martes, 28 de febrero de 2017

METRÓNOMO


   Hacía dos días que escuchaba sonidos como de ratas pichonas, me preocupaba, no sé por qué, pero me preocupaba.
Recorrí todos los pisos, el ascensor llegó al subsuelo. En un rincón encontré dos bebés llorando desconsolados. Resolví llevarlos a mi depto. Eran iguales, un bebé y una beba. Recién nacidos. Hice lo que vi hacer a Mamá con los bebés que le caían año por medio. Mi vecina se ofreció a cuidarlos mientras yo compraba la ropa para ambos, los pañales y la leche materna. Conseguí una cuna doble, antigua y un cochecito armatoste. Llegar y ver dormidos a Luli y Tupac, fue como si alguien quisiera borrar mi vida infeliz y ermitaña, con dos pequeños hijos. Así los consideré siempre. Obtuve la tenencia definitiva y les inventé un padre alemán loco, que huyó. Me familiaricé con los perfumes de bebé, el olor de los juguetes, la blandura de los crayones. Luego pasé al olor de los cuadernos nuevos, los libros. Se hicieron grandes y sus cabecitas eligieron Tecnología, todo era tecno, hasta la música. Un día se fueron, Luli a estudiar al sur y Tupac al norte.
   Volví a sufrir como cuando sufría. Era el metrónomo de mis hijos. Con mi vecina nos hicimos amigas, ella también tenía un hijo en el extranjero. Hacíamos visitas juntas a todos los chicos que nos abrazaban como osos.
    En uno de esos viajes, conocimos dos Sres de edad meridiana. Hicimos pareja, vivíamos en el mismo edificio. Una mañana de invierno, cuando escuchamos sonidos como de ratas pichonas, me latió el corazón de impotencia. Mi amiga dijo —Yo no sé, este Consorcio, nos arrancan la cabeza y nadie se hace cargo de las ratas. 
                                                            

lunes, 27 de febrero de 2017

SERVIDUMBRE


   Trabajaba en una especie de rancho castillo o castillo rancho. Lo realizó un carpintero de Bernal y un marmolero del Cementerio Platense. Desde los ocho años Domitila cebaba mates, limpiaba, cocinaba, hacía los dormitorios, a cambio de techo y comida. Los patrones la encontraron desmayada en la cocina, el exceso de trabajo le produjo anemia, guardó cama tres días. A instancias del médico, tomaron personal nuevo. Un mayordomo, una mucama, una lavandera y una niñera.
   Quedó tiempo libre para Domitila, su patrona la mandó a la escuela primaria y terminó su secundario. Se convirtió en una dama joven y elegante. Quien no conocía a la flia, creía que Domitila era la mayor de los hermanos. —No puede ser que confundan gente normal con los sirvientes. Domitila, si bien es cierto que ahora es persona con estudios, sigue siendo sirvienta.
   El más grande de los hijos de la patrona, la quería como a una hermana.
   Ella le leía cuentos por las noches, abrazados, cerca del fuego. La menor de todos los hijos, le tenía una envidia venenosa. En especial cuando a ella la confundían con una sirvienta. Contó a su madre que su hermano y Domitila hacían chanchadas en el sillón grande. No le creyó. La hermana comenzó con maldades, juntaba cucarachas y se las ponía entre las sábanas. Le preparó un brebaje que la hizo dormir cuatro días.
    Aprovechó para pelarle la cabeza y recortarle las pestañas. Lo peor fue cuando destrozó la muñeca, el último regalo de su madre antes de morir.
   Domitila craneó una solución definitiva, esa tilinga nunca la dejaría en paz, parecía querer matarla, todo iba in crescendo. La noche del eclipse, Domitila llevó a la hermana al bosque cerca del río, le dijo que era el lugar para ver mejor. Cuando se puso todo negro, la llevó a la punta de un risco.
   Ella no quería que Domitila la tocara, prefería ir sola.
   El risco tenía musgo, la hermana cayó al río caudaloso y revuelto. Domitila vio cómo la hermana era arrastrada por el río, cuando no la vio más sintió alivio. Fue rastreada por personas y perros, la búsqueda infructuosa, no obtuvo resultado.
   —Ya va a aparecer, estoy segura que volverá. –Decía la madre, como un fantasma mirando el río-.
   Al mes, Domitila y el hijo mayor se casaron, cuando el cura dijo el consabido —Si hay alguien o algo que impida esta boda, que hable ahora o calle para siempre.
  La ceremonia fue interrumpida por la entrada de la hermana, vivita y chorreando agua.
   —Ninguna sirvienta se casará con mi hermano.
   Dijo el cura —Que sea sirvienta, no es una razón, hija mía.
   La hermana quiso arrancarle los pelos a Domitila, olvidó que ella misma la había rapado. Los novios, apresurados, dijeron que aceptaban, el cura los consagró de lejos, les gritó que comieran una miguita de pan, es lo mismo que una hostia. Ellos subieron al camioncito, repleto de libros, en la curvas, uno o dos se caían.
   —Domitila, pensé que la habías matado vos. ¡Qué garrón!
   —¡¿Cómo se te ocurre?!
   Hizo media sonrisa dulcemente diabólica. 

domingo, 26 de febrero de 2017

LES AFANARON TODO

                                                                                    
   La Santa María, la Niña y la Pinta. Ésta última la llevaron para hacer pinta, una posibilidad más para engañar al indio. Es al Aborigen, pero como eran burros pensaron en indios de la India, donde Mahatma Gandhi reina en el pensamiento colectivo. Te fuiste de mambo, Colón, llegaste a América y aquí nadie se dejó matar, Uds, tan evolucionados los hicieron puré. Les saquearon todo y se lo llevaron a la Reina, que les dio la guita para el viaje, bien alcagüetes los invasores.
   Lograron otra expedición paga, la Reina quedó encantada con los oros de los Negritos, quería más. Juan De Garay, que se creía muy piola, se mandó solo a Punta del este, bajó del catamarán y con una espada en la tierra, fundió Buenos Aires. De ahí nuestra situación actual. Estábamos fundidos de antes. Los gallegos se instalaron de prepo, construyeron las Ruinas de San Ignacio. Ignacio no sabía nada que estaba en ruinas, para quedar bien con todos, se suicidó. Los Piratas Ingleses dijeron a Rey muerto, Rey con impuestos.
   Valientes criollos los destruyeron con aceite hirviendo. Los Piratas no soportaron la derrota y se instalaron en unas islitas sin importancia, para hacer alarde de poder.
   En nuestros días, Argentina, no es nada ni para los Argentos. Con tal de no levantar el culo de la silla y dejar de mirar partidos. Les afanan todo.
                                                                

sábado, 25 de febrero de 2017

HAY UNO SOBRANDO


   Tendría que desprenderme de tantos objetos que se fueron juntando, pilas de diarios, revistas, libros, retratos, pinturas, fotos, cartas, espejos… Cuando tejo miro de reojo los almohadones que tejió mi abuela, con esos colores audaces, jugábamos a romperlos y que las plumas volaran. Yo no puedo desprenderme de un pedazo de mi historia. Cada cosa me remite a un día, una hora, un novio. El escritorio, lugar de mi profesión, mis pacientes queridos.
   Cuando me aburro de escribir miro el canasto donde asoma mi primer oso, le falta un ojo, dormíamos juntos, ¿cómo dejarlo solo a la intemperie?
   Todos los trajes de mi viejo…sería una lista sin fin. Lo del traslado al geriátrico fue idea de mis nietos. La casualidad, no tuve que desprenderme de nada. Allí me prendieron a enfermeras que nos hacían poner pañales geriátricos para no asistir al sanitario, que siempre es una molestia. Sólo podíamos cambiarlo una vez al día. Los días libres los dedicaba a visitar mis nietos. En sus tres casas fruncían la cara, los más chicos se tapaban la nariz.
   Sucedió que me acostumbré tanto al pañal, una vez por día, resultó cómodo pero casi pierdo mis nietos, por el olor a residuos cloacales de mi proveniencia. Un día me llevé dos pañales de repuesto, para no dar asco. Había gente, pero no me atendieron.
                                                                

viernes, 24 de febrero de 2017

EMOTIVO


   Fue levantarme de la cama y me tropecé la atmósfera, 40°C, no hacía calor, hacía fuego. Me emocionó el zorzal, batiendo agua de su bebedero. Tenía que salir, super, verdu, y farma. El vecino, que es un santo, me llevó al pueblo. El auto tenía aire condicionante y botellitas de agua helada. Me emocionó el vecino. Le señalé una esquina y salí del aire frío, del agua fría. Todos los rayos del sol convergían en mis ojos, a diez pasos arrastrados, entré en el super. Un chico me abrió la puerta y con una sonrisa franca —Yo te ayudo, vos me decís lo que querés, después de pasar por la caja, llevo todo al auto.
   —Yo no tengo auto. –Le dije-.  —Yo sí. –Y sonrió franco-.
   Me emocionó. La verdu a la vuelta, fui pegada de costado en los 50 centímetros de sombra que había. La fruta parecía licuada, las bananas entreabiertas, con mosquitas y mis amadas paltas olían a cera de oreja. Me dieron náuseas “ya” y vomité los cajones. Los dueños, muy amables, me condujeron a la farma, pedí perdón —No te preocupés, piba, está todo medio podrido, si no se vende nada.
   Me emocioné. Compré medicamentos y…bueh, no importa. El Bar quedaba al lado, íbamos por 43°, a pesar de las náuseas no pude resistirme a mi cafesiosidad genética, no había nadie, amo la soledad. Me emocioné. Había olvidado la prioridad, fui al baño y usé el aparato que según el color, sabés. Quedé pasmada, estaba pregnant. Me emocioné.
   Pedí un remisse hasta la casa de mi vecino. Toqué mil timbres, atendió envuelto en tohallas mojadas.
   —Hola, amigo! Te llamo así porque ignoro tu nombre.
   Nos pusimos debajo del aire condicionante. Se lo dije de una.
   —Estoy pregnant y es tuyo, porque sos con la única persona que lo hice,…vos dirás.
   Puso la misma sonrisa franca que el chico del supermercado, me invitó a sentarme en su sofá. Y dijo…, no importa lo que dijo. Me emocionó.   
                                                                                    

jueves, 23 de febrero de 2017

MIRÁ LAS BESTIAS


   Me pide que corra el escritorio. No tiene cara el tipo —¿Cómo voy a hacer eso si usted me acaba de despedir?
   Se dio el mal gusto de mirar con desprecio —Ud está acostumbrado a trabajar, yo no. ¿Hacen falta más explicaciones?
   No contesté nada, antes de salir le dije que era un viejo puto, re-puto y pegué el portazo. El tipo labró un acta especificando que yo le había dicho puto y lo reafirmé con re-puto.
   Como no existe la equidad, me pusieron ante un Juez que era su mejor amigo, pidió el detalle de la discusión —Me rehusé a correr un escritorio, cuando terminaban de despedirme. El tipo, perdón, el Ministro se dedicó a humillarme y ahí le dije que era un viejo puto, re-puto. ¿Qué, ahora no puedo decir lo que pienso?
    El Juez hacía telegrillas, mientras me anunció una multa de pesos 2.500.000, tenía la opción de retractarme.
   —Me niego a los dos castigos, se basan en negar mi defensa. Aquí está mi Abogado Defensor, alto, elegante y con cara de no haberse recibido de nada, más que de alcagüete a sueldo. Le ruego su Señoría, presentar mis dos testigos, no son amigos, son testigos.
   Declaró el cafetero de la puerta y el dueño de un hotel, a metros de Balcarce 50, era un anexo del lugar presidencial. El cafetero dijo conocer al Ministro, tomaba un café y salía. Señaló al ñoqui de mi abogado —Con ése se iban juntos al Hotel de Balcarce 50.
   El dueño del hotel agregó que el Ministro también solía ir con otros hombres jóvenes, con aspecto de taxi-boys. Me puse de pie —Ud mismo pudo comprobar, Sr Juez, que el Ministro, además de ser un viejo puto, es re-puto.
   —Use el martillito de madera pronto, estoy apurado, empieza el partido.
   No terminé de hablar, cuando dije que empezaba el partido, el recinto quedó vacío.  
                                                                                                                       

miércoles, 22 de febrero de 2017

VINTAGE


   La única casa de vinilos importados, a la vuelta de casa. Jew era el negocio y Jew el nombre de su dueño. Mi postura era de estiramiento máximo, para mirar los nuevos. Trepada en la escalera me vi toda la escena. Entró una mujer alta, negra mota, ojos de camello, su indumentaria era un sobretodo vintage, un bolso inmenso pleno de bordados peruanos. —¡Pichón! Añares! No lo puedo creer, ¿Qué hacés acá?
   Y le daba vueltas con sus brazos larguísimos. Abrieron la puerta, que es el sanitario. No sé qué hicieron pero se reían a carcajadas. Cuando salieron, la negra le entregó un paquetito envuelto en cinta de embalar —Aah!! Me hiciste acordar, acá tengo lo tuyo, viene vía Embajada, buen material, quédate tranqui, es VIP.
   Jew me descubrió —¡Bajate de ahí y decime ya qué carajo escuchaste!
   La negra se fue como rata por tirante.
   —Yo escuché “No lo puedo creer”, escuché las risas cuando se metieron en el baño. Después escuché “Vos tenías una Embajada de material VIP”. Más nada.
   Jew, mientras me sostenía del cogote, sacaba siete vinilos de la parte más alta. —Estos discos son para vos, a cambio de no decir nada de lo que oíste. Nada.
   Le dejé los siete vinilos —No tenés que pagarme nada, por decir nada, si no te parece mal te cambio los vinilos por el sobretodo vintage de tu amiga ¿Para cuándo lo podrás tener? 
                                                                

martes, 21 de febrero de 2017

ELABORAR EL ODIO


   Sara Sarrestegui, con fastidio, lo esperaba. El Sr Sarrestegui estaba sentado a la mesa, en el lateral, apretando el timbre una sola vez. De una esquina entró la cocinera y por la puerta de dos hojas apareció la Sra, ocupó un lugar, frente a su marido. Fue servida la Sra y luego el Sr, la cocinera desapareció en la oscuridad, pero conservando su lugar cerca de las fuentes. La Sra observaba a su marido comiendo con educación, lo odió, cuando miró que los bocados eran sucesivos como un molino de viento, cada tanto tomaba un traguito de vino con ruido, cómo lo odiaba. Los contó, cada tres masticaciones, vino. No le preguntó cómo había pasado el día. Ningún comentario de la comida primorosa. Ni buenos días, ni un beso. Lo odió.
   Él se levantó lentamente, tomó su monóculo y fue coptado por el texto. La punta del vestido de la Sra Sarrestegui quedó dentro de la chancleta de su marido. Él caminaba rumbo al escritorio y el vestido de ella se desenvolvió tanto que él usó un buen trecho para improvisar una bufanda. Lo odió. Entró al dormitorio en ropa interior, su Dama de Compañía le quitó las enaguas, deshizo el corset con delicadeza. La Sra terminó con el portaligas y las medias.
   La Dama de Compañía abrió la cama y acomodó las almohadas.
   —Buenas noches, Sra.
   Escuchó puertas leves que se abrían y cerraban. El Sr Sarrestegui dormía en el cuarto contiguo, con una puerta al medio. Intentaba siempre, estaba cerrado con llave. Cuando ella miraba el picaporte subir y bajar inútilmente, lo odiaba.
   Tenía un camisón sugerente, abrió la puerta y se derrumbó en la cama. Abrió las piernas y el camisón, como un telón, se corrió. Él la miró con los mismos ojos que miró el pescado en la comida. Se desvistió, tiradores, camisa, camisetas, medias, ligas y dispuesto, ella levantó ambos pies y lo arrojó de espaldas, sobre el filo de la puerta. Lo odió. Miró el tajo, manando sangre, lo empujó al dormitorio y le arrojó toda su ropa sobre el piso.
   Cerró con llave. Durmió plácida como jamás.                                   
   Se enteró al día siguiente, lo odió.

lunes, 20 de febrero de 2017

UNA RECETA INFALIBLE

                                                                            

   Cuando Ud sienta que sus lágrimas terminaron. Era lo único que la acompañaba y ahora tiene el síndrome del ojo seco. Aunque en su depresión Ud decida bañarse, con espuma, vestirse como una regia y salir a ver qué pasa, recuerde que su depresión está acostumbrada a la soledad de catapulta. Escucha pasos, la sigue un hombre. Ud aminore la marcha, para mirar al seguidor. Una persona común, ni su cara, ni sus ojos, ni sus pilchas le dan a conocer un dato, uno nomás, que indique algún aspecto de su alma.
   Si la invita a una copa, Ud acepte. Una aventura está compuesta de elementos que se desconocen.
   Le puede ocurrir un imprevisto que humille. Ud mantenga la calma, como buena depresiva sabrá lo que significa la postura de quietud.    El tipo, a esa altura no será un hombre, llega a la esquina, le dobla el brazo y llena una bolsa de supermercado con sus zapatos italianos, su traje color malva de china town. Flashea con la ropa interior, se la quita con delicadeza, para no lastimarla, bueno, en realidad es para no Arruinar esos primorosos voladitos. Vuelva a su casa caminando, como si estuviera vestida. Cierre la puerta. Sienta un impulso sin freno, suba al auto y reconstruya el viaje de vuelta. El tipo no debe estar lejos, los tragos los paga Ud., él no tiene un mango.
   Está sentado en el cordón, tiene el bolso con sus cosas. El tipo le entrega la bolsa y llora, llora en exceso.
   Ud. Debe ser piadosa, el hombre está deprimido. Lléveselo a su casa y trate de solucionarle su depresión.
                                                           

domingo, 19 de febrero de 2017

LA PUERTA


   Espió por el ojo de la cerradura, no lo conocía, era un ladrón, si a ella no la visitaba nadie. Si no le abro me rompe la puerta y es nueva. Es lo único nuevo de la casa. Lo hizo pasar —Sos un ladrón, a pesar de mis noventa y ocho años, te parto este jarrón en la cabeza.
   Y se lo partió, se alegró, porque fue regalo de su suegra.
   Siguió con palos de golf sobre la espalda, encontró un martillo y le partió los dedos de los pies, con una maza le rompió las rodillas. El ladrón intentaba explicar. —No me dirijas la palabra, delincuente perverso.
   El hombre trataba de incorporarse tomado de la puerta —Ah, me querés robar la puerta que me mandó a hacer mi sobrino, por seguridad ¡Oh, qué seguridad!, una puerta.
   La de latón era lindísima, ahora tener que limpiar toda esta sangre, a mi edad.
   Ahí lo veo que se va, en cuatro patas, ya va por mitad de cuadra, suena el teléfono —Sí, soy yo, no sabés sobrino, gracias a tu puerta nueva, lo que me paso. No te preocupes, al tipo lo hice picadillo…
   Escuchó la voz enojada del sobrino —Tía, me volvés loco!, el Sr que te visitó hoy, es el que se encargó de hacer la puerta, con blindaje escondido, hoy te llevaba las cerraduras de seguridad ¿Qué le digo yo al tipo, ahora? ¿Qué le digo?? ¿Eeh?
   La tía respondió en voz alta —Decile que las puertas que hace son una mierda, cualquier ladrón entra como pancho por su casa. Traé la de latón, esa no falló nunca.
                                         

viernes, 17 de febrero de 2017

ALLEGADOS DE ALQUILER


   Todos los chicos que laburaban en la misma galería, recibieron el mensaje: Hola!! Amigos míos, lamento comunicarles que estoy en España, en las Baleares. Acabo de recibir un llamado, donde me entero que mi viejo murió anoche y hoy le hacen el sepelio. Tengo dos opciones, o viajo o le pago un entierro digno. Igual no llegaría a tiempo. Mi viejo no tiene parientes, ni amigos, sólo yo y no voy a poder estar. ¿Podrían ir en mi nombre? Les pido llevarle dos coronas de gladiolos, crisantemos blancos y rosas, eso se los pago, tranquis. Como va a estar la gente de la pompa fúnebre y de otros entierros conchetos, les pido que vayan de traje y corbata. Usen un auto cada dos, si consiguen con forma de cisne, mi viejo estaría encantado. Creo que es a las 11.30 horas. Corroboren con el diario, por las dudas.
   Un abrazo para todos de Tito Vayabre.
   —¿Vamos a ir? Qué plomazo, ni siquiera conocimos al padre, era un mal llevado y peor traído, dicen.
   —Por algo se fue Tito y no volvió más. Tenemos que ir igual, el viejo debe sentirse solo.
   —¡Pero si está muerto! Ya fue, los muertos no se sienten solos. Bah, no sienten nada.
   —Yo no fui al cementerio ni cuando murieron mis viejos y ahora tengo que ir al de alguien que no sé ni quién fue.
   Todos alquilaron trajes, ninguno tenía.
   Compraron las coronas y demás flores. Era un cementerio privado. Estaban prohibidas las flores, el jardín ya estaba decorado con vegetación en tierra. Hugo tuvo que decir unas palabras, fueron éstas —Que nuestro entrañable Tito Vayabre padre, descanse en paz.
   Rezaron el Padrenuestro salteado. Se persignaron al revés y volvieron todos juntos en el cisne negro. Las flores las pusieron contra las vidrieras de los locales. Ese día no trabajaron nada. La gente veía las coronas y pensaba en que alguien había muerto.
   Le escribieron a Tito, diciendo que habían hecho un día de duelo, tenían el entierro filmado. Lo mandarían cuando él restituyera el dinero invertido en los trajes alquilados y las flores.
                                                       

PELAR EL SUEÑO


   —Terminal!
   El chofer vio un pasajero dormido, le palmeó el hombro. Se despertó como si siempre hubiera estado despierto. —Chofer, me he pasado cuatro estaciones, culpa de la patota.
   El chofer preguntó qué patota. —La que me tiró al piso, me robaron, me hicieron este tajo y me…
   —Un momento Sr, fíjese si tiene todo lo que llevaba.
   Estaba el llavero, la billetera, documentos y celular.
   —Y en cuanto al tajo de la cara, yo no veo nada, trompadas ni el espectro.
   El pasajero se levantó y dijo —Tendrá que acompañarme a hacer la denuncia.
   Lo miró mal, el chofer. —Ud pretende que yo, haciendo catorce horas de laburo lo voy a seguir a la yuta. Cómo se reirán de su declaración y por ende de la mía.
 El hombre se acomodó el sombrero, subió camisa y corbata hasta el mentón, dejó que cayera a su aire. Fueron en el micro hasta la comisaría. El pasajero denunció los vejámenes a que fue sometido por una patota, que quiso robarle todo lo que llevara encima, explicó que por suerte tenía todo. En lo mejor apareció una mujer elegante y furiosa. —Éste, bueno para nada, que ven acá, es mi marido, es sonámbulo, puede sonambulear cuatro días seguidos y nadie lo nota. Apariencia normal, pero sus pensamientos avizoran incendios, bombas, fusilamientos. El vicio que tiene es subir a un micro sonambuleando, con la zarandaja del micro imagina situaciones. Queda tieso porque duerme hasta el final del recorrido.
   —Uds disculpen, Sres policías, no volverá a suceder.
   Cuando se fue quedó el chofer, que tenía la boca abierta, parecía para siempre.
—Si les cuento no me lo van a creer, pero fue así. Ella también es sonámbula y más de una vez me la he tenido que llevar a casa, se duerme conmigo y dice cosas que me vienen bien, yo manejo todo el día, si la Sra quería manejarme a mí, que se maneje. Igual es buena gente, aunque sean sonámbulos, peor ser negro, chino, judío, argentino, eso sí que es peor.
                                                           

jueves, 16 de febrero de 2017

ESPERA

  
   —¿Vos llamaste?
   Pensé que sería recibida con alegría.
   —Te pedí mil veces, a ver si se te graba, no me llames, yo me comunico con vos, ahora viajo de Noruega a Canadá. Te quiero.
   Cortó, no sé para qué me hago ilusiones, dice que va a venir y después no. Se ve que en medio de nosotros hay muchas convenciones, conferencias, comidas de negocios. Cambia su dirección todo el tiempo.
   No sé cómo hace, mañana Praga, pasado Estambul.
   Noto que en su apretada agenda, quedé chata en una foto.
   —¡Te volví a llamar! Me queda un espacio, recorro edificios grises y después no sé cuál escritorio visité. Tengo confusión de escritorios. No sabés las ganas de verte que tengo, si supieras cómo te quiero y extraño, así es la vida, ahí me llaman, empezamos. Cuando vaya te aviso y me contás de vos, que no sé nada.
   Cortó, mejor ¿Qué le voy a decir? Que el más grande está en rehabilitación por abuso de drogas. Que el más chico sufre de amnesia y no recuerda si asaltó el kiosco o no. Consulto abogado tras abogado, uno peor que el otro y las visitas diarias a la clínica. Desde ya le agradezco que nos mande dinero, para esto tan costoso y para vivir bien. Cambiaría esa seguridad por una visita suya. Él sabrá lo que hace, yo le entregué todo, mi conciencia está limpia.
   Lo vi en un noticiero, era él, lo buscaban por un faltante importante. Es un hombre importante. Casi exploto de orgullo, ahí llaman.
   —Llego el 24 a darte un abrazo y sigo.
   Preparé una comida, invité a todas sus conexiones, policías, ministros, Instituto de Personas Perdidas. Apareció en medio del ruidoso ágape.
   Se lo llevaron cuatro gendarmes, sin escatimar puntapiés. Es lo único que se escuchaba, los asistentes enmudecieron.
   Mientras él gritaba desde el piso —¡Mamá cómo pudiste hacerme esto. ¿Me odiás?
   Yo no entendía, si él era un hombre importante, qué mejor retribución que el faltante.
   Le espié la mochila, tiene miles de euros, seguro son para nosotros.
                                                                         

miércoles, 15 de febrero de 2017

EXTRAÑO

                                               
   Una posibilidad es que le haya dado un ataque repentino de lucidez. Se sentaba en la misma mesa todos los días, abría las carpetas y con un dedo pedía un café. Escribía sin levantar la vista. Fumaba tres cigarrillos, juntaba sus hojas y partía. Dejaba dos pesos de propina.
   Un día se sentó, abrió las carpetas, no pidió un café, no levantó el dedo. Cerró las carpetas, revisó sus bolsillos y sacó dos monedas que depositó en la mesa. Fue al baño. Había mucho trabajo, ese día y cuando reparé, habían pasado dos horas y el hombre de las carpetas no regresaba. Fui a mirar al baño, pendía de un ventanuco. De los cordones de los zapatos.
   Junté las carpetas, las llaves, las lapiceras y los dos pesos. Toqué un sólo timbre y atendió una mujer triste, por atrás asomaba un joven igual de triste. Me hicieron pasar, jugaban a las cartas y yo ahí parado. Ellos seguían con los naipes. Pedí permiso y les puse las cosas del señor encima de las cartas. El joven tomaba las carpetas con dos dedos y las tiraba en un cesto. Las llaves se las guardó en el bolsillo y los dos pesos me los extendió: “ Esto es suyo.”
   Lo dijo con voz glisada. Ella reacomodaba las cartas, me miró de reojo y murmuró al joven: “ El mozo será el único que lo va a extrañar, ¿no m’hijito?”
                                            

martes, 14 de febrero de 2017

HACELO POR MÍ


   Hoy debía presentarse en la casa de Jael. Imaginó la escena y no le gustó su personaje. Los padres arreglaron que debían conocerse y luego debían, lo que hace la gente supuestamente normal.
   León fue conducido a una sala austera, con toda timidez, Jael, apareció vestida de misal. Él la miró con desdén. —Vas a misa, estás de luto, se murió el gato…                                   
   Jael sorteó el mal chiste —¿Querés una taza de té?
   Él saltó levitando y a los gritos —Detesto el té, me recuerda al jugo de estropóleo, membranas isabelinas, jugo de ojo chino. Me da asco y náuseas.
   —Bueno, ya mismo te preparan café ¿Lo querés dulce o amargo?
   Contestó —Amargo y recién molido. Para el café, elixir de los que lo tomamos, se debe echar primero el café y luego el agua, un equilibrio perfecto, si luego se licúa todo junto y se vierte con levedad insoportable.
   Jael, hasta ese momento mantuvo su cordura, se le desmadró.
   —¿Pero vos quién te pensás que sos? Yo me visto de negro porque me gusta, no estoy de luto. Lo que sí es cierto es que murió mi gato. Sin consultar a mis padres, ni a la anuencia Taoísta, decidí no casarme con vos ¡Enano capitalista y burgués! ¡Go home!
   Subió a contarle a su padre, que debía estar expectante. Escuchó sus pasos y preguntó —¿Qué tal? ¿Pasó algo, querida?
   Le dijo —Era un hombre desagradable, adicto al café e irrespetuoso con los atuendos ajenos…y barbaridades imposibles. Lo eché, acá no entra más.
   El padre la miraba con los ojos abiertos como lunas llenas y cuando venía la bofetada Jael corrió de un lugar a otro, el padre la perseguía mientras de su boca salían sapos y culebras. Jael salió de la casa y se escondió en el jardín, cuando el corazón le llegó a la cabeza cayó en el pasto y pensó, dos Castillos en Europa, un Petit Hotel en Bs As., un Astillero en Grecia, tres aviones, dos islas que llevan su nombre en medio del Atlántico y más. Son burgueses capitalmafiocráticos.
   Lo que no entendía era lo de su padre. ¿Valía tanto el candidato, para hacer semejante alaraca?
   De allá lo escuchó, insultaba al mundo y la siguió buscando. Jael, escondida, seguía sin entender a su padre.
                                                    

lunes, 13 de febrero de 2017

NO HAY DE QUÉ


   Es el tercero que lee, siempre le parece —Sí…está lindo.
   Se cree el dueño del conocimiento, se arroga el derecho de criticar mis textos, con la libertad de lo propio. Ayer me saqué —¿Te pensás que es fácil? Lo hice. Ya está. Si no te gusta, escribilo vos.
   Lo tomaré como un desafío, aunque no me fío. Si no le va el cuarto, estoy frita. Despedí los chicos, los arropé y esta vez se olvidaron del cuento, santos luminosos. La noche es el espacio de escribir, subo diez escalones y la mesita, tiene la luz prendida y la pata corta arreglada con un suplemento tallado a mano, me levantó el humor, las hojas no me lastimaron los ojos, la birome se está conectando. Hay un problema en los contactos. Camina en medias, lo solucionó. Me molesta que ni “permiso”.
   Es gentil con el sanitario, siempre primero yo, después le toca a él ducharse, le saco el turno porque mientras él se baña yo tiendo camas, lavo ropa. Me visto, me peino y él sale con su bata de filántropo en medio del vapor, hablando en difícil. Hace ruido cuando tomamos café, me disgusta. Por suerte los chicos están listos, larga el ruidoso café y sale, lleva a los chicos y labura. Es una bendición que se vayan todos. Ahora sí me siento a escribir, el sol me da en la nuca, el mejor masaje de la tierra. Pongo un almohadón sobre el escritorio, no terminé de apoyar la cabeza y me ensueño.
   Es la hora de la comida, llegan con gritos triunfales, brindan tributo al plato del día. No queda nada para la noche. Me encierro después de diez escalones. No se me ocurre nada, los machetes bien, ¿Pero dónde van? ¿Quién lo dice? ¿Por qué?...
   —No escribí nada, es como una…como una…
   —Como una frustración, te sentís frustrada.
   —No es una frustración, son muchas, que me digan “tá lindo”, escuchar ruido a café deglutido, que tarden tanto cuando hay un solo baño, las comidas.
   —…
   —Me parece que voy a escribir algo acerca de la frustración.
   —No se te ocurra usarme de personaje, la gente va a decir, ahí viene el boludo que se banca a la loca.

domingo, 12 de febrero de 2017

GEORGIE


    Mi abuela se mudó a dos cuadras. Hace tres años lo encontré y me invitó a tomar café, sacó mi trenza, que de torpe, se hundió en la taza. Fue una tarde muy agradable, pensé mucho en él, por su profesión y su alegría. Él tenía la alegría para adentro y una máscara triste por fuera, que se iluminaba cuando sonreía. Esta vez me disfracé de persona, tenía una pollera kilt nueva, camisa blanca recién planchada y una corbata escocesa como la pollera. Me esmeré en mis trenzas, peiné mis pestañas con el cepillo de dientes y mandé hacia arriba las cejas, olvidé lavarme los dientes.
   Coroné mi cabeza con un canotier de mi abuela.
   Toqué timbre y nada, esperé, mi madre dice que se toca otro, luego de un espacio prudente. Abrió él, en cuerpo en alma y bastón. —Niña, estás perdida, aquí no es.
   —Sí, Sr. Es aquí.
   —Perdona pero no esperaba a nadie.
   En eso tenía razón, debí acordar esta visita por teléfono. Le extendí la mano —Es la segunda vez que lo visito.
   Él se tomó el mentón —Olvidé tu nombre, disculpa.
   —No se olvidó, nunca se lo dije, no tiene importancia, Virginia es mi nombre. Sr Borges, esta segunda vez quiero hablar en privado, usted dirá cuál es su recibidor.
   Dijo que me sentara allí, donde estaba, dijo que el lugar es donde uno está.
   —Borges, voy a suprimir lo de Sr., porque nos avejenta. Su profesión no es escribir, ahora le hablo con conocimiento de libro, no entiendo sus escritos, empiezo uno y lo quiero terminar enseguida. Si hasta Ud mismo declaró que nunca vuelve a leer lo que escribió. Yo lo comprendo, es un aburrimiento bárbaro. Mi tío Horacio, que es el sabio de la familia, dice que usted es un genio, que todos lo envidian, por eso no le dan el Nobel. Aunque yo no lo entienda, sus cuentos tienen música y colores. Se me ocurrió una idea. “EL PIANISTA , BORGES” y la segunda “EL PINTOR BORGES”.
   —Virginia, tus ideas son un elogio, amo la literatura, me gustaría que mis libros tuvieran color y pentagramas.
   —Deduzco que le resultará difícil divorciarse del “ESCRITOR BORGES”.
   Yo me comí tres alfajorcitos de maicena, le hablaba con la boca llena y le tiraba miguitas. Tomé tres tazas de chocolate, él se reía de mis virtudes. Comer y hablar al mismo tiempo.
   Una corriente fría perforó el fuego de la salamandra.
   Apareció una mujer japonesa, vestida de mejor alumna, acomodó la bufanda de Borges y le dijo algo en inglés. Se retiró sin saludar, igual que cuando entró. —Es mi acompañante y se llama María, antes que me preguntes.
   Le dije que me pareció una persona encantadora.
   —Desde luego, si no fuera por su ayuda, dejaría de conocer el mundo.
   Ya cerraba el día, me despedí, le di un beso en cada mejilla y le regalé el canotier.
   —¡Esto es una reliquia! Gracias, hija.
   Había una puerta entreabierta, la Japonesa espiaba con ojos de espada.
   Cuando dejé el edificio pensé que Borges debería conseguir otra acompañante, ésta no le iba.
                                                                             

sábado, 11 de febrero de 2017

PSICOLOTODO


Sra Idishe —Me dan miedo los aviones, antes existían las llamadas curas de sueño, podíamos dormir quince días consecutivos y después…
Psicolotodo —A mi parecer, Idishe, usted le teme a Aerolíneas Argentinas, nos sucede a todos pero hay que usarlos ¿Piensa que es mejor ir en auto?
Sra Idishe —Todos los autos en Argentina me dan miedo, por lo de mis padres, mis tíos, mis primos. Usted vio, lo que a otros sucedió le queda improntado.
Psicolotodo —No todas las flechas fueron a parar al mismo indio. Idishe. Reflexionemos.
Sra Idishe —Por fin se activó. ¿En qué clínica me hace la cura, hasta que él regrese?
Psicolotodo —Me complica porque, las hay de noche y de día. Le aplicamos las inyecciones dormitales por la noche y el resto del día ¿Qué hacemos?
Sra Idishe —No, qué hacemos no. No sé usted, pero yo con usted no haría nada. Es terapia individual.
Psicolotodo —Dígame, Idishe, Cuando vuelva el grandulón, con la noticia del viaje a Noruega. La tengo que dormir tres meses?
Sra Idishe —Si no es así, me mato. Como hicieron mis abuelos, mis tías y mis hermanos. Cortar el dolor, no sentir más puñaladas en el corazón.
Psicolotodo —¡¡Bueno basta!! También es hijo mío, admito que lo mío es mala praxis, pero yo soy de los que piensan en su flia y su bienestar.
Sra Idishe —No puedo creer que es el padre de mi hijo.¿Está seguro? Yo no lo recuerdo, el chico nunca tuvo padre.
Psicolotodo —Sí, es así y hoy dormís conmigo, como siempre y no quiero lágrimas de cocodrilo. Después hay que cambiar las sábanas y yo no estudié para eso. Nos vemos el jueves. Dejamos acá.
Sra Idishe —Un momentito, no tenemos hijos. Estamos casados, es cierto, pero para verte alguna vez tengo que pedir turno, un día por semana, cuarenta y cinco minutos. No hubo tiempo ni de hacer un bebé.
Psicolotodo —Mi profesión es así y si no te gusta cambiá de Psi, me aburren tus peroratas mendaces. Más que un cuento de Borges, que es mi pastilla favorita para dormir.
                                            
                                                                     

viernes, 10 de febrero de 2017

TÊTE À TÊTE

                                                
   —Con todas las protestas que deberíamos hacer, ésta me parece un exponente más de la estupidez humana.
   Silvia escuchaba y asentía los argumentos que tenía una de las habitantes del edificio. Se conocían del ascensor, el espacio donde todos callan y se dan la espalda como una consigna.
   Le pareció que Sofía tenía formato de convicciones, tal vez insistiendo por el lado de los derechos de la mujer —Pensá en nuestros derechos siempre avasallados, si nos acompañás le darías más prestigio a la protesta.
   Sofi dijo que ella era Socióloga y tenía una concepción diferente del mundo.
   —Yo no estudié para sacarme el corpiño y revolearlo en el Obelisco. Te voy a contar una historia, Silvia, se refiere a cómo paso mis vacaciones, somos un grupo de dos parejas y tres amigos. Nos encanta una playa que quiere decir “El viento que despierta”. Virazón, tiene médanos solitarios donde a los dos kilómetros no hay bañeros ni turistas, tomamos sol en bolas y nadamos sin interferencias de elásticos y trapitos. Nunca nos miramos como presas al acecho, nos vemos como totalidad y la desnudez nos unifica.
   Nadie nos dice que no hay que nadar de noche, ni podemos comer desnudos. Los últimos días nos parecemos al hombre de las cavernas. Regresar nos pone mal a todos. Salimos cuando el sol se va. Vestidos.
   Silvia preguntó dónde quedaba esa playa —Esa playa queda cuando el viento te despierta y caminás por el mundo, lo estudiás sin libros, en vivo y en directo. Trabajás, te comprás una moto, la ponés en marcha y ella que sabe, te deja en Virazón. 
                                                 

jueves, 9 de febrero de 2017

ONE BY ONE


   Se olvida, soy la única nieta que la visita, vemos teleteatros y tomamos el té. En ella hay una distancia infinita conmigo, yo la siento. Me llama Adela, la Abuela, y soy Ofelia. La dejo preguntar en qué grado estoy, pregunta que comenzó a mis siete años, me felicita por haber terminado el secundario y voy a segundo del primario.—Muy bien Adela, sigue así.
   Como ponen las maestras de despedida en el boletín.
   Los domingos me regalaba una moneda de un peso. Sentía culpa por odiarme tanto. —Adela no te enojes, no sabe que soy Ofelia.
   La Abuela conducía a Ofelia a otro cuarto —Mi nieta predilecta, Ofelita, no necesitás que te paguen para estudiar.
   El odio en mi familia es intermitente, crece de lunes a sábado y el domingo estalla. Vamos al almuerzo, mi hermana, mis primos y la caterva de padres ausentes, no es que falten, no se hablan entre ellos y juegan competencias al “Mamita te quiero” con mi Abuela. A los doce me felicitó por tener el título de abogada. —Igual te doy el peso, por las dudas.
   Abrazaba a su nieta Adela y decía, —Vos sos autodidacta, no necesitás un peso. Ofelia sí porque es morocha subida, fue una desgracia su advenimiento. En la familia somos todos rubios de ojos claros. Fijate su madre, una mujer ordinaria, por cierto, pero es rubia y linda. Ahora estoy en el cementerio, veo cómo suben a mi Abuela en un ascensor patético. Allí la instalaron. Todos se fueron y quedé sola, mirando el piso.
   Escuché del tercer estante de mi Abuela. Yo observé cómo se deslizaba una moneda angelada, de un peso, que cayó a mis pies.
                                                         

miércoles, 8 de febrero de 2017

ORÁCULO

                                          
   Quería ser jefe de Estado y acá estoy, elegida en democracia y demos gracias, son chorros.
   No les quedó otro camino, o ellos o yo. Tengo un equipo inteligente y audaz, la ayuda es mutua. Antes de asumir quise limpiar los tres poderes.
   Dura tarea, estaban petrificados en sus lugares, los sacamos de prepo, sin prepotencia, las pruebas eran irrefutables. —Muy bueno lo tuyo, Dra Carnesoja.
   Le agradecí, es mi mano derecha y un excelente estratega. Tengo privilegios que rechazo. Viajo a dedo, al lugar que sea, de paso conozco la gente y su hambre, sus desdichas —No hay trabajo, Jefa, si ustedes no mueven seguiremos varados.
   No sé qué cara puse, pero terminó él por consolarme a mí —Hay que tener esperanzas, Jefa, mire lo que hay  y lo que no hay, hay que hacer balance.
   Llamé a Toro, mi mano derecha. Lo invité a departir en casa. Ninguno de nosotros tenía custodia, era más confiable. —Carnesoja, no hay que olvidar que nos robaron todo, tenemos agujeros oxidados y se agrandan.
   Toro la miraba partir, en el Di Tella que heredó de su padre.
   En una reunión con la Jefa, decidieron los vuelos de corruptos, se prepararon enormes redes donde amontonaron los latrocidas. Largaron las redes en las inmediaciones de las Seychelles. Se usaron aviones de los setenta. La Jefa, por cuenta propia, expropió campos, countrys, palacios de gente que vivía en Europa y todo lo que pudo en sólo 24 hs. Su equipo apoyó a la Sra Carnesoja. Algunas necesidades se cubrieron, pero la manta no alcanzó.
   —Toro, vos que sos visionario, ¿pensás que esto cambiará?
   Él miró el cielo y como un poeta dijo —NO—.
                                                                

martes, 7 de febrero de 2017

DULCE, LIBERAL Y VULNERABLE

                                                                    
   No los soporto. Cuando tocan el timbre de servicio y sé que son ellas, les doy el buen día, ellas se quedan quietas como estatuas, las rocío con Espadol Desinfección Total, aerosol para piojos en el pelo y baño con lavandina de manos y pies. Esa tarea la realizan ellas, yo controlo. El pelo tomado con un pañuelo y los uniformes blancos. Les gusta a las siervas trabajar aquí, tanto lujo las apabulla. Nacieron para limpiar y cocinar como todos los pobres. Son felices en sus casa de cartón trapos y chapas, no sé porqué protestan por la falta de agua, electricidad, comida y montones de objeciones solucionables con lo que tienen.
   Pueden ducharse cuando llueve, juntar agua para baños posteriores. Hay charcos con barro, todo un tratamiento de belleza si se revolcaran dentro. Haraganes genéticos, no les gusta trabajar y menos si les pagan poco, es incomprensible, poco es  más que nada. Tienen el recurso de las bolsas de residuos, sacan porciones impecables de restoranes del gobierno de turno, botellas de gaseosas por la mitad. Si lo pienso, comen mejor que yo. Y se quejan. No son capaces de hacer yoga o pilates o correcaminatas, se hacen los cansados. Escucho martillazos en living nro 5 de mi casa. Llamo a las tilingas y pregunto
—No se preocupe Señora Dulce Liberal, son obreros de la construcción, están haciendo aberturas para las habitaciones de su enorme casa. Para una persona, sola como es la Señora, nos pareció injusto para usted misma.
   La Mucama dijo —Hace tiempo que hicimos nuestros planes de vivienda. En su casa pueden vivir diez familias. Luego seguiremos creciendo con otros palacetes de la zona, hasta completar todos los planes de vivienda. Algunas serán alquiladas, esas entradas nos permitirán alimentarnos y mandar los chicos a la escuela.
   —Y yo que soy la Señora Dulce Liberal, Martínez de Hoz, dueña de todo esto. ¿Qué hago?
   Siguió la Mucama —Vivirá al otro lado, no podremos mirarnos, por los muros XXXL que construyeron ustedes mismos.
   —¿Cómo me alimento? ¿Dónde duermo? Y lo demás.
   Habló la Cocinera  —Hay bolsas de residuos con porciones de comida, exóticas, que provienen de fiestas de ricos, como gusta la Señora. Para vivir le dejo mi propia casa, de fuertes latones y cartones plásticos, todo un lujo, no me va a decir. Allí podrá hacer yoga, pilates, su vida de costumbre.
   —Nada cambiará Señora Dulce Liberal. Lo único que le dará miedo, será comenzar a pensar distinto. Tener insomnio y odiar a los ricos.
                                                          

lunes, 6 de febrero de 2017

DESTINOS LEJANOS

                                
   Rulo tenía como cuarenta y tres y vivía con sus padres.
   Cuando comprendieron que no se iría nunca, le construyeron un bulín en el fondo. Él trabajaba para Gobierno, es algo que nunca digirió. Lo usaban como ordenador manual —Rulo, de la página veinte a la setenta, de esta pila, los quita y los quema, el resto queda encarpetado.
   Sentía que sus jefes no eran dignos. Hacía horas extras, no tomaba ningún franco y laburaba en vacaciones.
   Ahorró hasta comprar un Unicooper descapotable, el auto más caro del mercado. Olvidaba como niño, en un negocio de tragos mejicanos tomaba margaritas con sombreritos masticables, hasta ver al barman multiplicado por ocho. Salió confundido en tiempo y espacio. Comenzó a manejar y daba vueltas en redondo una y otra vez. El viento en la cara, los árboles, las pérgolas glicinadas, los bancos enamorados. La única Plaza donde la Policía, ante el exceso de velocidad, sacaba un aparato para medir alcohol en sangre. Lo pararon, uno le pidió los papeles y los otros rodeaban el auto con admiración y respeto (por el auto).
   —¿Sabe General? Me los dejé en lo de alguien, pero no se preocupe que mañana aparecen.
   Le hicieron el dosaje y había tomado tanto que el aparato medidor llegó a la cima y reventó. Subió a un patrullero mientras el General manejaba el Unicooper. Se escuchaba cada vez que los pasaba —No saben lo que es esto ¡Miren la capota!, todo es digital.
   Rulo pensaba que si el General le rompía el Unicooper, lo denunciaba al O.Í.M.E., Dieron una vuelta cada uno y lo llevaron a su casa. Lo dejaron tirado en el jardín, con el auto al lado. Rulo despertó por la lengua de su perro y los hocicazos afectivos inmundos.
   Recibió una citación policial, judicial y financiera. La madre salió con un café y un triángulo de pasta flora. —Hijo, después del desayuno, pienso que es conveniente que te vayas, no es necesario que vuelvas, nosotros te queremos igual.
   Subió al Unicooper, bajó la capota y salió a mil. Sin querer tocó un botón y empezó a volar, aterrizó en un lugar preciso, él no supo bien dónde, pero había más de tres manzanas de boliches con margaritas de diferentes colores. Con ese auto jamás le pidieron documentación y hasta en los desfiles militares se abrían para dejarlo pasar, luego le hacían la venia.  
                                              

domingo, 5 de febrero de 2017

INVASIÓN CONTEINER

                                                     
   Estaba triste de tanto estar triste y eso me ponía más triste. Estacioné, no quise seguir, la música del auto me llevaba, me hacía volar, después me depositó suave en mi butaca. Se cortaron los armoniosos sonidos con una propaganda de salame.
   Apagué justo cuando los vi, era una pareja joven que caminaban simbiótico. Saqué la filmadora y mis ojos fueron la lente. La chica se detuvo mirando las baldosas, él caminó hasta el conteiner de una obra, tenía más basura que escombros. Metió la mano varias veces, sacó un carrito de bebé, oxidado pero con ruedas, media escalera partida y volvió con su mujer. Rodeaban el carrito con ternura,  ella lo tomó de la manija y él depositó la escalera partida. Caminaban despacio, ella se puso de perfil, tenía un melón en la panza. Volví a manejar hasta otro conteiner donde había menos escombros que bolsas de residuos. Pasó un señor planchado y peinado, algo encorvado, abrió una bolsa y en su vieja bolsa depositó tres tomates, el más viejo lo dejó en la cuneta, tres bananas que lo hicieron sonreír,  desde acá veo que son frescas y dos paltas. Siguió caminando más erguido.
   Recordé el conteiner de la calle principal. Iba una anciana con cara de jubilada y vestida de jubilada.
   En una bolsa abierta asomaban dos camperas que fueron azules y un guardapolvo a cuadros.
   El camino de los conteiners, era infinito y sus visitantes se multiplicaban. Trabajé una semana, muchas veces soñaba que era escombros y las bolsas pesaban, no podía respirar. A la filmación no le saqué ni agregué nada. Tengo un amigo telemático en Toronto. Él y otras personas vieron el mediometraje. Me invitaron a tener una charla con ellos, eran directores Overground  y tuve vergüenza.
   Gracias a ellos participé en el Festival de Toronto y gané el Primer Premio de Mediometraje Testimonial.
   Luego llegó el Champán y una propuesta. Sucedía que en un lugar del primer mundo, como ellos, iban incrementando conteiners con menos escombros que residuos. Querían que filmara con toda libertad los conteiners de siete localidades. El tema era las diferentes personas que tomaban elementos de las bolsas. Con mi anuencia, pasaron ambos testimonios en Colegios y Universidades.
   Mi regreso fue notable, sobrevolando Buenos Aires no se veían ni edificios o autopistas, sólo conteiners, la cifra se asemejaba al infinito y las personas que de ellos vivían parecían hormigas resignadas, hacían fila. Pensé que la tristeza había abandonado mi cabeza. Pero al ver aquello, por tristeza, compré un conteiner, lo invertí y ahora es mi casa.
                                                         

sábado, 4 de febrero de 2017

DAÑOS COLATETALES


   —Las mujeres fieles a las modas más que a sus maridos, usan caretas imposibles de extirpar. En las cirugías se corta, se cose y se sufila.
   —Bueno, si no te gusta le pedís que se agregue arrugas, código de barras en su boca, ojos que casi no se ven, los párpados caen, las bolsitas se inflaman y la papada llega al esternón.
   —Viste cómo es Cinty, la careta joven no le pega con los colgantes pielíferos. Me di cuenta la última vez que hicimos el amor, es blanda como un pescado. De esto ella no sabe nada, es autoexigente, compraría un bisturí, se encerraría en el baño con la caja de costura. La encontraría muerta en un charco de sangre, después sería  sospechoso principal.
   —La mía tiene operada hasta las axilas, está hecha una pendeja. No lo hizo por mí. Me ignora. Le encanta que la miren, que la sigan. La encontré tomando una copa con un pendejo creatinado, un lomo anabólico tenía el pibe. Me acerqué a saludar, podés creer que me presentó como su padre.
   —Bueno, le dio un ataque de volver al pasado y se está poniendo al día…
   —Coincidirás conmigo en que es una putada.
   —¿Es puta?
   —No, che, es una señora, a pesar de jugar a la nostalgia y los novios jóvenes. No la necesito, hace tanto que no…que…no…que no.
   —Por algo somos gemelos, a mí también, hace tanto que no…que…no…que no. 
                                                                               

viernes, 3 de febrero de 2017

QOM

                                  
   Hay dos preguntas que no deben hacerse, cuántos años tenés, cuánto ganás. Una negación numérica. A cualquier tribu no contaminada por el hombre civilizado, dice su edad con orgullo. Si es joven, por ser buen cazador, buen guerrero o navegante, según su ubicación geográfica. Ser viejo es un orgullo.
   A la pregunta cuánto ganás, está demás hacerla, no entenderían el significado de ganar, hacer fortuna y todas esas boludeces. La tecnología impidió que el hombre crezca por sí y al sistema perverso le conviene la igualdad de pensamiento. Gana más. A veces saber mucho nos hace poco felices, saber poco viene bien para la cola del banco. La gente ignora los campos de concentración, piensa que el castigo es tan natural como una papa.
   Amo a los Qom, que todavía habitan zonas amazónicas, donde las transcavator todavía no operan. Son verdaderas vacaciones los Qom, hablan poco, pero conocen el idioma de los pájaros. Yo voy sola, conozco un viejo que me lleva todos los veranos a las inmediaciones. La última vez vino conmigo, tapamos el jeep con plantas epesas. Él sentía culpa por haber tomado un trabajo con motor. Venía de otras tribus Tobas, así les dicen los civilizados y fue bien recibido. Qom quiere decir nosotros.
   Al día siguiente de mi llegada, yo tejía festuca, con los pies en un arroyo. El viejo estuvo con los hombres hablando de nuevos hongos, El Qom venido de otro lado los escuchaba con párpados tristes. No quiso contar los destierros, las muertes y sus lugares avasallados. Cuando terminaba mis tareas, lo iba a buscar y salíamos a selvatear. La tribu pensaba que éramos novios. En una comida general hablé de corrido su bello idioma y dije que ese Qom podría ser mi padre, no me gustaban los chismes, no sabía cómo se decía chisme, hice la mímica y se rieron mucho. Ellos para mí son una fiesta y un ejemplo utópico, yo para ellos soy una visita.