miércoles, 19 de mayo de 2010

LUZ Y CÁNTAROS

Cuando cumplió tres años tuvo su primer ataque de epilepsia, apagó las velitas y la aplaudieron, protestó elastizado, había que esperar, dormía un rato y despertaba como si tal.
Creció y quiso una plataforma en el laurel más antiguo del monte. Por su problemita, se le concedía todo.

El padre realizó la plataforma. Desde allí molestaba con un espejito, a cualquier persona, animal o cosa. Miraba el cielo mientras sus hermanas olvidaban su existencia.
Un peón encontró una soga, con un nudo de ahorque, en el árbol de Adela. Su madre mandó cortar la soga y juntar todas las sogas, hilos, bufandas largas y trasladar todo a un almacén lejano. Cuando Adela miraba con fascinación la medicación de su madre y la aplaudía tras la última toma, decidieron juntar todos los remedios, pociones polvos, venenos de hormigas y otros insectos, para esconderlos en el sótano. Cuando Adela se aburría, que era el día completo, se asomaba al aljibe para mirar su propio reflejo. Iba todos los días. Sus padres mandaron cerrar el pozo y todo lo que tuviera más metros abajo del piso.
Adela se daba cuenta cómo movilizaba la familia cuando detectaban con qué se le ocurriría matarse.
Se dio cuenta que hasta a sus hermanas les importaba.
Llovía, durante el almuerzo las chicas se sentaron empapadas. El padre, sin mirar dijo que faltaba Adela. Corrieron todas a la ventana y los padres a la galería.
Venía del monte Adela, parecía un ángel, tenía un ropaje blanco y el agua no la mojaba, saludó con la mano a mitad del trecho. Nunca había saludado a nadie. Caminaba y tiraba besos con pasos cortos. Un rayo venido del monte cayó cerca de Adela, más que cerca, entró por su cabeza y salió por sus pies. Logró despedirse, antes de ver su sueño realizado.

jueves, 13 de mayo de 2010

HOMICIDA BIC

El agua corría pegada al cordón. Una birome voladora cayó en el líquido móvil, mi primer desafío, pescarla con dos dedos. Un chico la esperaba con ojos de haber perdido un celular. Era transparente, le quedaba poca tinta y la punta plástica destrozada.
El chico dijo: - Gracias, Señora. Raro, ningún chico dice gracias, ni señora. Le hacen la cabeza los compañeros, la maestra y la directora.
Él aguanta, por que es bajito, morocho, no te quiero porque sos negro y pobre. Tiene bronca. Cuando aparece la Directora quiere cortarle la garganta.
La punta de la birome es el apoyo de sus dientes, le guillotina la cabeza, salpica con sangre, se limpia con el codo y escupe pedacitos de plástico.

viernes, 7 de mayo de 2010

A LA ESCONDIDA

María dibujaba las paredes de su casa a los tres años. Ése era su papel, hasta el auto de sus padres fue el fondo de su primer mural. Nadie aplaudió sus obras, sí le aplaudieron sus mejillas para decir: no.
Ahora ella es una obra de arte, a veces se tiñe de azul el pelo y lo cruza con un mechón rojo. Se inventa ropa de colores imposibles y anda por el mundo, como un cuadro hecho persona. Su dormitorio, de colores plenos, tiene dibujos que imagina y modifica a su antojo. Aprende a escondidas en un taller, donde su maestra la envidia, corrigiendo sin motivo, lo que brota de sus ganas.
María acepta, la cree portadora de conocimientos que ella ignora.

Un amigo le sugirió probar en otros lugares, la Facultad de Bellas Artes sería un disparador para su talento.
María preguntó a sus padres si le permitirían elegir esa carrera. Ellos dijeron no, ellos dijeron Asistente Social.
Se encierra en la pieza y sigue pintando, para cruzar el espejo, como Alicia limpia pisos a escondidas para comprar óleos y pinceles. Las sábanas viejas, que su madre descarta, son sus telas. Busca madera en los conteiners y fabrica bastidores. Cuando no hay nadie en su casa. Si la descubren, teme que la exilen.Su familia piensa a María como una circunstancia molesta, la oveja negra. Les indigna que la oveja se pinte de colores.

No pueden detener la compulsión creativa de su hija. Buena para nada, le dice el padre. Ridícula vergonzante, dice la madre. María no escucha, se pone música dentro de los oídos para representar la vida suprimiendo los grises y el deber ser que le es ajeno.

Aprende a tatuar a escondidas, con un maestro que en la segunda clase, sintió que María lo superaba y se lo dijo. Ella lo besó color anaranjado y le hizo el amor violeta y verde. El maestro se dejó llevar por la paleta. Le enseña una vez por semana, frenó el delirio adolescente con clases que no dejaban tiempo para nada. María aceptó, porque ahora sabe que es mejor no esperar nada. Juntó plata y se compró una máquina a escondidas. Se tatuó a sí misma y a sus amigos. Le vino trabajo, al punto de no tener tiempo para nada. Casi olvida decir a sus padres que se iba. Vive sola, en una casa color fucsia, para que parezca más grande le forzó la perspectiva, con espejos comprados a personas que prefieren no mirarse.