martes, 21 de febrero de 2017

ELABORAR EL ODIO


   Sara Sarrestegui, con fastidio, lo esperaba. El Sr Sarrestegui estaba sentado a la mesa, en el lateral, apretando el timbre una sola vez. De una esquina entró la cocinera y por la puerta de dos hojas apareció la Sra, ocupó un lugar, frente a su marido. Fue servida la Sra y luego el Sr, la cocinera desapareció en la oscuridad, pero conservando su lugar cerca de las fuentes. La Sra observaba a su marido comiendo con educación, lo odió, cuando miró que los bocados eran sucesivos como un molino de viento, cada tanto tomaba un traguito de vino con ruido, cómo lo odiaba. Los contó, cada tres masticaciones, vino. No le preguntó cómo había pasado el día. Ningún comentario de la comida primorosa. Ni buenos días, ni un beso. Lo odió.
   Él se levantó lentamente, tomó su monóculo y fue coptado por el texto. La punta del vestido de la Sra Sarrestegui quedó dentro de la chancleta de su marido. Él caminaba rumbo al escritorio y el vestido de ella se desenvolvió tanto que él usó un buen trecho para improvisar una bufanda. Lo odió. Entró al dormitorio en ropa interior, su Dama de Compañía le quitó las enaguas, deshizo el corset con delicadeza. La Sra terminó con el portaligas y las medias.
   La Dama de Compañía abrió la cama y acomodó las almohadas.
   —Buenas noches, Sra.
   Escuchó puertas leves que se abrían y cerraban. El Sr Sarrestegui dormía en el cuarto contiguo, con una puerta al medio. Intentaba siempre, estaba cerrado con llave. Cuando ella miraba el picaporte subir y bajar inútilmente, lo odiaba.
   Tenía un camisón sugerente, abrió la puerta y se derrumbó en la cama. Abrió las piernas y el camisón, como un telón, se corrió. Él la miró con los mismos ojos que miró el pescado en la comida. Se desvistió, tiradores, camisa, camisetas, medias, ligas y dispuesto, ella levantó ambos pies y lo arrojó de espaldas, sobre el filo de la puerta. Lo odió. Miró el tajo, manando sangre, lo empujó al dormitorio y le arrojó toda su ropa sobre el piso.
   Cerró con llave. Durmió plácida como jamás.                                   
   Se enteró al día siguiente, lo odió.

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