martes, 13 de julio de 2021

MILLENNIUM

   Compré un terreno en el Delta, con el sudor de mi frente y el trabajo de mis manos. Al muellecito le hice una curva, como si fuera un espejo de agua. En ese lugar anclaba mi pequeño velero, herencia de mi Padre. Cuando era chico navegaba con él, cuando el río se ponía picante, regresábamos a tierra. El agua siempre me resultó peligrosa. Ahora que tengo la casita y miro el velero anclado, no lo uso casi. Permanezco en la galería mirando cómo el velero se incrustaba en el muelle y al final no necesito más ancla. Quedó varado, lo rodeaban flores acuáticas de todos colores. Era un placer mirar el atardecer desde ese lugar. Una noche escuché pasos tranquilos y una parejita que se reía. Me armé de valor y salí a ver lo que pasaba. Estaban los dos bien amochilados. 

   -Disculpá que te invadimos la casa, pero nos enamoramos de ese velerito y quisiéramos pasar una noche aquí.

   Pensé que no había cuchetas, las velas rasgadas, los ojos de buey con vidrios rotos.

   -No tengo inconveniente, se pueden quedar más de una noche. Yo lo encuentro abandonado, pero si ustedes quieren...

   Y quisieron. En una semana dejaron el velero como nuevo, lo pintaron, le pusieron los vidrios faltantes. Lo habitaron como algo propio. La chica me invadió la cocina:

   -Disculpá, pero tu nave no da para cocinar, en cambio acá tenés de todo, preparo la comida para los tres.

   A la semana siguiente me preguntaron:

   -¿No podemos usar algún dormitorio con camas?, nuestras columnas lo necesitan.

   Como tenía un dormitorio para mis Sobrinos, les dije que sí. 

   -Con lo que han trabajado se lo merecen.

   Siguieron los pedidos, usar mi baño, la sala de estar. Traían a sus amigos y hasta a sus Padres invitaron. Un día sentí que me ignoraban. Hasta recibía órdenes y yo, como un boludo, les hacía caso.

   Nunca tuve hijos, pero con estos dos entenados era más que suficiente. No eran mis hijos, lo comprobé un día que me rogaron si podía dormir afuera por un tiempo. 

   -Tenemos que hacer de cuenta que es nuestra casa, para ver si vale la pena que nos casemos.

   -Si ustedes se apropiaron de todas mis cosas, llamo a la Policía y les cuento que dos desconocidos, consumen marihuana, cocaína, heroína. Tengo vecinos solidarios que me saldrán de testigos. Les doy media hora para retirarse. 

   Me encerré en el dormitorio para que juntaran todas sus porquerías de drogones millennium.

   Cuando me asomé a la galería, ellos no estaban y tampoco el velero. Mirando hacia el horizonte del río, un velerito con velas nuevas se deslizaba manso, hasta que un ruido violento me sacó de aquel estado de gracia que da el silencio. Le habían agregado un motor fuera de borda.   

   

            

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