martes, 19 de marzo de 2019

PROSAPIA DEPILADA



   Salía poco desde que sintió que dentro de su piso, era mejor que afuera. Virolo era descendiente de altas alcurnias, Evita le expropió su su palacio construido por trabajadores franceses. Virolo lo usaba una vez por mes, sus amigos le dieron la razón, era un insulto la expropiación, después de todo, una vez por mes no es nada.
   —No te aflijas, Virolo, te quitaste un palacio de encima, de noche daba miedo y de día te arrastra fortunas en empresas de limpieza  cristaleras.
   Virolo se comía las uñas con los dientes, previo quitarse la mugre, con los gemelos. —Mi querida y aristocrálica Madre, era prima del Príncipe de Orleáns, le hacía regalos cada vez que mi Madre viajaba, con invitación especial, en tinta de oro. Tenía diamantes engarzados o sueltos, todas piezas diseñadas, que sólo el Príncipe conocía.
   Virolo no recorría ni una vuelta manzana, volvía blanco teta.
   —Tengo náuseas, la gente que circula es sucia, se visten plebeyos, hasta vi una linda, pero Sirvienta, la muy asquerosa se sacaba mocos secos, los hacía bolita entre el índice y el pulgar, se lo daba de comer a los pajaritos. Su pobreza me dio vértigo, no vomité por educación y mi prosapia lo impedía. Tomé un micro, viajé de pie y una negra peronista, apoyó su sobaco peludo y maloliente, en mis narices. Un adolescente negro, como los negros, se reventaba granitos y su contenido aterrizaba en mis pestañas, heredadas de mi Tía, Princesa de Cacabona. Recordé el protocolo, que los de buena estirpe descendemos, o comemos tarde o no comemos. Eran las tres de la mañana, toqué mi copa de cristal, con badajo de agua de mar. Apareció la Fámula, que sin decir palabra alguna, trajo una bandeja de pollo a la naranja, con puré de puré. Todo con sus tapas correspondientes, de plata francesa, para que la Fámula no le esparciera sus microgotas de flush, que los Sirvientes, tenían de nacimiento.
   A los postres: —No lo deseo, ¿sabe qué, sí quiero? ¿conoce Ud, el Derecho al Rodillazo?, Reemplaza los postres con creces. Lave sus partes, con esponjas de bronce, cuide que no sangren, porque me impresionan. La espero en el dormitorio principal, hágase presente, con sus rodillas separadas, odio trabajar en hacer el verso. Yo estaré en la cama, con mi camisón enrollado en la cintura. Ud, permanezca mansa, produciré un remanso que le hará creer que es algo del Príncipe de Orleáns. Shsh, no hay palabra que valga. Si una visita plebeya, repentina de aristócrata, hagámoslo delante de él. Disfrutará el infeliz. Al terminar, porque yo no moveré un ápice, lo empuja con delicadeza y le cierra la puerta en la nuca. Duerma siesta, preví para hoy, cocina algo breve, papas fritas con huevos fritos. Una grasada. Que luego se dé un baño intensivo, la traerá a dormir la siesta conmigo, virgen de mentira. Si escucha ruidos a su lado, no olvide que la soledad, me hizo experto en turbarme más.

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