viernes, 30 de septiembre de 2011

HOY RECIBE

Obra breve en un solo acto.

Escenario: Sala de recepción del Ayuntamiento. Como fondo un panorama negro, tiene dos recortes a la derecha y dos a la izquierda. Hacia el fondo una estructura simula un marco de puerta con arco de medio punto y pliegues del panorama chupados por un espacio virtual hacia el fondo. Es el despacho del Alcalde. Una luz cenital permanece apagada. Cinco personas en actitud de espera, dos mujeres sentadas en sillas medievales desvencijadas y con faltantes, respaldo ausente una, tripática otra. Tres hombres repatingados en bancos de plástico forrados en brocato con hilachas.


Remo: -Me duelen las lumbares, estos bancos parecen de niño. Es como tomar asiento en algo más ancho que un supositorio.

Toribio: -¿Porqué no le junta toda la tela que tiene desparramada y con los hilos sueltos se fabrica un almohadón?

Modesto: -No conviene mover nada, a ver si por una tontera el Dr. Habichuela no nos recibe.

Celina: -Detesto esperar. Lo hago por la jubilación de mi suegra, a ver si este tipo, perdón, a ver si el Dr. me ayuda a sacarla de la aduana. Va a hacer un año y tres meses que no la cobra. Linda es.

Toribio: -¿Su suegra es linda?

Celina: -¡No! La jubilación digo, es italiana, en euros. Si saca la cuenta ya podríamos tener la casa y un geriátrico de lujo para ella. Es buena la vieja. Pero es suegra.

Ana: -Tiene suerte, querida, la mía se murió, gracias a dios. Lo digo porque sufría mucho, pero gastamos todos nuestros ahorros en ella. Y al final para nada, o peor, nos dejó con unas deudas impagables.

Toribio: -No sé ustedes, yo solicité una entrevista con Habichuela hace cuatro años. Me operaron de urgencia en el Hospital, en vez de anestesia me inyectaron orina de perro con escherichia coli. Perdí un pulmón y un riñón. La pierna derecha se gangrenó y me la amputaron hace un mes. Digan que tengo hermanos generosos que se pusieron con el pulmón y el riñón. De la pierna dijeron que era un forúnculo, como no cerraba los médicos decidieron cortar por lo sano. Y aquí estoy, caminado con el trípode de mi mejor amigo. Fallecido él también en el Hospital del Ayuntamiento. Le dieron después de un análisis de saliva un diagnóstico de cáncer sin remisión. Él solito, con una cadena oxidada, se colgó de la columna de una luz bajo consumo. Su esposa me donó el trípode. Me costó manejarlo. Bueno no quiero ver esas caras más tristes que la mía, mejor cierro la boca.

Modesto: -Para no sentirme en deuda con ustedes, dudo que el Dr. Habichuela nos conceda audiencia el día de hoy.

Celina: [Entre desafiante e irónica.] -¿Por?

Modesto: -Presiento que la “Asesora de Conciencia”, su secretaria inmediata, le debe haber informado que somos un grupo de pedidores en exceso.

Ana: -Lo presiente, no implica seguridad al respecto. ¿Tiene alguna prueba? ¿O es presentimiento puro?

Toribio: -Conozco a Marcela Ortelani de chica. Podría asegurar que es una secretaria conciente.

Remo: -Para mí la política es el arte de ignorar lo evidente para sus propios beneficios. Mi traslado laboral es inminente, eso me aniquilará las vértebras.

Modesto: -Ahora lo entiendo, no le queda más remedio que recurrir a esta gente.

Remo: -Usted lo ha dicho, no me quedan ni remedios.

Toribio: -Disculpe, Remo, pero usted, ¿no proviene de familia anarquista? ¿No es una especie de traición a los suyos hacer pedidos al Ayuntamiento?

Remo: -Mi familia perteneció a tales grupos. Es el pasado, ya murieron todos. Quedé sólo y rompí el mandato familiar de tres generaciones.

Modesto: -Remo, querido, tengo mis dudas ¿A qué partido pertenece?

Remo: -Soy quietista, la columna vertebral de mi movimiento se encuentra destruida. Los quietistas no existimos para nadie.

[Las dos mujeres hablan entre ellas, abstraídas de la charla de los hombres, susurran como en misa y unas risitas estilo murciélago irrumpen su verba.]

Celina: -No me quedan alternativas, fui advertida por Sebastiana Mendazi, es hablar con Habichuela o nada.

Ana: -¿Pero usted conoce a Mendazi?

Celina: -Y si yo era Celina Moqueta, le seguía en la lista del colegio. No lo divulgue, pero si no fuera por dictarle en todos los exámenes, esta mujer no terminaba la secundaria.

Ana: -Con razón ese acomodo vitalicio ¡Qué mundo este! El que sabe pide y el que no sabe ejerce mandatos ajenos a su conocimiento.

Ana y Celina: [Ambas suspiran y dicen al unísono.] ¡Así estamos! ¡Pagando justos por pecadores!

Ana: -Cada vez que vengo Habichuela no está, tiene reunión con las avispas, digo los obispos, o inaugura placitas con dos hamacas, sin árboles o simplemente se encuentra indispuesto. Traslada mi entrevista, al mismo horario, para otro día.

Celina: -A lo mejor se encuentra indispuesto enserio, los ovarios duelen y a su edad las pérdidas son abundantes.

Ana: -¿Qué me dice? ¡Los hombres no se indisponen!

Celina: -Bueno, el caso del Dr. Habichuela tal vez sea diferente. Hay que tener ovarios, para llegar a ser Alcalde.

Ana: -Nunca lo había pensado, pero todo se encuentra tan subvertido que a lo mejor es así.

Celina: -No me entendió yo no dije que el Dr. Fuese invertido.

Ana: -Estoy tan nerviosa, [Acercando su voz al oído de Celina.] que me parece puto, esto entre nosotras, si trasciende voy muerta.

Celina: -[También a modo de secreto.] Yo pienso que es un hijo de puta, un bueno para nada, un ladrón, un cerdo y un puto encubierto. Total, el pensamiento no se ve.

Ana: -Vamos a tutearnos, qué tanto usted esto, usted lo otro, ¿no le parece?
Celina: -Sh sh, que estos tipos hicieron una pausa, no vaya a ser que escuchen.

[Se abre una entrada a la izquierda el panorama, aparecen el Consejero Oficial, Corrupayo y la Tesorera Arrogante, Mendazi . Sus caras están blancas, pintadas las bocas con rouge rojo bermellón, comunican en simultáneo a los pedidores.]
Corrupayo y Mendazi: -Godofredo Corrupayo y Sebastiana Mendazi oficialmente comunicamos que las arcas están vacías y el Señor Alcalde viajó a la U.N.A.S.C.A. [Cierran la abertura y desaparecen pegados como siameses, replican la sigla ambos.] U.N.A.S.C.A., U.N.A.S.C.A., U.N.A.S.C.A.

Toribio: Esto es más de lo mismo, el colmo, no tiene piedad, nos falta el respeto, quiero matarlo. Mala praxis con mi cuerpo y mala praxis con la política. ¿Esto es un alcalde? ¡No jodamos!

Modesto: -Me lo prometió, hace diez años que vivimos a la intemperie. El sabe que mis hijos nacieron porque mi mujer y yo combatíamos el frío haciendo el amor toda la noche. Diez años destapando cloacas a mano, no había maquinaria, decían.

Ana: -Usted si que vive una vida de mierda. Gracias a dios a mí me ayuda el cura con comida, a cambio de, de, bueno no vale la pena contar eso.

Modesto: -A nosotros nos colabora el rabino del pueblo de al lado. Manda una combi y alimenta mis doce hijos. No creo en los curas ni en dios que ni siquiera nació. Dijo el rabino que lo tenemos que esperar. Este Habichuela es más mierda que la que saco yo todos los días.

Remo: -No se altere, Modesto. Algo vamos a hacer. Mire, me puse de pie y no me duele nada. Debe ser la bronca.

Ana: -Piensen muchachos, nos tenemos a nosotros mismos y lo suyo, Remo me recuerda un tema de mis tiempos: “La marcha de la bronca”

[Se abre el panorama por la derecha y los secretarios de Habichuela, Marcela Ortelani, y Rafael Cocamer asoman sus cabezas peladas y sus cuatro manos de uñas larguísimas pintadas de violeta flúor sostienen la abertura, ellos también formando una sola voz.]

Ortelani y Cocamer: -El Dr. Habichuela los invita al evento Merca Para Todos. Él prefiere una audiencia con la Señora Heroína, a solas, [Se escucha la réplica de ambos.] a solas, a solas, a solas.

[Desaparecen sus cabezas y sus manos. Calla el dúo y el negro de la abertura los desaparece.]
[Los pedidores juntan cejas y el odio dibuja sus caras con la ayuda de pintura verde primavera.]

Celina: -Muchachos, somos mucho más que dos. Somos cinco. Los invito a defendernos con uñas y dientes. Vamos a comerlos vivos a todos, al Alcalde y sus secuaces. ¡Adelante, mis valientes!

[Hacia el fondo comienza a verse la puerta con arco de medio punto, prende una luz cenital que cae sobre el Alcalde, dos Secretarios y dos Conejales Delirantes. Todos los pedidores se colocan de espaldas y caminan hacia el fondo. Llevan las manos en la espalda. Ana porta un tenedor de inmensas proporciones, Celina una bigornia que le va de las cervicales a la cintura, Modesto un taladro de gran porte, Remo una hoz y Toribio una amoladora.
Se apaga la luz cenital. Todo permanece en una oscuridad cerrada.]
[Cuando prende, lenta, los pedidores rodean el proscenio, van vestidos con camisones blancos hasta el piso, manchados con rojo fluorescente. De sus comisuras brota sangre bermeja y todos mastican haciendo gestos placenteros. Se toman las manos, levantan sus brazos hacia la parrilla que afora con luces plenas. Cada pedidor suelta a su compañero y levanta del piso una calavera.]

Toribio: -¿Esto fue tu cabeza, Corrupayo? Me das risa, ¿sabés?

Celina: -Mendazi, Mendazi, cabeza de chorlito, mala, vacía, ¡Ja!

Ana: -Ortelani, perdiste la cabeza, ahora es mía. Asco das.

Remo: -Cocamer ahora no me servís ni para trasplante ¿viste? Tanto jalar ni el hueso de la frente te quedó.

Modesto: -¿Sabés Dr. Habichuela, estabas muy rico, tal vez fue por el hambre que me gustaste. Sos un cabeza seca que todavía ríe de oreja a oreja, puajj. [Modesto arroja la cabeza fuera del escenario.]

Cae el telón.
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domingo, 25 de septiembre de 2011

ESPERA CON PARTIDA

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Obra breve en un solo acto


Personajes:

Yocasta: Menuda, austera. Rodete perfecto. Falda bordó. Blusa verde malva, abotonada hasta el cuello. Voz de mandato en si bemol sostenido. Anteojos redondos. Zapatos de Taquito militar.

Felisberto: Quijotesco, depositado estilo molicie. Pantalón beige sin planchar. Chomba blanca sin ganas. Hablar de intelectual fuera de servicio.

Desiderio: Robusto, de mejillas rosadas y bigote hirsuto. Porta bombacha de campo. Bremer rojo planchado, escote en v gastado. El cuello que asoma interrumpe un pañuelo negro. Mal hablado con empeño. Mocasines con retenciones.

Pierre: Blanco tuberculosis. Traje gris de caída triste. Su voz melindrosa y susurrante denota que toda su semana siente la melancolía: atardecer de domingo. Enormes ojeras negras denotan esperanzas ausentes.

Voces provenientes del buffet: grabadas al mango por los dueños del teatro. Actores frustrados. Dos voces masculinas y dos femeninas.

Escenario:
Sala de espera, un lugar pentagonal, amplio, cuatro puertas cerradas y un zaguán con un timbre, tiene connotaciones con una mama generosa, oprimiendo el pezón, en vez de ring dice: mami, desproporcionado en dimensiones. La luz proviene de un patio. Los vidrios son esmerilados amarillo atardecer. Los psi que atienden en sus respectivos consultorios están ausentes.



Se abre el telón.

En una de las cómodas butacas se encuentra Felisberto, el paciente más antiguo de la casa. Un retazo de su calzoncillo rojo, asoma de la bragueta cerrada con descuido. Su postura de rodillas separadas lo evidencia.
Los tres pacientes restantes ocupan asientos circundantes.

Yocasta: –Disculpe, pero tal vez usted no advirtió qué tiene entre sus piernas.

Felisberto: -¿Yo? [Juntando sus rodillas.]

Yocasta: -Sí, ahora se nota menos, pero igual está.

Felisberto: -Y claro, todos los hombres tenemos.

Yocasta: -No, claro no, no le quedó claro. Es rojo.

Felisberto: -En general es marroncito o rosa oscuro. Tal vez una transferencia de mi analista haga que le pregunte ¿Cuál es su deseo?

Yocasta: -Que se cierre la bragueta.

Felisberto: [Se mira.] –Oh disculpe, recién me doy cuenta.
[Se pone de pie y hacia la pared trata de prender aquello.] ¿Sabe que pasa?, perdí el botón.

Yocasta: -No se preocupe, en mi cartera llevo siempre hilo aguja y botones, si usted me permite se lo coso.

Felisberto: -¿Haría eso por mí?

Yocasta: -O por cualquiera en su situación. Venga, que sin luz no puedo. No, no se siente, prefiero de pie. [Le cose el botón y corta el hilo con los dientes. Los dos pacientes restantes miran, se codean y ríen con descaro.]

Yocasta: -Disculpen, olvidé mi tijerita.

Felisberto: -¿Cómo agradecer su gentileza?

Los otros pacientes: - ¡Que se besen! ¡Que se besen!

Yocasta: -Bueno, bueno. Pero un piquito nomás y sin lengua, por favor.

Felisberto: [Se acerca a Yocasta y dice a los otros pacientes.]
- ¿Podrían no mirar? Me da vergüencita.

Desiderio: -Ah, qué vivo, la idea fue nuestra, tenemos derecho.

Pierre: -Se ve tan poco amor en estos tiempos, sólo en las películas. No sean egoístas.

Yocasta: -Es atinente lo que piden. Concedido. Venga Felisberto, anímese. [Cierra los ojos frunciendo los labios a modo de corneta. Felisberto se acerca, titubeando y le da un beso. Vuelve a su butaca y suspira mirando al techo.]

Pierre: -Tal vez no necesitemos un analista, tal vez una caricia, una mirada, un beso…
[Por un instante todos callan, como pensando.]

Desiderio: -¡Qué lo parió! ¿Hace cuánto que estamos esperando?

Felisberto: -Y… estos tipos son así, te arrancan la cabeza y te atienden cuando quieren. A veces ni están con un paciente. Se meten en el buffet a tomar café y a hablar boludeces. O de nosotros. Quién sabe.

Yocasta: -No me asuste Felisberto, es mi primera vez. Según me dijeron lo que usted cuenta no sería ortodoxo.

Desiderio: -Me sacó la palabra de la boca, para mí hablan del orto cuando están juntos. Lo de doxo, perdón por mi ignorancia. ¿Qué viene a ser doxo?

Felisberto: -Usted hace poco que viene ¿no?

Desiderio: -Yo no soy de los que una vez por semana. Vengo cuando tengo algún kilombo. Ahora porque me echó la turra de mi jermu.

Pierre: -Yo por suerte vivo sólo, pero, al atardecer ¡Me da una tristeza!

Desiderio: -¿Sólo? ¿Cuántas piezas tiene?

Pierre: -Tres.

Desiderio: -Entonces hay dos que no usa, bien puede alquilarme una. Yo a la tardecita lo acompaño, le cebo unos mates y hasta le puedo dar una alegría. Total, a mí me da lo mismo.

Pierre: -Le aclaro que yo no soy gay, pero una pieza le puedo prestar.

Desiderio: -Acepto, por lo demás no se preocupe, todo lo estrecho finalmente se dilata. Ya va a ver.

Yocasta: -Ustedes perdonen mi indiscreción, pero, ¿a qué hora tenían su sesión? De a uno por favor. Es un tic que me quedó de la docencia, disculpen.

Felisberto: -Querida costurerita, que seguro no dio aquel gran paso. Perdone, es un tic que me quedó de la indecencia. Mi sesión es a las cinco de la tarde, desde hace la sinrazón que me trae aquí todos los miércoles.

Yocasta: -Son las seis menos cuarto. Su psi es retardado, un lapsus, Felisberto, su psi se encuentra retardado.

Felisberto: -No fue un lapsus, coincido con usted, el tipo es retardado. Pero él lo ignora y a mí me viene bien, amo dormir siesta y esto me permite llegar tarde y atardezco dos veces.

Pierre: -¡Qué triste es el atardecer y dos veces! Me mata lo que dijo. Mi turno es a las diecisiete cuarenta, mi terapeuta es puntual, es raro, ya tendría que aparecer con sus manos cruzadas y esa sonrisa de ángel señalando el diván.

Felisberto: -¡Qué antigüedad Pierre! Ahora se dice futón.

Desiderio: -Futón, diván, es lo mismo. Uno se acuesta y el tipo o la mina capaz que se saca los mocos a nuestras espaldas mientras contamos el drama que nos trae. A mí me tenía que atender a las cuatro, capaz que tenía demasiados mocos para una sola sesión.

[De pronto bajan las luces en la sala de espera, los pacientes callan. Ruido de copas, risitas ahogadas provienen del buffet de los psi, hay uno que habla gritando, tiene la voz gangosa y arrastra palabras ininteligibles.]

Felisberto: -Me lo imaginaba, están de copas, con su licencia, Yocasta, para mí están con un pedo mormoso.

Pierre: -Morboso digamos, es más el lenguaje que usan ellos, digo.

[Se escucha un in crescendo de voces superpuestas hay portazos y ruidos de vidrios rotos.]
[Yocasta saca su crochet y teje.]

Yocasta: -Voy a aprovechar el tiempo. Pienso que es gente que sabe tanto de la cabeza, tal vez no les quepa todo y hoy la perdieron.
Desiderio: -¡Ah sí! La joda loca. Me parece Yocasta que se fueron al cara… bueno usted sabe. No fui a la escuela, soy grosero sin querer.

Yocasta: -Lo único que dijo y no está mal, es carajo, todos sabemos que es desde donde los marineros avistan la costa. Además no terminó la última sílaba. En cuanto a la joda loca pienso igual, todos lo pensamos, ¿no?

Felisberto: -Y otras cosas más, que mejor callar, para no llenarnos de ira.

[Ahora hay música de salsa. El sonido crece. Se escuchan saltos y tumbos acompañando el desfasaje. Una voz femenina chillona grita, Felisberto reconoce la voz quebrada, casi afeminada de su terapeuta.]

Voz femenina: -¡Por favor déjenme la bombacha, aunque sea!
Voz terapeuta de Felisberto: -El calzón me queda mucho mejor a mí que a ella, no se lo devuelvo ni en pedo.

Felisberto: -Es la voz inconfundible de mi terapeuta. Lo imaginaba, es puto. Sus propias acciones, lo que acabo de escuchar, lo prueban. Ahora comprendo su insistencia acerca de si mi elección sexual era la correcta. Hacía su transferencia en mi sesión y lo que es peor aún, en mi persona. ¿Pensaba que me lo iba a avanzar el idiota?

Pierre: -Me impresiona cómo los terapeutas se parecen a los seres humanos.

[Continúa la orgía del buffet, se oyen risotadas, palabrotas, golpes de puño sobre una mesa, gemidos de sexo. Todos arrastran objetos y palabras. Hay un espacio de desmayo general, precedido de la puerta que se entorna hacia la sala de espera. Ninguno de los pacientes se atreve a mirar.]

Yocasta: -Sería oportuno que todos nos fuéramos. El zaguán está abierto. De pie, salgan. Perdón me quedó de la docencia.

Desiderio: -¿Y si nos vamos a comer unas pizzas?

Felisberto: -Y a tomar unas birras, no vendría nada mal.

Pierre: -Éste es el ocaso del psicoanálisis, vayamos.

Yocasta: -Salgan, en dos minutos estoy con ustedes, debo concluir un algo que no vale la pena decir.

Felisberto: -Sí, claro, cómo no, por supuesto, haga usted Yocasta, venga pronto que me pone triste su ausencia.

[Yocasta entra al buffet. Permanece unos instantes, sale con premura. Los pacientes la esperan en el zaguán.]

Yocasta: - Salgamos chicos, prontito, sshh, en silencio por favor, todos duermen. De menor a mayor.

Pierre: - ¿Notó Yocasta, qué olor a gas proviene de allá? [Señalando el buffet.]

Felisberto: -Es verdad, qué intenso ¿no?

Desiderio: -Vamos muchachos, vamos de una vez ¿Quién cierra?

Yocasta: -Yo, que soy la última, cierro con llave.

Pierre: -¿Y la llave Yocasta?

Yocasta: -A la alcantarilla de afuera, es lo más seguro, para ellos y para nosotros.


____________Telón___________