Hoy debía
presentarse en la casa de Jael. Imaginó la escena y no le gustó su personaje.
Los padres arreglaron que debían conocerse y luego debían, lo que hace la gente
supuestamente normal.
León fue
conducido a una sala austera, con toda timidez, Jael, apareció vestida de
misal. Él la miró con desdén. —Vas a misa, estás de luto, se murió el gato…
Jael sorteó el
mal chiste —¿Querés una taza de té?
Él saltó
levitando y a los gritos —Detesto el té, me recuerda al jugo de estropóleo,
membranas isabelinas, jugo de ojo chino. Me da asco y náuseas.
—Bueno, ya mismo
te preparan café ¿Lo querés dulce o amargo?
Contestó —Amargo
y recién molido. Para el café, elixir de los que lo tomamos, se debe echar
primero el café y luego el agua, un equilibrio perfecto, si luego se licúa todo
junto y se vierte con levedad insoportable.
Jael, hasta ese
momento mantuvo su cordura, se le desmadró.
—¿Pero vos quién
te pensás que sos? Yo me visto de negro porque me gusta, no estoy de luto. Lo
que sí es cierto es que murió mi gato. Sin consultar a mis padres, ni a la
anuencia Taoísta, decidí no casarme con vos ¡Enano capitalista y burgués! ¡Go
home!
Subió a contarle
a su padre, que debía estar expectante. Escuchó sus pasos y preguntó —¿Qué tal?
¿Pasó algo, querida?
Le dijo —Era un
hombre desagradable, adicto al café e irrespetuoso con los atuendos ajenos…y
barbaridades imposibles. Lo eché, acá no entra más.
El padre la
miraba con los ojos abiertos como lunas llenas y cuando venía la bofetada Jael
corrió de un lugar a otro, el padre la perseguía mientras de su boca salían
sapos y culebras. Jael salió de la casa y se escondió en el jardín, cuando el
corazón le llegó a la cabeza cayó en el pasto y pensó, dos Castillos en Europa,
un Petit Hotel en Bs As., un Astillero en Grecia, tres aviones, dos islas que
llevan su nombre en medio del Atlántico y más. Son burgueses
capitalmafiocráticos.
Lo que no
entendía era lo de su padre. ¿Valía tanto el candidato, para hacer semejante
alaraca?
De allá lo
escuchó, insultaba al mundo y la siguió buscando. Jael, escondida, seguía sin
entender a su padre.
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