martes, 23 de marzo de 2010

MARZO 24 = QUE VIVA LA MUERTE

Con la memoria en el día que asumieron los asesinos de la generación más hermosa que he conocido.

Conmemorar la muerte. Dan risa dolorosa los Astiz que asisten como señores a casamientos al castillito de Sierra de la Ventana, “El Angel de la Muerte” que come pizza en cualquier parte ó los Videla, hatos de huesos, incapaces de morir por sí solos ó los Massera que engañaron con secuaces, idiotas descerebrados, entregando armas a un puñado de inocentes, casi niños, que se tragaron el verso.

Los asesinos circulan como cualquier cretino por las calles ó en sus casas. Dicen que se hizo justicia, peor, que se está haciendo justicia. La señora Justicia deja todo disfrazado de que todo va mejor con Coca Cola ò con López tinto en la neblina. Tal vez en Miami se pongan de moda los pañuelos blancos de las Madres y se vendan y estén de moda en París, con una chapa de nada en el Sena, que significa: nada.¿Nadie se da cuenta del uso del desgobierno para tapar las atrocidades que ejercen, con promesas de Justicia de tortuga mendaz?

Eran más los que leían, comparaban, pensaban, ayudaban al pobre a tejer ideas. Esos eran los más.
Los armados eran una cifra mínima ó los que los milicos quisieran, para simular una guerra de mentira y exterminar el pensamiento que inteligía un mundo más justo.
Hicieron mierda hasta muchachitos que pedían por un boleto de micro ó a miles de soñadores que leían Marx, Engels, El Principito ó se reunían para protestar profesores pterodáctilos que enseñaban nada y cambiarlos por genios como Irma Suky, Rodolfo Walsh y miles que hasta por escribir historietas fueron exterminados.

No es fácil matar, mucho menos treinta mil, eso requiere mano de obra de centenares que están vivitos y coleando, estériles apropiadores de hijos de jóvenes que se amaban y mujeres que parieron para que les arrebataran viditas. Hoy gandules de treinta, piensan que sus papitos son sus papitos.

No desmerezco el trabajo de hormiga de Madres, Abuelas, Derechos Humanos, Hijos. Sin embargo no entiendo cómo en mi pueblo el monumento a los desaparecidos esté representado por una especie de señal de Vialidad Nacional, más desapercibida que los chorros de las fuentes, las lamparitas al pedo y las baldosas.

Conmemorar, quiere decir con memoria, la hemos perdido, tal vez vendido. Si los buenos resucitaran, pienso que el asombro los mataría y así morirían dos veces. En esta república no sería de extrañar. Fanáticos, sinvergüenzas, lunáticos y mentirosos.

La venganza del Inca nace en el corazón y crece en el olvido.

viernes, 19 de marzo de 2010

Y LOS POLLITOS PÍO

“¿Qué pensás pichón?” Si hay algo que siempre me molestó es la pregunta ¿qué pensás? tan privado, íntimo, interno, cercado, se afecta la pertenencia del uno mismo. Pichón es un olvido cariñoso del nombre de uno, algo peyorativo, si se quiere. Pichón puedo ser yo, él, cualquiera, como si uno fuera todos o nadie.
¡Pichón já! Todo esto pensaba cuando me preguntó.
No sé qué pasó, saltó un resorte de mi cabeza. Le dije que me parecía un asco lo que hacía. Sacarle las plumas a una gallina muerta y no de a una, de a muchas.
Como arrancarle los pelos a un finado. Un acto perverso y cobarde. ¿A que no le preguntó a la gallina qué pensaba? Al finado sería en vano que le preguntara.

Todo esto le dije. Largó la gallina y como estaba de espaldas, se dio vuelta. Me preguntó si estaba loco.
Me paralizó el pensamiento y le contesté que sí. Prosiguió con el lugar común, que no estaba loco, “vos te hacés el loco, Pichón”. Volvió a irritarme lo de “Pichón”, por razones enumeradas con anterioridad.
No sé qué cara puse, pero me preguntó qué pensaba.
Me largué a llorar.

Ella me abrazó y me acarició las mejillas, con manos que olían a gallina muerta. Grité, grité, como loco. Llamó al celador desesperada. Vino el grandote y me llevó al gabinete. No me dieron más permiso para volver a la cocina un rato. Mejor, tenía lindo culo, pero era una gallina vieja y yo, un pichón.

jueves, 18 de marzo de 2010

IGUAL PERO DISTINTO

Olvidé decirte que el ramo, no era para vos. No sé qué me pasó, me olvidé y te abracé y te besé, como ví en una película anoche. Vos besabas las flores, o les tomabas el olor. Te llevé a casa y no te dije nada, qué te iba a decir, si cuando me dí vuelta, estabas desnuda.
Mientras las cosas sucedían, miraba el reloj y me ponía loco, me retardé demasiado. Prendimos un pucho y hablé de tu cuerpo y de sus maravillas, de tus silencios y de tu pasión apabullante.
Con ojos de ternero y boca de de nuevo, me peguntaste si te quería. Casi me olvido y te digo que sí.
Por suerte me acordé y lo dije todo junto: “que yo no te quería más, pero yo, no te quería”. “Seguro que cualquier otro sí.” Si era la única mujer que conocí, que te hacía olvidar de todo.
Acá le falló a la pobre, por que me vestí rajando y agarré el ramo de flores. Corrí mucho pero llegué. Estaba en la esquina, le dí el ramo y no besó las flores ni las olió.
Tenía un canasto con sánguches, ahí puso las flores.
Me invitó a caminar y tomar sol.
Por suerte, son todas distintas, pero del
“¿Me querés?”no se zafa nunca.

miércoles, 17 de marzo de 2010

SOLAS

Todos los años y nunca. La última vez, ni recuerdo ahora, fue en marzo, un lugar remoto. Calles de arena, casas sin importancia, entramos en la playa ancha, de horizonte azul, mucho gusto, gracias por estar ahí, pensé. Hotel vacío, cómodo, de silencios de tamarindos y álamos. El sonido del mar acariciando el aire.

En un boliche en la playa, con olor a pescado fresco y familia risueña, nosotros sentados paralelos, cerveza y merluza rica. Acodada en una ventana, una chica espigada y blanca, dejó de leer su libro naranja de hojas sobadas y nos miramos, sonreímos, éramos tres. Ella sola, no había dudas. Rara como las gaviotas. Las palabras cruzaron. Borró algún misterio, venía de Buenos aires, antes vivía en España, su padre fue despedido de un buen trabajo. Puso cara de injusticia y dijo que era librera. Mi autor predilecto, le dije, ella coincidió. No podía quedarse con uno, dijo, yo en realidad tampoco. La literatura es tan vasta como el mar. Tema dos, teatro, tema tres, cine. Palabras austeras. Nos fuimos, pidió tomar nuestro retrato en la playa. Ella dispuso sillas separadas y hacer de eso nuestro living. Sugirió mandarnos la foto. Tomó nuestro e-mail.

Otros días la vimos comiendo en el mismo parador, sola, pasando de mirar el horizonte al libro naranja sobado. Siempre vestida de blanco y al retirarse invitando alguien para tomarle un retrato. No nos hablamos más, respeté su soledad y ella mi descanso de palabras. Me gustó no saber de sus novios transitorios, de su librería, donde no entraba nadie, de la dramática separación de su familia, del suicidio de un novio definitivo.

Llegó al hotel otra joven sola, de pelo negro. Andaba ociosa bajo los piñoneros. Las vi de lejos, una mañana de sol y viento. Venían en direcciones contrarias, al verse ambas se detuvieron, parecían discutir.
La espigada tomó una foto y la otra extendió su brazo, le quitó la cámara, la arrojó lejos, donde el agua la alcanzó.
La chica blanca abría la boca y le decía no se qué, pero tenía forma de odio seco, la de pelo negro sonreía perverso, buscó la cámara mojada y levantando el brazo la arrojó más lejos que sus fuerzas. Las dos quedaron tiesas, enfrentadas como toros flacos. Tenían los brazos caídos a los costados del cuerpo y se miraban los pies. Retrocedían con pasos vencidos. Siguieron caminos distintos. La de vestido blanco se diluyó entre los médanos.

Durante la comida en el hotel, estaba la joven de pelo negro, acodada en la ventana, tenía el libro naranja sobado ante sus ojos. Con manos tranquilas rasgaba las hojas. Terminada la tarea, juntó los pedazos en la servilleta de tela. Salió del comedor, abrió la puerta de entrada. Con pasos de molicie, depositó el contenido de su servilleta en un latón de residuos.

Bajé a desayunar y ella ya estaba. Tenía el bolso de partir, apretado entre sus brazos. Apareció el conserje que trasladó su bolso hasta el micro. Tenía el cartel de destino “Cristiano Muerto”. Ella saludó con un gesto triste, acodada en la ventanilla del micro.

lunes, 8 de marzo de 2010

DOS

Cuando terminó la pasión, terminaron las peleas. Ya no hubo gritos de mañana, aparecieron los silencios, sonidos guturales. La excusa del ronquido separó sus dormitorios, las comidas en horarios diferentes. Paula se soltó de la limpieza, las telas tejieron los rincones y los pisos se opacaron igual que su memoria y que su risa. El jardín crecía sin permiso y cubrió todos los vidrios. José dejó de hacer de jardinero y no cuidó aquellas margaritas que bordaban los pies de las ventanas.

Se cruzaban a veces y se ignoraban, ella salía por la puerta de la calle y él por la de atrás, como si nada. Se jubiló José, primero. La ceremonia de ir hasta allá y retornar con los oídos llenos de voces ajenas, en cuerpos nuevos, terminaba. A Paula le quedaban unos meses, que vivió con desgano, no como antes llena de risas.

Él olvidó aquella amante adolescente, que Paula nunca supo, que fue su amante. Paula le creía el sol que había, aunque fuera nublado, José la convencía. Ella también tuvo un amante, el mismo que le dijo que su cuerpo no podía tener hijos, por razones que Paula escuchó ausente. Aquel médico no pudo resistirse a los llamados semanales de aquella mujer triste, que cuando era amada por él resucitaba.
Ella tampoco dijo a José de su aventura y menos después que él le perdonó que no pudiera.
Las cosas se enredaron y estuvo de más explicar nada.

Sonó el teléfono, después de muchos años. Los dos corrieron asombrados y las dos manos descolgaron para atender al salvador que les hablaba, era de un call-center para ofertar indecencias, con voz grabada. Y esa tontería los hizo reír, a los dos juntos. Paula y José y el tubo al medio. Acercaron sus caras arrugadas y se dieron besitos de tortuga. El tubo, en el piso, seguía hablando. Pero ninguno de los dos se daba cuenta.
Salieron al jardín por la ventana, se sentaron en la rama de la higuera y aunque llovía, decía Paula y José se lo negaba, comían las brevas, las primeras. Fue una intersección, que atravesó dos paralelas. Y José confesó que él era estéril y Paula no escuchó porque no quiso.

lunes, 1 de marzo de 2010

A PROBAR

Paralelepípedos, palabra flatolencista. Ecuación, canción del pato dormido. Horarios y timbres oportunos para huir. Sujetos simples y compuestos, predicados recurrentes. Un oprobio, tanta carpeta, tanto apunte, tanto pespunte encerrado. Sustraendo los años, los mejores.
Construcciones poli polares inútiles. Ni para el reciclado. Química, para el sueño, equivalente al rivotril.
Historia, superior al rohipnol. Todo es tan alto y lejos, que no se alcanza y cuando uno es joven, pisa. Si molesta, ignora y pizza, ahí está lo más rico, finita me gusta, equilátera, con hilos colgantes del diente al triángulo.

No importaban las capitales, eran demasiadas abstracciones para tantos nombres. Sofía aburría, con su nombre tan filoso. Intervenciones agresivas, números periódicos y libros de gallegos antiguos, con olor a apolillado. Gimnasia, contra natura en el horario, alcalosis postprandial. La zaga del ghetto continúa en Universidad sin universo. Conseguir novio y alguna somera nota, para no terminar el verano culo en silla. Dórico, Jónico, Corintio. Mucho profe nadador, dejándome ahogada en la ignorancia.

El jardín de infantes, tan tonto, fue el origen de aversiones posteriores. Los “master” en lo que sea, los “bacos” para el que estuviera más en pedo que acomodado. Para qué tanto banco para aprender. Si se concretó con un final de hacer cola para pagar en el Banco.Perversos, dispuestos a matar el tiempo joven. La calle dicta clase públicas, no hay que anotarse. Nos inscriben y ningún notable te manda a marzo. Los tacheros son más de mandarte a la concha de tu madre, que a recursar.

ESCATOLÓGICO

A veces viene bien, ir al baño por un rato. Sentarse en la pozeta, único diseño sin cambio histórico, como el botón, aunque haya cierre.
En el baño se puede pensar mal.
Cagarse en todo y apretar el botón, para ser nuevo o colgarse una cadena y cortarla de una vez, con este mundo cada vez más parecido a un inodoro.

Agradezco ser constipada, todavía me queda algo de esperanza. Dejo de pensar cuando hago el amor, si no dejo de pensar es que no estoy haciendo el amor.
Uno puede olvidar algún detalle, pero no debe enterrar toda la historia, con tacos altos y cemento. Jardín seco, que le dicen. Ponerle piedritas. Que se parezca al hombre, que el poder del dinero quiere. Un cretino indiferente, que en lugar de un árbol en el fondo, quiera un auto en el frente.

¿Y la mujer?¿Qué quiere la mujer? Un hombre que sea marido y otro para hacer de cuenta que la felicidad existe.
¿Y el hombre?¿Qué quiere el hombre? Una mujer perfecta como su auto, rubia y con buenas gomas. También quiere una amante, el hombre, para recuperar la autoestima que destruyó su mujer.
¿Y los hijos?¿Qué quieren los hijos? Tomar birra, jalar merca, fumar porro, coger lo que sea y después hacer lo mismo que sus padres. En el mejor de los casos.
No, estoy jodiendo, sentada en el inodoro y como soy constipada, pienso boludeces. Suelo traerme un libro. Hoy me olvidé. Ya salí del baño. No hice nada. No importa. Otra vez será. Justo llegan mis hijos del cole, son un sol. Detrás viene mi marido, que es un amoroso total. -¡Juana, puede servir la mesa, please! …