Mi Madre era muy prolífica, tuvo seis hijos.
Ella decía: “Voy a tener todos los que Dios mande”.
No sé si por católica o por caótica. Yo
sería el séptimo. Mis hermanos nacieron sin Asistencia Médica. Ella tenía el
privilegio de una dilatación del cuello uterino exagerada. Mi Padre, Médico, le
realizó unos costurones:
─Lo hago porque esta mujer va a terminar
pariendo en cualquier lado.
Sucedió algo impredecible. Tomaba litros de
agua, por eso iba al baño a cada rato. Estaba sola cuando se sentó en el
inodoro, tenía ganas de hacer pis y justo en ese momento asomó mi cabecita.
Mamá ni se dio cuenta y apretó el botón. Quedé varado en el inodoro. Yo era un
recién nacido, fui tan precoz que grité:
─¡Socorro! Estoy sumergido en agua fría,
pis, soretes y una bolsa rota.
Esta última me limpió algo. Por suerte
apareció mi hermano más grande, excelente Plomero. Tenía un brazo largo, pero
como no me podía alcanzar, usó una sopapa y salí enseguida. Pensé que el mundo
era una mierda. Llegó mi Mamá, me tapó con dos edredones y así entrar en calor.
Casi me vuelvo a ahogar, suerte que se dio cuenta y para limpiarme pasó su
lengua por todo mi cuerpo. Me gustó mucho y de inmediato quise tomar la teta,
era tan larga su teta que enseguida la tuve en mi boca. Yo le decía:
─¡Quiero más! ¡Quiero más!
Por suerte le quedaba otra teta de repuesto.
Casi me la como y ella se dejaba. Llegó mi Padre y me tuvo entre sus brazos
diciendo:
─¡Es nuestra primera hija!
─Hijo, querrás decir.
─¿Y vos cómo sabés?
─Por las bolas.

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