—Decime, ¿vos me
sacaste la remera blanca?
Empieza con la
blanca, sigue con la negra, la bufanda que me regaló, era de ella. Todo mal con
mi vieja. —Escuchame, vieja, son cosas que no usás más, ser tan pijotera
conmigo, me recuerda que mi viejo tiene para comprarme un guardarropas entero.
Mira torcido,
del viejo no se banca ni que se lo nombren.
—Mirá, nena,
viejos son los trapos.
Es una pobre
mina. —Qué original, Mami, es la primera vez que lo escucho.
Tenía cuatro
años y vi cómo Papá la arrastraba del pelo al último cuarto, no se molestaban
en cerrar la puerta, las piñas eran más rápidas que las uñas de Mamá. Él estaba
celoso de los ascensos laborales de ella. Apareció un tipo alto, de bigotes
negros y voz gutural. Papá no estaba. —Conseguí dos deptos en Bs As, uno para
nosotros y al lado otro para tus tres hijos. La semana que viene te dan
traslado a tu nueva oficina, contigua a la mía.
Nosotros
estábamos contentos con Flavio, recorríamos lugares desconocidos, montábamos caballos
mansos, caminábamos arroyos pisando cantos rodados. Mi Papá que era nómade, se
fue a vivir a La Quiaca. Flavio quería a mis hermanos como hijos y a mí
también, yo le notaba actitudes raras. Él bañaba a los chicos primero y después
a mí sola. Con mis hermanos usaba esponja, a mí me bañaba a mano.
—Dejame que te
enjabone la cola. ¡Mirá cómo crecés, tenés tetitas incipientes!- Y me besaba
cada una-.
—Sos muy linda.
¿Te gustaría que me meta y nos bañamos juntos?
Comprendí por
qué a Mamá le gustaba tanto, daba besos y suaves caricias, era un Príncipe.
Nunca conté lo que pasaba, ni a mi mejor amiga. Esos recuerdos quedaron en mi
cabeza.
Cuando ya
estábamos en Buenos Aires, Flavio no me jodió más, parecía tener miedo que yo
contara y nunca me miraba a los ojos. Nosotros nos quedamos solos en ese depto
y Mamá y Flavio, al lado, ella quedó embarazada. Instalaron aire acondicionado
y calefacción. Los días de altas temperaturas, nos dejaban entrar, para que
jugáramos con el Bebé y ellos se iban al cine.
Cuando volvían,
Flavio le daba plata a mi hermano más grande, para que nos compráramos una
pizza y volviéramos a nuestro depto. Durante una semana les tocamos timbre y no
atendían, tampoco se escuchaban sonidos ni palabras. Igual nos criamos solos,
Flavio se fue con otra mina y Mamá quedó internada en un neuropsiquiátrico, en
pocos días volvería. Esto nos lo contó la Portera, dijo que si necesitábamos
algo, la llamáramos, igual venía a vernos todos los días. Yo lavaba y tendía la
ropa en la terraza.
Un día lo ví,
estaba flaco, con barba y fumando en pipa. Tenía un pie al borde del lugar y
con el otro se balanceaba como danzando. Se me ocurrió sin pensar, lo empujé y
pude ver su pipa por un lado, le faltaba un zapato y el pañuelo que llevaba al
cuello, tardó más que Flavio en llegar a las baldosas.

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