—¿Vos llamaste?
Pensé que sería
recibida con alegría.
—Te pedí mil
veces, a ver si se te graba, no me llames, yo me comunico con vos, ahora viajo
de Noruega a Canadá. Te quiero.
Cortó, no sé
para qué me hago ilusiones, dice que va a venir y después no. Se ve que en
medio de nosotros hay muchas convenciones, conferencias, comidas de negocios.
Cambia su dirección todo el tiempo.
No sé cómo hace,
mañana Praga, pasado Estambul.
Noto que en su
apretada agenda, quedé chata en una foto.
—¡Te volví a
llamar! Me queda un espacio, recorro edificios grises y después no sé cuál
escritorio visité. Tengo confusión de escritorios. No sabés las ganas de verte
que tengo, si supieras cómo te quiero y extraño, así es la vida, ahí me llaman,
empezamos. Cuando vaya te aviso y me contás de vos, que no sé nada.
Cortó, mejor
¿Qué le voy a decir? Que el más grande está en rehabilitación por abuso de
drogas. Que el más chico sufre de amnesia y no recuerda si asaltó el kiosco o
no. Consulto abogado tras abogado, uno peor que el otro y las visitas diarias a
la clínica. Desde ya le agradezco que nos mande dinero, para esto tan costoso y
para vivir bien. Cambiaría esa seguridad por una visita suya. Él sabrá lo que
hace, yo le entregué todo, mi conciencia está limpia.
Lo vi en un
noticiero, era él, lo buscaban por un faltante importante. Es un hombre
importante. Casi exploto de orgullo, ahí llaman.
—Llego el 24 a
darte un abrazo y sigo.
Preparé una
comida, invité a todas sus conexiones, policías, ministros, Instituto de
Personas Perdidas. Apareció en medio del ruidoso ágape.
Se lo llevaron
cuatro gendarmes, sin escatimar puntapiés. Es lo único que se escuchaba, los
asistentes enmudecieron.
Mientras él
gritaba desde el piso —¡Mamá cómo pudiste hacerme esto. ¿Me odiás?
Yo no entendía,
si él era un hombre importante, qué mejor retribución que el faltante.
Le espié la
mochila, tiene miles de euros, seguro son para nosotros.

No hay comentarios:
Publicar un comentario