Se llamaba Facundo, después le decían Facu, más tarde Fa. Tenía una Novia que lo bautizó Efe. Efe de felicidad, seguro. Los amigos recuperaron el Facundo, porque Facu les recordaba la Facultad.
Quiso vivir con su Novia, lo enamoró que
fuera leve. Sentía fascinación por la levedad. Caminaban la vida alegremente.
Nunca se tocaron, sólo las tormentas y los vientos acariciaban los pelos de sus
cuerpos y se conectaban. Nunca hacían el amor, pensaban que era mejor así. Sus
almas y sus corazones estaban tan unidos que les permitían construir ideas
nuevas.
En la casa no había muebles, para que
pudieran circular esas ideas, sin chocarse con mesas y camas. Dejaban abiertas
las ventanas. La vista de cipreses cubiertos de nieve los asombraba. Un día se
acostaron en la alfombra e hicieron el amor y se besaron, por primera vez se
penetraron. Y aquella magia terminó por separarlos. Se arrojaron por una
ventana cada uno y volaron hasta la punta de los cipreses nevados. Se tomaron
de las manos y siguieron volando juntos. Con mucha levedad, siempre con mucha
levedad.
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