domingo, 17 de marzo de 2019

UNA BONDAD EXQUISITA



   Complicaba sus certezas, quedaba suspendido en un pasado y le molestaba revisar lo que no pudo terminar. Ella no volvería, pero la extrañaba y no era consciente del por qué. Recurrió al Analista de siempre, aunque hacía siete años que suspendió sus sesiones.
   —¿Vos estás seguro de no saber las razones de la extrañadura?
   —Sí, por eso vengo, no tengo deseos de revolver lo anterior. Es como vaciar una bolsa de consorcio, para encontrar la tapa de una mermelada.
   —Gustavo, ¿no será que todavía la querés? ¿Y negás ese sentimiento, por saber que ella no volverá?
   —Yo estoy seguro que podría perdonar las tres horas que le lleva ducharse, depilarse las piernas, sacarse los bigotes, ponerse rimel, desodorante y repasar el baño. Olvidar el beso de la despedida. Salir de noche y volver a la madrugada, con el calzón en la cartera, los botones desabrochados, el cierre abierto y la pintura corrida. La perdono porque son formas de ser.
   —Gustavo, me parece que tu mujer es ninfómana y es una enfermedad.
   —Sin embargo tiene una salud privilegiada, sale todas las noches con ex compañeros de la Primaria, del Secundario y de la Facultad. A mí me comenta que no quiere quedar mal con ninguno y todos tienen problemas que ella trata de solucionar, claro, llega a casa, muerta. Hace dos días, me dijo que se iba y no volvería. ¿Qué te parece que haga?
   —Yo en tu lugar, Gustavo, averiguo dónde vive, voy y la mato. Nos vemos el miércoles venidero, a las cinco de la tarde. Si no solucionás tus problemas como te señalé, no vengas.

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