sábado, 16 de marzo de 2019

VERTIGINOSO



   Trajo sánguches de miga, rellenos con palmitos, de pan negro. Otros de jamón crudo y rúcula, de lechuga salame y queso. Acompañó con una botella de vino, eligió borgoña, latitud 46. Puso un mantel recién lavado e invitó a la hija de la criada. Comieron hasta terminar todo. Se arrastraron hasta la tranquera. Los Padres de las dos, que eran del mismo Padre, antes era común, detuvieron los caballos y saludaron con un odio fastidiado. El Padre reconocía una pero a la otra no.
   —Vos sos mi Papá, me lo dijo Mami, pero me parece que la dejaste sola. A mí cuando me retás, me decís “hija de puta” y mi Mamá no es ninguna puta, es una santa.
   —Andá a dormir, boca de loro, la mía, la verdadera, que también vaya. No quiero despertar en medio de la noche y ver que duermen juntas, les daré cuatro latigazos a cada una, todos serán para la negroide, ocho latigazos para ella. La otra no cargará con ninguno, por bella, por blanca y legítima.
   El cumpleaños de Clarisa, sería la semana siguiente, le hicieron un vestido de seda, con miriñaque de tul y polizón de mimbre.
   —Quiero que vengas, Areta, diré que sos mi nueva amiga, del Colegio. -La miró con ojos de huevo duro asustados-.Tendrás un vestido que era de la Abuela, el escote es generoso llevará tus sorprendentes y nuevas deidades, del lado de adentro, por supuesto, y el corset te hará cintura de abeja. Deberás hacer respiración corta, para poder sobrevivir.
   El color de la piel preocupaba a Areta y su pelo mota.
   —A la piel le pondremos talco y a las sobresaliencias, engrudo esparcido con delicatesen. El pelo ya te lo pensé, usaremos plancha de carbón y te haremos lacia, mota por mota.
   Areta pensó que le quedarían los pelos parados, tal vez chamuscados. Fue tal como previó, quemados y duros, si trataba de aplastarlos se partían.
   —Todo tiene solución.-Dijo Clarisa-. Te voy a depilar la cabeza y ensartaremos la peluca de Tía Rebeca, que cuando le hicieron la quimio, quedó calva. El engrudo que sobró del montaje, hará que la peluca adhiera como si fuera tu propio pelo, tan rubio como el mío. Vamos a entrar juntas, no pongas cara de negra asustada, entorná los párpados y lucís tus pestañas verdaderas. Diremos que sos mi dama de compañía.
   Areta se dejó y quedó como una porcelana embalsamada. Clarisa abrió la fiesta, el vals lo bailó con su Padre, que preguntaba: —¿Quién es esa belleza que te acompaña?
   Clarisa sonreía a uno y otro lado y evitó contestar. Los jóvenes más ricos y apuestos de Catamarca, se abalanzaron sobre Areta, con sigilo y desesperación.
   Areta pasó de brazo en brazo, hasta terminar con el más apuesto y atrevido. Clarisa la miraba con envidia, por ser aquel, de su predilección. El joven, llevó a pasear por un laberinto sin salida a Areta, él le respiraba calentito en la oreja y con una mano, le sacó las gracias del corset, como no se pudo prender más, el joven siguió investigando y Areta conoció el cielo.
   En el medio del laberinto, un pedestal vacío, fue ocupado por Clarisa desnuda. Cuando el joven la descubrió: —Areta, nos veremos con frecuencia, nunca conocí nada igual, ahora me retiro, me esperan mis amigos.
   El joven corrió hacia Clarisa desnuda, preparada, sin corset y sin nada. El joven arremetió como un caballo y Clarisa gimió como una yegua. Escucharon pasos de los custodios de pelucas blancas, eran todos maricones. Pero el joven se asustó, tiró a Clarisa en el pasto:     
—Clarisa, nos veremos con frecuencia, nunca conocí nada igual, ahora me retiro, me esperan mis amigos.

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