Hicimos un viaje a Puerto Rico Pene y yo.
Karina se quedó sola, aprovechó para entrar en nuestro vestidor, se probó toda
la ropa de Pene. Eligió un vestido largo con dos metros de cola, volados
superpuestos y un polizón. Era como Vivien Leigh en la película “Lo que el
viento se llevó.”
Llegamos un lunes y como no teníamos
mascotas, gritábamos:
─¡Karina! ¡Karina dónde estás! ¡Pichi,
pichi, venga a saludarnos!
Apareció en la escalera. Pene ayudó para
llevarle la cola y que el vestido no se arruinara. Era más importante su
vestido, que Karina.
Bajó la escalera lentamente, con la cabeza
en alto y una corona de esmeraldas. En lugar de mirar los escalones, tropezó y
se cayó.
─¡La Princesa se ha caído! ¡Viva la
Princesa!
No se le movió ni una esmeralda. Excepto una
quebradura de muñeca. La socorrí de inmediato y la vendé. Estaba tan agradecida
que me mordió la boca. Yo a cambio la tomé de la cintura y con la música de un
vals tocado por Pene en el Steinway, recorrimos la casa valseando.
Mi
Padre había golpeado a Karina Korilki con fusta y trompadas. Encontré el por
qué mi Madre nos abandonó. A ella también la golpeaba cuando yo no estaba.
Presentamos una denuncia ante el Juez de menores. Karina tenía dieciséis años.
Por lo tanto mi Padre era un violador. Karina no dijo nada que fue por
consentimiento. (Buena estrategia). Cuando mi Padre salió de la cárcel lo fui a
buscar para pegarle con una fusta y una que otra trompada. Y ahí paré, después
de todo era mi Padre.