Buenos Aires era
más grande de lo que pensé. En mi edificio no existía el saludo, ni el “pase Ud
primero”.
El Encargado
estudiaba Medicina y no socorría a nadie: —Tiene que ir a la Inmboliaria, yo
rindo hoy.
Lo viví como un
ejemplo de primero yo. Fui a una Editorial, de un viejo solitario que pasaba el
tiempo leyendo, y sabía tanto que abrumaba. No usaba lentes, se notaba su genio
antividrio. Ni me miró.
—Trae algo para
que sea impreso? La ambición asfixia.
Deje lo que trajo, sobre esa pila. Lo leeré cuando termine con los otros, si en
las primeras dos páginas despierta mi asombro, la llamo. Deje el nro. de celular.
Y lea, la persona que no lee, no tiene palabras. En esa mesa hay cosas
interesantes, llévese lo que quiera, no le cobro nada. Ud tiene cara de
honrada.
Arribé a mi
edificio y se despertaron mis manos para enriquecer aquel texto.
—Desciende de
irlandeses, me di cuenta, me llama el segundo día de su visita, está ansiosa. Relájese,
mujer, ya le di una hojeada a su texto, es interesante pero sus personajes no
hablan con verdad. Deje su caballo suelto, de él aprenderá el ritmo y vuelque
su alegría joven. Principia con esperanza y misterio. No se lee el misterio.
Modifique esa parte, lo sensible ante todo. Piensa que son dos viejos que se
aman, de toda la vida. ¡No! Nadie ama para siempre y si es así se pierden de
muchas cosas. El principio es perfecto, se va quebrando de a poco y muere antes
del fin. Le doy un consejo, lea todo lo que pueda y deje que las palabras
decanten. Escriba sin prisa. Nadie la corre. Construya temas diferentes, nada
de melodramas, ni situaciones obvias. Dos años serán suficientes, para doce
cuentos. Ud necesita de mí y yo de Ud, no llene su cabeza con que me voy a
morir antes, o que le pasará lo mismo. Quiero leer algo
asombroso, si no sale ahora, tome el laxante de ponerse las pilas…como hacemos
todos.

No hay comentarios:
Publicar un comentario