María dibujaba las paredes de su casa a los tres años. Ése era su papel, hasta el auto de sus padres fue el fondo de su primer mural. Nadie aplaudió sus obras, sí le aplaudieron sus mejillas para decir: no.
Ahora ella es una obra de arte, a veces se tiñe de azul el pelo y lo cruza con un mechón rojo. Se inventa ropa de colores imposibles y anda por el mundo, como un cuadro hecho persona. Su dormitorio, de colores plenos, tiene dibujos que imagina y modifica a su antojo. Aprende a escondidas en un taller, donde su maestra la envidia, corrigiendo sin motivo, lo que brota de sus ganas.
María acepta, la cree portadora de conocimientos que ella ignora.
Un amigo le sugirió probar en otros lugares, la Facultad de Bellas Artes sería un disparador para su talento.
María preguntó a sus padres si le permitirían elegir esa carrera. Ellos dijeron no, ellos dijeron Asistente Social.
Se encierra en la pieza y sigue pintando, para cruzar el espejo, como Alicia limpia pisos a escondidas para comprar óleos y pinceles. Las sábanas viejas, que su madre descarta, son sus telas. Busca madera en los conteiners y fabrica bastidores. Cuando no hay nadie en su casa. Si la descubren, teme que la exilen.Su familia piensa a María como una circunstancia molesta, la oveja negra. Les indigna que la oveja se pinte de colores.
No pueden detener la compulsión creativa de su hija. Buena para nada, le dice el padre. Ridícula vergonzante, dice la madre. María no escucha, se pone música dentro de los oídos para representar la vida suprimiendo los grises y el deber ser que le es ajeno.
Aprende a tatuar a escondidas, con un maestro que en la segunda clase, sintió que María lo superaba y se lo dijo. Ella lo besó color anaranjado y le hizo el amor violeta y verde. El maestro se dejó llevar por la paleta. Le enseña una vez por semana, frenó el delirio adolescente con clases que no dejaban tiempo para nada. María aceptó, porque ahora sabe que es mejor no esperar nada. Juntó plata y se compró una máquina a escondidas. Se tatuó a sí misma y a sus amigos. Le vino trabajo, al punto de no tener tiempo para nada. Casi olvida decir a sus padres que se iba. Vive sola, en una casa color fucsia, para que parezca más grande le forzó la perspectiva, con espejos comprados a personas que prefieren no mirarse.
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