrancara esas antenas. Molestaba la visión de la sierra, lisa, con verdes y piedras grises, al atardecer rosadas. Hicimos un ascenso que resultó complicado, desde abajo no parecía tan escarpado, nos asustó una pendiente vertical sorpresiva. Se iba haciendo el anochecer, tomamos unos mates y escuchamos alguien cantando. Era un viejo bajo y erguido, silbaba alto y llevaba una escopeta cruzada.
   Roco quería saludarlo.
   —Ni se te ocurra, hay un cartel que dice “Prohibido pasar”.
   Insistía: —Pero está oxidado.
   De pronto el viejo nos iluminó y escuchamos su voz perdida en el viento: —Esto es privado, fuera!
   No sabíamos que toda la sierra era privada. Cuando el viejo entró a la caseta blanca, subimos la segunda Ánima y encontramos un ojo de agua. El calor derretía, la luna reflejada, invitaba a un chapuzón. Fuimos prudentes. A Roco lo dejamos esperando en una piedra y nosotros nos tiramos, estaba tibia, era agua surgente, de pronto sentimos que unos yuyos acuáticos se enroscaron en nuestras piernas, como si tuvieran vida propia, nos metían hasta un lugar donde no hacíamos pie. Roco, hijo del cielo, nos alcanzó una caña gruesa y tironeó, con sus ocho añitos, hasta que los yuyos se dieron por vencidos. Algunos quedaron pulsera en muñecas y tobilleras. Los guardamos de recuerdo. Después de este episodio, fuimos varias veces, pero nunca encontramos el ojo de agua. Hace treinta años, las sierras de Tandil, guardaban secretos. Los tandilinos, son capaces de robar hasta los secretos de las sierras.

jueves, 21 de marzo de 2019

¿QUÉ TE HICIERON?



   Se los olvidaron en un médano, todos los médanos son iguales, los llamaron con gritos no muy convencidos. Se perdieron entre los médanos.
   —Sara, ¿te parece que los busquemos?
   —Yo creo que son un gasto inútil. Es mejor librarlos a su suerte.
   Volvieron de la mano, se metieron en la bañera, no había jabón, no les importó, la arena salió. Corrieron a las piezas de los chicos y metieron todo en bolsas de consorcio. Ocupaban lugar y querían hacer otro baño y ampliar el escritorio.
   Llamaron a la puerta un día de lluvia: —Hola!
   —Hola!
   —Hola!
   Los tres, una verdadera desgracia.
   —¡Se puede saber por qué vinieron tan tarde! ¡Tenían permiso hasta las tres!
   Pirucho, el Padre, fue más benigno: —Decime, Sara, ¿quiénes son estos tres chicos? Viste que soy poco fisonomista. ¿De dónde salieron? ¿Cómo van a tocar el timbre a las doce de la noche? No les demos nada, si no, no nos los sacaremos más de encima.
   —Es obvio que sus Padres no los soportan y los tiraron por ahí, hay muchos Padres que últimamente hacen lo mismo, Pirucho, acordate, hace poco vimos tres bolsas de consorcio. Se escuchó una vocecita que decía: “Por fin solos! Sin nadie que nos mandonee, ni nos rete. ¿Qué les parece?” Y de otra bolsa escuché una respuesta: “Esto es lo más. Sería interesante que nos fuéramos antes que vengan los recolectores.”
   Nos dio pena que existieran Padres tan desamorados!

miércoles, 20 de marzo de 2019

HISTORIA PEQUEÑA



   Fui contenta, en todas las etapas que fueron, cualquier menudencia, una fila de hormigas con cargas más pesadas que sus patitas, me daban risa. Aunque la muerte estuviera cerca, para no olvidar que existen.
   Me da risa mojar los escalones, hasta mi piso. No le conocí la cara al que limpiaba, pero contaba con mi aprecio, nunca puso un cartelito: “Limpie sus pies en el felpudo.” Una vez, lo vi, unos zapatos de pies embarrados llegaban hasta mi puerta. Por suerte no entraban ni salían, el final era ése. Durante más de un año. Nadie quiere ser mi amigo, consideraban estúpida mi alegría. Tomé la decisión, hice un desayuno para mí y las pisadas, que seguro venían con alguien dentro de las pisadas. Abrí la puerta cuando percibí su llegada.
   —¿Me podés dar unos diarios viejos, así dejo mis zapatos embarrados? No quiero pisar mugre en tu encerado.
   Yo, muerta de risa, puse los diarios como me pidió, quedó con unas medias blancas inmaculadas. Cuando se sentó, miró sus pies y le dio risa, igual a la mía, tenía las mismas notas. Le serví café, un huevo pasado por agua, pan casero que aprendí en internet y jugo de naranja sin colar. Él aplaudió el jugo: —¡Así lo hacía mi esposa!
   Le pregunté qué había sucedido con su mujer.
   —No me lo recuerdes, me hace mal y se borra la alegría, igual te cuento, decidió ir a un Convento de monjas de clausura. Nunca me dejaron verla.
   No tenían hijos, igual quise saber. —Tengo una hija que no conozco, tenía seis meses. La perdí en una feria. A las 48 horas de buscarla, di parte a la Policía. Como ellos no encontraron ni rastros, contraté un Detective, él buscaba por su lado y yo por el mío. Pasaron años, parecía demente, buscando casa por casa. Cada tanto hablaba con el detective, como dos vencidos. Hace un año me llamó, pidió que me sentara y dijo: “Tu hija vive en tal edificio, dela calle tanto.” Me dio pavura y risa mi cobardía. Iba todos los días, llegaba a la puerta y me volvía. Pasé 24 horas sentado en el umbral de al lado, tenía la boina patas para arriba, pasó una chica de unos veinte años y me dejó 200 pesos. ¡No lo pude creer! Me dio risa tanta generosidad en estos tiempos…ese día tomé coraje, llegué a la puerta y estaba abierta: “¿Vos te llamás Malvina?” Contestó “Sí”. “¿Tu apellido es Simson?” Cuando le conté toda la historia no podía aterrizar: “¿Vos sos mi Papá?”. Se reía y nos abrazábamos y no podíamos detener la risa. Salimos descalzos, nos paró la Ley: “Sres ¿por qué están descalzos?” y ella le contestó fuerte y orgullosa: “Porque yo soy Malvina y éste, es mi Papá…”

martes, 19 de marzo de 2019

PROSAPIA DEPILADA



   Salía poco desde que sintió que dentro de su piso, era mejor que afuera. Virolo era descendiente de altas alcurnias, Evita le expropió su su palacio construido por trabajadores franceses. Virolo lo usaba una vez por mes, sus amigos le dieron la razón, era un insulto la expropiación, después de todo, una vez por mes no es nada.
   —No te aflijas, Virolo, te quitaste un palacio de encima, de noche daba miedo y de día te arrastra fortunas en empresas de limpieza  cristaleras.
   Virolo se comía las uñas con los dientes, previo quitarse la mugre, con los gemelos. —Mi querida y aristocrálica Madre, era prima del Príncipe de Orleáns, le hacía regalos cada vez que mi Madre viajaba, con invitación especial, en tinta de oro. Tenía diamantes engarzados o sueltos, todas piezas diseñadas, que sólo el Príncipe conocía.
   Virolo no recorría ni una vuelta manzana, volvía blanco teta.
   —Tengo náuseas, la gente que circula es sucia, se visten plebeyos, hasta vi una linda, pero Sirvienta, la muy asquerosa se sacaba mocos secos, los hacía bolita entre el índice y el pulgar, se lo daba de comer a los pajaritos. Su pobreza me dio vértigo, no vomité por educación y mi prosapia lo impedía. Tomé un micro, viajé de pie y una negra peronista, apoyó su sobaco peludo y maloliente, en mis narices. Un adolescente negro, como los negros, se reventaba granitos y su contenido aterrizaba en mis pestañas, heredadas de mi Tía, Princesa de Cacabona. Recordé el protocolo, que los de buena estirpe descendemos, o comemos tarde o no comemos. Eran las tres de la mañana, toqué mi copa de cristal, con badajo de agua de mar. Apareció la Fámula, que sin decir palabra alguna, trajo una bandeja de pollo a la naranja, con puré de puré. Todo con sus tapas correspondientes, de plata francesa, para que la Fámula no le esparciera sus microgotas de flush, que los Sirvientes, tenían de nacimiento.
   A los postres: —No lo deseo, ¿sabe qué, sí quiero? ¿conoce Ud, el Derecho al Rodillazo?, Reemplaza los postres con creces. Lave sus partes, con esponjas de bronce, cuide que no sangren, porque me impresionan. La espero en el dormitorio principal, hágase presente, con sus rodillas separadas, odio trabajar en hacer el verso. Yo estaré en la cama, con mi camisón enrollado en la cintura. Ud, permanezca mansa, produciré un remanso que le hará creer que es algo del Príncipe de Orleáns. Shsh, no hay palabra que valga. Si una visita plebeya, repentina de aristócrata, hagámoslo delante de él. Disfrutará el infeliz. Al terminar, porque yo no moveré un ápice, lo empuja con delicadeza y le cierra la puerta en la nuca. Duerma siesta, preví para hoy, cocina algo breve, papas fritas con huevos fritos. Una grasada. Que luego se dé un baño intensivo, la traerá a dormir la siesta conmigo, virgen de mentira. Si escucha ruidos a su lado, no olvide que la soledad, me hizo experto en turbarme más.

lunes, 18 de marzo de 2019

DE MANOS Y VILLANOS



   —Decime, ¿vos me sacaste la remera blanca?
   Empieza con la blanca, sigue con la negra, la bufanda que me regaló, era de ella. Todo mal con mi vieja. —Escuchame, vieja, son cosas que no usás más, ser tan pijotera conmigo, me recuerda que mi viejo tiene para comprarme un guardarropas entero.
   Mira torcido, del viejo no se banca ni que se lo nombren.
   —Mirá, nena, viejos son los trapos.
   Es una pobre mina. —Qué original, Mami, es la primera vez que lo escucho.
   Tenía cuatro años y vi cómo Papá la arrastraba del pelo al último cuarto, no se molestaban en cerrar la puerta, las piñas eran más rápidas que las uñas de Mamá. Él estaba celoso de los ascensos laborales de ella. Apareció un tipo alto, de bigotes negros y voz gutural. Papá no estaba. —Conseguí dos deptos en Bs As, uno para nosotros y al lado otro para tus tres hijos. La semana que viene te dan traslado a tu nueva oficina, contigua a la mía.
   Nosotros estábamos contentos con Flavio, recorríamos lugares desconocidos, montábamos caballos mansos, caminábamos arroyos pisando cantos rodados. Mi Papá que era nómade, se fue a vivir a La Quiaca. Flavio quería a mis hermanos como hijos y a mí también, yo le notaba actitudes raras. Él bañaba a los chicos primero y después a mí sola. Con mis hermanos usaba esponja, a mí me bañaba a mano.
   —Dejame que te enjabone la cola. ¡Mirá cómo crecés, tenés tetitas incipientes!- Y me besaba cada una-.
   —Sos muy linda. ¿Te gustaría que me meta y nos bañamos juntos?
   Comprendí por qué a Mamá le gustaba tanto, daba besos y suaves caricias, era un Príncipe. Nunca conté lo que pasaba, ni a mi mejor amiga. Esos recuerdos quedaron en mi cabeza.
   Cuando ya estábamos en Buenos Aires, Flavio no me jodió más, parecía tener miedo que yo contara y nunca me miraba a los ojos. Nosotros nos quedamos solos en ese depto y Mamá y Flavio, al lado, ella quedó embarazada. Instalaron aire acondicionado y calefacción. Los días de altas temperaturas, nos dejaban entrar, para que jugáramos con el Bebé y ellos se iban al cine.
   Cuando volvían, Flavio le daba plata a mi hermano más grande, para que nos compráramos una pizza y volviéramos a nuestro depto. Durante una semana les tocamos timbre y no atendían, tampoco se escuchaban sonidos ni palabras. Igual nos criamos solos, Flavio se fue con otra mina y Mamá quedó internada en un neuropsiquiátrico, en pocos días volvería. Esto nos lo contó la Portera, dijo que si necesitábamos algo, la llamáramos, igual venía a vernos todos los días. Yo lavaba y tendía la ropa en la terraza.
   Un día lo ví, estaba flaco, con barba y fumando en pipa. Tenía un pie al borde del lugar y con el otro se balanceaba como danzando. Se me ocurrió sin pensar, lo empujé y pude ver su pipa por un lado, le faltaba un zapato y el pañuelo que llevaba al cuello, tardó más que Flavio en llegar a las baldosas.

domingo, 17 de marzo de 2019

UNA BONDAD EXQUISITA



   Complicaba sus certezas, quedaba suspendido en un pasado y le molestaba revisar lo que no pudo terminar. Ella no volvería, pero la extrañaba y no era consciente del por qué. Recurrió al Analista de siempre, aunque hacía siete años que suspendió sus sesiones.
   —¿Vos estás seguro de no saber las razones de la extrañadura?
   —Sí, por eso vengo, no tengo deseos de revolver lo anterior. Es como vaciar una bolsa de consorcio, para encontrar la tapa de una mermelada.
   —Gustavo, ¿no será que todavía la querés? ¿Y negás ese sentimiento, por saber que ella no volverá?
   —Yo estoy seguro que podría perdonar las tres horas que le lleva ducharse, depilarse las piernas, sacarse los bigotes, ponerse rimel, desodorante y repasar el baño. Olvidar el beso de la despedida. Salir de noche y volver a la madrugada, con el calzón en la cartera, los botones desabrochados, el cierre abierto y la pintura corrida. La perdono porque son formas de ser.
   —Gustavo, me parece que tu mujer es ninfómana y es una enfermedad.
   —Sin embargo tiene una salud privilegiada, sale todas las noches con ex compañeros de la Primaria, del Secundario y de la Facultad. A mí me comenta que no quiere quedar mal con ninguno y todos tienen problemas que ella trata de solucionar, claro, llega a casa, muerta. Hace dos días, me dijo que se iba y no volvería. ¿Qué te parece que haga?
   —Yo en tu lugar, Gustavo, averiguo dónde vive, voy y la mato. Nos vemos el miércoles venidero, a las cinco de la tarde. Si no solucionás tus problemas como te señalé, no vengas.

sábado, 16 de marzo de 2019

VERTIGINOSO



   Trajo sánguches de miga, rellenos con palmitos, de pan negro. Otros de jamón crudo y rúcula, de lechuga salame y queso. Acompañó con una botella de vino, eligió borgoña, latitud 46. Puso un mantel recién lavado e invitó a la hija de la criada. Comieron hasta terminar todo. Se arrastraron hasta la tranquera. Los Padres de las dos, que eran del mismo Padre, antes era común, detuvieron los caballos y saludaron con un odio fastidiado. El Padre reconocía una pero a la otra no.
   —Vos sos mi Papá, me lo dijo Mami, pero me parece que la dejaste sola. A mí cuando me retás, me decís “hija de puta” y mi Mamá no es ninguna puta, es una santa.
   —Andá a dormir, boca de loro, la mía, la verdadera, que también vaya. No quiero despertar en medio de la noche y ver que duermen juntas, les daré cuatro latigazos a cada una, todos serán para la negroide, ocho latigazos para ella. La otra no cargará con ninguno, por bella, por blanca y legítima.
   El cumpleaños de Clarisa, sería la semana siguiente, le hicieron un vestido de seda, con miriñaque de tul y polizón de mimbre.
   —Quiero que vengas, Areta, diré que sos mi nueva amiga, del Colegio. -La miró con ojos de huevo duro asustados-.Tendrás un vestido que era de la Abuela, el escote es generoso llevará tus sorprendentes y nuevas deidades, del lado de adentro, por supuesto, y el corset te hará cintura de abeja. Deberás hacer respiración corta, para poder sobrevivir.
   El color de la piel preocupaba a Areta y su pelo mota.
   —A la piel le pondremos talco y a las sobresaliencias, engrudo esparcido con delicatesen. El pelo ya te lo pensé, usaremos plancha de carbón y te haremos lacia, mota por mota.
   Areta pensó que le quedarían los pelos parados, tal vez chamuscados. Fue tal como previó, quemados y duros, si trataba de aplastarlos se partían.
   —Todo tiene solución.-Dijo Clarisa-. Te voy a depilar la cabeza y ensartaremos la peluca de Tía Rebeca, que cuando le hicieron la quimio, quedó calva. El engrudo que sobró del montaje, hará que la peluca adhiera como si fuera tu propio pelo, tan rubio como el mío. Vamos a entrar juntas, no pongas cara de negra asustada, entorná los párpados y lucís tus pestañas verdaderas. Diremos que sos mi dama de compañía.
   Areta se dejó y quedó como una porcelana embalsamada. Clarisa abrió la fiesta, el vals lo bailó con su Padre, que preguntaba: —¿Quién es esa belleza que te acompaña?
   Clarisa sonreía a uno y otro lado y evitó contestar. Los jóvenes más ricos y apuestos de Catamarca, se abalanzaron sobre Areta, con sigilo y desesperación.
   Areta pasó de brazo en brazo, hasta terminar con el más apuesto y atrevido. Clarisa la miraba con envidia, por ser aquel, de su predilección. El joven, llevó a pasear por un laberinto sin salida a Areta, él le respiraba calentito en la oreja y con una mano, le sacó las gracias del corset, como no se pudo prender más, el joven siguió investigando y Areta conoció el cielo.
   En el medio del laberinto, un pedestal vacío, fue ocupado por Clarisa desnuda. Cuando el joven la descubrió: —Areta, nos veremos con frecuencia, nunca conocí nada igual, ahora me retiro, me esperan mis amigos.
   El joven corrió hacia Clarisa desnuda, preparada, sin corset y sin nada. El joven arremetió como un caballo y Clarisa gimió como una yegua. Escucharon pasos de los custodios de pelucas blancas, eran todos maricones. Pero el joven se asustó, tiró a Clarisa en el pasto:     
—Clarisa, nos veremos con frecuencia, nunca conocí nada igual, ahora me retiro, me esperan mis amigos.

viernes, 15 de marzo de 2019

NIRVANA



   Un homicidio de dos personas, la casa estaba en venta, tenía un riacho de tres metros de profundidad, con un puente japonés, un estar enorme, con aperturas vidriadas y lucarnas por donde entraba el sol.
   La compramos sin saber su historia anterior, siendo legalmente obligatorio, que el vendedor informa el comprador, tales hechos. En el puente instalamos una techada para tomar el té. Sucedían cosas extrañas, desbordó el riacho e inundó la casa, me di cuenta cuando desperté, acariciando el agua que no llegó al colchón.
   Nos calzamos botas de pesca, pero se inundaron, optamos por andar el agua en patas. No había llegado al puente, tomamos un desayuno frugal bajo la techada. Él se fue con el termo a la casa más próxima, bastante alejada. Quedé mirando ranitas y sapos, aparecieron unas manos, teniéndose del puente, blancas, con líquenes entreverados. Salté del puente al primer escalón de la casa, resbalé y pegué con la cabeza en un soporte de bronce. Por suerte llegó, me desperté en un gomón, preguntando.
   —Te desmayaste, flor de golpe. ¿Cómo fue?
   No pude creer, la casa inundada y nosotros haciendo remo, le conté el episodio de las manos y contestó: —¡Qué delirio! Eso fue por el golpe.
   Si eso lo dejaba tranquilo, suprimí que las manos fueron el móvil de mi caída. Yo, desequilibrada, era preferible a la ignorancia del otro. Llamamos al tipo que nos vendió la casa. Vivía en Misiones, cuando le dijimos quiénes éramos, se reía a carcajadas y cortó. Éramos jóvenes, ni se nos ocurrió hacer la denuncia. Llamamos personal de Bomberos, desagotaron la casa y bajó el nivel del riacho. El olor a humedad no se iba, ventilamos, días. Cuando secó pintamos, pero el olor a humedad persistía.
   —Flaca, el otro día, no te pongas mal, pero leyendo el diario en el puente, unas algas como serpientes, treparon desde el estanque, al ritmo de mis ojos, me rodearon la garganta, casi me asfixian, pero tenía la sevillana en el bolsillo y me liberé. Vos sabés que se metieron en el agua como si nada hubiera sucedido?
   Después del relato la casa volvió a inundarse, había una fuerza ajena que nos acostumbró a circular en botes por la casa. Dormíamos en los botes, nos alimentábamos con sándwiches, que aparecían misteriosamente en el puente. Descubrimos que los líquenes daban un calor superior a un acolchado, eran suaves, mansos.
   Dejamos de usar ropa, las algas crecían de nuestros poros. No sé si era el principio o el fin, nuestros botes chocaron y nos hundimos en el riacho, nadamos por abajo del agua, fue providencial que pudiéramos respirar en ese líquido fangoso y no salimos más. Teníamos una capa de agua gruesa, echamos raíces, me depilaban los líquenes, era algo tan diferente de lo que habíamos vivido, que allí nos quedamos.

jueves, 14 de marzo de 2019

SENTIMIENTOS INSENSATOS



   Esos reproches insoportables, con esa voz de enfermo.
   —¿Quién comió mi mermelada anoche? ¿Quién tiró una miga y ensució la alfombra?
   Debe ser por eso que Mamá se fue de casa, no nos dijo ni a nosotros, su nuevo paradero. Se quedaba sin aire cuando mi hermano Agustín la miraba.
   —¿Quién cambió mi oso del estante de arriba?, sé quién fue, mi Mamá metiche.
   Papá, antes de acostarse, miraba bajo la cama. —Veo dos pelusitas de pantuflas rosas, yo así no puedo dormir.
   Mamá tenía una aspiradora de mano y las sacaba. Después abría la cama: —¿Quién puso este juego que pica? Hacé las camas con las sábanas blancas, sin arrugas, porque si no tengo pesadillas. ¡Ya!
   Creo que esa noche Mamá tomó el piróscafo. La respuesta de Papá fue superlativa: —El que se va sin que lo echen, vuelve para irse con permiso y llevándose uno de sus hijos, Agustín, que come hasta lo de sus hermanos.
   Un día apareció con una mujer llamada Dulcinea, alta, con la piel blanca como la lecha larga duración y el pelo color oro 18k, hablaba susurrando. En una comida, Papá anunció que en quince días, se casaría con Dulcinea, pudo divorciarse porque era amigo del Juez, que usó la figura: “Por abandono de persona, mándese a casar con otra, tal como dicto yo”.
   Forró la casa con tules blancos, usó la vajilla blanca del casamiento anterior, nosotros vestidos de blanco y con pajaritas negras. Mandó hacer una torta con escalones. Arriba la decoró con Dulcinea, casi no tenía peso específico, por su levedad levitosa. La torta tenía escalones que daban a donde mi Padre la esperaba con admiración. Ella tenía diez años más que Agustín, tan contento como nosotros, por tener una Madrastra que lo sacara a Papá de los reproches permanentes. Nosotros hicimos de mozos, encargados de repartir los manjares y las bebidas, entre los invitados, eran pocos, pero venían con hambre atrasado. No dejaron ni una miga.
Papá no hacía jamás reproches a Dulcinea, a nosotros nos mandaría a un Internado, para poder repartir su amor en cualquier lugar que se encontrara Dulcinea. Sufríamos hasta el domingo, único día libre para vivir en nuestra casa. Papá pasaba ese día en lo del Juez, no soportaba nuestra presencia, decía que le dábamos jaqueca.
   Dulcinea quedaba con nosotros, a Papá no le gustaba ir con ella, porque el Juez no le sacaba los ojos de encima. Ella jugaba con nosotros como una más. Nos hacía dormir siesta, su único defecto. Dulcinea llevaba a Agustín a dormir con ella: —Es el que más cariño necesita, extraña a su Madre, pobrecito.
   Ese día llegó mi Padre a devolvernos al Internado. Faltaba Agustín que partió con Dulcinea, desconociendo su nuevo paradero. Mientras Papá se arrancaba los pelos, decía: —Qué desagradecida, Dulcinea, cómo la extrañaré, a Agustín no, porque siempre fue un pendejo de mierda.

miércoles, 13 de marzo de 2019

EL TROFEO



   El año pasado le compré una mochila con cabeza de gato y porta inútil colgando de la cola. Piensa la Madre y escucha Indiana: —Me costó un montón, pedí prestado a tu Abuela. ¿Por qué otro más?
   Tenía la nariz pegada a la vidriera de artículos escolares.
   —Porque este año me tocan más libros y cuadernos pesados, mi espalda va a doler. Ahora vienen con rueditas, porfa, Mami, no sigas caminando, desde acá veo una barata, con ruedas y caños de aluminio.
   Indi es pertinaz, hace tres meses que lleva rastas, se las hizo el Padre, la novia del Padre, que no le cobró nada.
   —Vos tenés ahorros, Indiana, comprala con tus ahorros.
   —Bueno, la compro con mis ahorros.-Ahora, que nunca me venga a pedir de mi chanchito, un peso, porque se le termine el sueldo-.
   La novia de mi Papá es vegetariana, lo convenció a él y a mí lo dio por sentado. Odio las verduras. Mi Papá sabe, ella no. Cuando le toca el turno de visitarme, me dice: —Indi, hoy comemos carne.
   A mí me dio miedo, por la novia, le pedí que no le contara, pero comí cordero, estaba buenísimo. Mis Papis están divorciados, pero se hablan, Papá consiguió una novia re-divertida y Mamá, un novio que vive en casa, hace de comer. La vamos a buscar Mami al trabajo, cuando salimos a la vereda, dice: —Dame la mano, Indi.
   La primera vez que lo escuché, me puse feliz. Tengo dos Mamis, dos Papis, seis Abuelos, ocho Tíos y dieciséis Primos. Ojalá todos me regalaran plata, hay tantas cosas lindas para seis años.  

martes, 12 de marzo de 2019

¡VIVA LA VIDA, COÑO!



   —Cuidado cuando salís de tu casa y cuando entrás. Para estacionar y salís, cuidado. Hay minas que recién empiezan a manejar y como todas las minas, te llevan la puerta. No hagamos cuestión de género, hay hombres que ven doble, por tomar copas y te pasan encima. Hay que cuidar la sombrilla, la lona y las ojotas, cuando vas al mar. Hasta con tus hijos tenés que tener cuidado, les encanta drogarse en los boliches. A tu mujer vigilala, sobre todo si está buena y es sensible a los halagos. Cuidado si te divorciás, te dejan en pelotas. Visitá a tu vieja, que le robaron dos veces, tiene alarma, rejas, desea estar ausente cuando vayan los chorros. Cuidado, porque ella está sola, en la cama y los tipos le pueden hacer de todo. Eso lo dijo ella, que parece ansiar ser violada. Cuidado con la billetera, mirá que los chorros se la saben todas, mandan una tipa con buenas asentaderas y mientras vos la mirás, te afanan el ochenta por ciento de tu vida, que es la billetera. Cuando te sientes a tomar un café, cuidado con tus amigos, que ruegan que les prestes guita. Deciles que volvés del Banco donde pagaste todas tus cuentas. No te joden más. Ni te saludan porque vislumbran otro amigo en la mesa del fondo.
   —Bueno, loco, pará con cuidarte tanto, me pudre pasar la vida con cuidado.
   —Mirá que te advertí, vos no quisiste escuchar, yo te desvalijé la casa. Me llevé tu mujer, que dio un sí inmediato.
   El boludo piensa que me perjudicó. Ahora no tengo que limpiar nada, ni soportar los gritos indecentes de mi jermu. Los chicos son drogones, yo me prendo y comparto. Cumpliré mi sueño, dejar de tener cuidado. ¡Viva la Vida, coño!  

lunes, 11 de marzo de 2019

QUÉ TUL?



   —Roldán, quiero el Expediente Sorti contra Morales.
   —No hay más Expedientes, todo se pasa a Internet.
   —Roldán, se está subestimando nuestra tarea, el papel escrito da seguridad a la investigación y los resultados o búsquedas.
   —Dr, permita que lo contradiga, la inmediatez de los sistemas tecnológicos, hace que cualquier resolución, interdictos, postergaciones, lo solicite en su computadora, que no está exenta de un mentiroso: “no hay señal”, pero finalmente Ud encuentra lo que busca. No tiene que esperar tres meses para una respuesta somera, pueden faltar papeles húmedos, pegados.
   —Momento, Roldán, me jubilo dentro de tres meses, Sorti contra Morales fue un caso complicado. Mis contactos, hombres de bien, que ya no quedan, los descubrieron en el toilette de las damas corruptas, por fin encarceladas, los expedientes que solicito se encontraban en un pilón deshecho, dentro de un inodoro. Los fui a buscar en persona, con el Ordenanza, para que metiera mano y los sacara. No había nada.
   —Tengo un buen argumento, todo el papelerío, fue incendiado y la gente de manos sucias, ha hecho desaparecer, aquello que comprometiera su mal nombre y olor. Dr, créame, es así.
   —¿Sabe qué pasa, Roldán?, Sorti y Morales depusieron su enemistad, manejaban fortunas incalculables. Ambos murieron en un desgraciado accidente, ninguno tiene parientes. Yo le propongo, Roldán, que vayamos haciendo un trabajo detectivesco, imagino dónde se encuentra esa fortuna y soy de imaginar bien. Si Ud me ayuda, vamos fifty fifty.
   —Cómo negarme, Dr, he estado toda la vida a sus servicios, incluso puedo hacerlo solo.
   —Ud sabe, Roldán? Siempre aprecié su obediencia debida, pero para estar seguros del punto final, hagámoslo de a dos.

domingo, 10 de marzo de 2019

EL ARTE DE COMBINAR



   Tenían dos camas juntas, el primer tiempo dormían cucharita en una sola. El segundo tiempo, uno en cada cama. El tercer tiempo, pusieron mesa de luz al medio. Cholo abría la ventana del dormitorio: —Está nublado, hoy llueve.
   Y Alba contestaba: —Si llueve falto al laburo.
   Él desayunaba en la mesada, ella de espaldas, en la mesa. Escucharon los truenos. —Se largó con todo, hoy no trabajo ni mamado.
    Alba se desperezó, luego de múltiples bostezos se metió en la cama y puso una película. Cholo pasó al baño mirando la pantalla: —Esta peli la viste tres veces.
    Por suerte tenían dos teles, él se fue al escritorio a ver películas mudas. A las 13, Alba pidió catering: pizza a los cuatro quesos. 13.30 Cholo sintió hambre, fue a la cocina a ver si Alba había dejado algo y no. Pidió un catering: milanesa con ensalada.
   A las 15 Alba se duchó y sus ropas nuevas salieron a la calle, no dijo dónde iba ni hasta luego. Cholo entró al baño, puteando, porque ella no secó nada. Se vistió con esmero y agregó perfume, nunca hacía eso. Fue la primera vez que Alba se encontró con un amante a estrenar.
   Caminó por un boulevard, compró flores, Cholo tenía las llaves, pasó casi un año que andaban con horarios alternados. Coger con otro, es el arte de combinar los horarios.
   Cholo y Alba llegaron al mutismo diario, ni el servicio meteorológico los unía. Dormían en cuartos separados, Cholo roncaba y Alba mandó a hacer doble puerta. Hubo una reunión de amigos reencontrados. Alba se sentó al lado de una mina joven y pizpireta, entre plato y plato cambiaba el peinado, con rodete, suelto, una trenza.
   —¿Sabés por qué hago esto?
   Recién la conocía: —Ni idea, contame.
   Fue al baño a renovar su rouge: —Disculpá, pero quiero sorprenderlo, me pidió que cambiara mi peinado a cada rato, le re-gusta que haga cualquiera con mi cuerpo.
   Habló despacio, pero señalando con el dedo: 
—¿Ves ese tipo, el de la corbata roja? Es ése, ¿no es buenmocísimo?
   Alba moría de odio, pero no quiso escándalo público. Se acercó a su amante y le dijo que lo esperaba en el baño, él se enganchó.
   —Cómo en las películas, decís vos?
   Alba cerró con traba. Él salió primero. Alba arregló su maquillaje y enderezó su ropa.
   Volvieron juntos, en el auto no hablaron, habían tomado todo, fumado todo, jalado todo. Cholo perdió el control del auto y se incrustaron en un árbol.
   La vida de ellos terminó como empezó, juntos…

sábado, 9 de marzo de 2019

YO TENGO, TONTITO



   No debe haber idiotez más grande que poner a hervir una pava con agua y quedarse al lado con la mirada perdida, colgarnos de la nada de quitar la tapita para ver si ya está. Uno puede hacer otra cosa en el mientras tanto, surge un inconveniente, Ud va a hacer pis, vuelve y la pava ya hirvió. Está apagada, el agua rebalsó y apagó la hornalla, dejando un olor a gas estupefaciente.
   Prepara el mate, lo toma bajo la parra, el olor a gas expulsó hasta las moscas. Toma el primero y se quema el interior de la boca, la lengua es una brasa. Llama a la oficina para pedir el día. Justo hoy que visitaba a su reciente novia, por primera vez. Se presenta más temprano de lo que ella esperaba, o desesperaba, ni cierra la puerta, le da un beso garganta profunda, le muerde la lengua, él casi se traga la de ella que está fresca. Ese beso desmedido es una invitación para seguir con lo demás. Piensa la novia. Él la toma de los hombros y la sacude, la empuja contra la pared.
   Sube al ascensor la puerta de abajo no abre, la llama por celular y le dice que está cerrado. Ella baja con ruido de llaves. —¿Por qué tanto apuro, mi amor? Olvidaste comprar forros y yo tengo, tontito.
   Ni sabe lo que hizo, sus dientes feroces, mordieron la boca ampollada, el agua que contenían salía hirviendo, como el mate y ella masticaba las pielcitas, cual si fueran chicle. La tomó de la remera y la metió en el ascensor, la veía doble, o cuádruple, porque había un espejo, cuando llegaron, bajó él primero, le agarró las crenchas cerró el ascensor, le dejó la cabeza afuera y el cuerpo adentro. Llamaron de otro piso, escuchó una voz desconocida que gritaba:
   —¡Hay un cuerpo sin cabeza!
   Él bajó por la escalera, las llaves estaban en su bolsillo, un regalo que le dejó la putita. Cruzó al Bar de enfrente, tomó veinticinco gaseosas con hielo y siguió pidiendo.

viernes, 8 de marzo de 2019

PATER NOSTER



   Las abandonaron en la puerta de un Convento. La Madre Superiora decidió llamarlas Martirio y Jesusa. Ella consiguió Nanas para alimentarlas con leche materna. Más tarde las mandaba al Asilo de enfrente, para que hicieran el Colegio Primario.
   Pero esta buenaventura tenía un reverso. Martirio y Jesusa, eran llamadas a las cinco de la mañana con una taza de mate cocido y una galleta dura. La Madre Superiora, que era una santa, había fallecido. Las chicas limpiaban el piso de todo el Convento, de rodillas y sin dejar mácula.
   Todas las sábanas eran lavadas por Jesusa y Martirio, después de las coladas las tendían al sol, en filas interminables. 8.30 cruzaban al Asilo. Eran inteligentes y tenían diez en todas las materias. Muchas veces no se las consideraba por ser huérfanas. Estaban obligadas a asistir a misa. Trataban de retirarse antes, porque curas y monaguillos las tocaban.
   —Están creciendo las guachas.-Decía el cura más viejo-.
   —Algún día, cuando las monjas duerman profundo, tenemos que aprovechar.-Calculaba un cura nuevo- Son lindas, limpias y tiernas. Si les nombramos el castigo de Dios, ante sus seguras negativas, aceptarán cualquier cosa.
   Las monjas del Convento y las del Asilo, hacían de cuenta que las niñas no existían. Sus notas nadie las miraba, ni las elogiaban. Jesusa y Martirio, sabían de los curas abusivos y presentían lo peor.
   Jesusa decía: —Nadie nos va a salvar.
   Martirio callaba y trataba de pensar cuál sería la mejor salida. Jesusa era devota de San Jorge y el Dragón, miraba la escultura y la espada que brillaba cuando daba el sol.
   Antes del amanecer se escucharon pasos entre pastos y mosaicos, entraron dos encapuchados. Las dos tiritaban de miedo. —Apretá los dientes, Jesusa y cerrá los ojos, esto lo arreglo yo, ya verás.
   Cuando los pecadores se abalanzaron sobre ambas, Martirio tenía la espada de San Jorge y los atravesó a los dos de lado a lado.
   La monja que las despertaba para la limpieza, preguntó qué había sucedido y Martirio contestó: 
—No se asuste, Hermana, fue la mano de Dios, las dos lo escuchamos decir: “Ésta es la sangre de Cristo…”

jueves, 7 de marzo de 2019

SE TRABAN



   El señor Watson, ocupaba un cargo de alta jerarquía en la sucursal principal de Western Union. Salió de su casa temprano, trabajaba tiempo completo, como sus subalternos. Llegó en un Cooper negro, lustrado al espejo perdido. Supervisó documentos para su reunión agendada, a mitad de mañana.
   Era concentrado y autoexigente, el Sr Watson. Circulaba pensando cómo desarrollaría él su tema, sin el recurso de mirar los documentos, la mirada firme, la columna erguida y las manos sobre la mesa. Ese gesto daba sensación de confiable. Doblando en una esquina, se distrajo y el Cooper le dio un golpe seco y fuerte a una moto, que conducía una chica de mensajería, de unos dieciocho años.
   El Sr Watson no se detuvo, por el contrario, aceleró para llegar puntual a la reunión. Dejó el auto en el último piso del building. Tomó el ascensor, se miró en el espejo, estaba blanco transparente y le temblaban las manos y las piernas, se le deslizaron papeles al piso. Trabó el ascensor, buscó la píldora para estados paranoicosos, la tomó sin agua, se atildó, hizo tres respiraciones profundas y bajó del ascensor. Alguien que esperaba dijo: —Este ascensor se traba a cada rato, ¿Nadie lo arregla?
   El Sr Watson se mordió el labio inferior para darle la razón al comentario sobre el ascensor. Dentro del recinto dio el saludo de rigor, todos lo miraban estilo “Tiene la palabra”. El Sr Watson hizo una exposición tan impecable y promisoria, que más que una intervención, fue una conferencia. Hubo sonrisas beneplácitas y palmadas de felicitación. Se despidió con rapidez, adujo tener otra reunión en breve. Esta vez usó la escalera, no fue a buscar el auto. Tomó un Uber hasta su casa. Era invierno y estaba empapado, de pies a cabeza. Tomó un baño de inmersión para estabilizarse.
   Salió en televisión, diarios, revistas, todos los medios de comunicación informaron como noticia principal del día, que una joven falleció luego de ser embestida por un auto veloz, nadie alcanzó a ver, hubo un testigo que dijo que era de alta gama, pero no dio tiempo a ver ni de qué color se trataba. El cuerpo de la joven, Sara Genoveva Virtual, sufrió una hemorragia terminal. El Sr Watson salió temblando de la bañadera. Se puso su bata inglesa, tomó asiento en el living.
   A las dos horas tocaron el timbre, eran tres Policías Federales, lo saludaron con cara de verdugos. —Sres policías, no fue mi culpa, la moto se me tiró encima, no atiné a nada, es más me pareció tan sólo un roce, por eso seguí, tenía una reunión más que importante.
   —Nosotros veníamos para anoticiarle que pasó dos semáforos en rojo y olvidó su auto en el building de Balcarce. Bueno, como Ud lo ha dicho, fue el autor del femicidio, deberá acompañarnos. Oficial, puede ponerle las esposas.  

miércoles, 6 de marzo de 2019

UN MAESTRO CASUAL



   Buenos Aires era más grande de lo que pensé. En mi edificio no existía el saludo, ni el “pase Ud primero”.
   El Encargado estudiaba Medicina y no socorría a nadie: —Tiene que ir a la Inmboliaria, yo rindo hoy.
   Lo viví como un ejemplo de primero yo. Fui a una Editorial, de un viejo solitario que pasaba el tiempo leyendo, y sabía tanto que abrumaba. No usaba lentes, se notaba su genio antividrio. Ni me miró.
   —Trae algo para que sea impreso?  La ambición asfixia. Deje lo que trajo, sobre esa pila. Lo leeré cuando termine con los otros, si en las primeras dos páginas despierta mi asombro, la llamo. Deje el nro. de celular. Y lea, la persona que no lee, no tiene palabras. En esa mesa hay cosas interesantes, llévese lo que quiera, no le cobro nada. Ud tiene cara de honrada.
   Arribé a mi edificio y se despertaron mis manos para enriquecer aquel texto.
   —Desciende de irlandeses, me di cuenta, me llama el segundo día de su visita, está ansiosa. Relájese, mujer, ya le di una hojeada a su texto, es interesante pero sus personajes no hablan con verdad. Deje su caballo suelto, de él aprenderá el ritmo y vuelque su alegría joven. Principia con esperanza y misterio. No se lee el misterio. Modifique esa parte, lo sensible ante todo. Piensa que son dos viejos que se aman, de toda la vida. ¡No! Nadie ama para siempre y si es así se pierden de muchas cosas. El principio es perfecto, se va quebrando de a poco y muere antes del fin. Le doy un consejo, lea todo lo que pueda y deje que las palabras decanten. Escriba sin prisa. Nadie la corre. Construya temas diferentes, nada de melodramas, ni situaciones obvias. Dos años serán suficientes, para doce cuentos. Ud necesita de mí y yo de Ud, no llene su cabeza con que me voy a morir antes, o que le pasará lo mismo. Quiero leer algo asombroso, si no sale ahora, tome el laxante de ponerse las pilas…como hacemos todos.