Salía poco desde
que sintió que dentro de su piso, era mejor que afuera. Virolo era descendiente
de altas alcurnias, Evita le expropió su su palacio construido por trabajadores
franceses. Virolo lo usaba una vez por mes, sus amigos le dieron la razón, era
un insulto la expropiación, después de todo, una vez por mes no es nada.
—No te aflijas,
Virolo, te quitaste un palacio de encima, de noche daba miedo y de día te
arrastra fortunas en empresas de limpieza cristaleras.
Virolo se comía
las uñas con los dientes, previo quitarse la mugre, con los gemelos. —Mi
querida y aristocrálica Madre, era prima del Príncipe de Orleáns, le hacía
regalos cada vez que mi Madre viajaba, con invitación especial, en tinta de
oro. Tenía diamantes engarzados o sueltos, todas piezas diseñadas, que sólo el Príncipe
conocía.
Virolo no
recorría ni una vuelta manzana, volvía blanco teta.
—Tengo náuseas,
la gente que circula es sucia, se visten plebeyos, hasta vi una linda, pero Sirvienta,
la muy asquerosa se sacaba mocos secos, los hacía bolita entre el índice y el
pulgar, se lo daba de comer a los pajaritos. Su pobreza me dio vértigo, no
vomité por educación y mi prosapia lo impedía. Tomé un micro, viajé de pie y
una negra peronista, apoyó su sobaco peludo y maloliente, en mis narices. Un
adolescente negro, como los negros, se reventaba granitos y su contenido
aterrizaba en mis pestañas, heredadas de mi Tía, Princesa de Cacabona. Recordé el
protocolo, que los de buena estirpe descendemos, o comemos tarde o no comemos.
Eran las tres de la mañana, toqué mi copa de cristal, con badajo de agua de
mar. Apareció la Fámula, que sin decir palabra alguna, trajo una bandeja de
pollo a la naranja, con puré de puré. Todo con sus tapas correspondientes, de
plata francesa, para que la Fámula no le esparciera sus microgotas de flush,
que los Sirvientes, tenían de nacimiento.
A los postres: —No
lo deseo, ¿sabe qué, sí quiero? ¿conoce Ud, el Derecho al Rodillazo?, Reemplaza
los postres con creces. Lave sus partes, con esponjas de bronce, cuide que no
sangren, porque me impresionan. La espero en el dormitorio principal, hágase
presente, con sus rodillas separadas, odio trabajar en hacer el verso. Yo
estaré en la cama, con mi camisón enrollado en la cintura. Ud, permanezca mansa,
produciré un remanso que le hará creer que es algo del Príncipe de Orleáns.
Shsh, no hay palabra que valga. Si una visita plebeya, repentina de aristócrata,
hagámoslo delante de él. Disfrutará el infeliz. Al terminar, porque yo no
moveré un ápice, lo empuja con delicadeza y le cierra la puerta en la nuca.
Duerma siesta, preví para hoy, cocina algo breve, papas fritas con huevos
fritos. Una grasada. Que luego se dé un baño intensivo, la traerá a dormir la
siesta conmigo, virgen de mentira. Si escucha ruidos a su lado, no olvide que
la soledad, me hizo experto en turbarme más.

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