Decidieron
recorrer un brazo del Amazonas. Usaron una balsa con bidones de latón y
plataforma de madera. A la mujer se le ocurrió hacer una especie de refugio con
cortinas de junco y una lona blanca por techo. Estela era una mujer que tenía
la fuerza de un coloso, no era una molestia como cualquier mujer en una balsa.
Se empujaban con palos largos. De noche descansaban.
Descubrieron que
en algunas aldeas eran rechazados. Se ponían todos de espalda como diciendo
“aquí no”. Un día estaba tomando sol Estela, en un costado de la balsa,
acariciando el agua se quedó dormida. Eric y Felix descubrieron pirañas
alrededor de su brazo, quisieron socorrerla y no pudieron. El brazo estaba
comido hasta el codo.
—Eric, sacate
esa bincha y atame aquí, bien apretada, buscá camisetas. Quiero unas pastillas
para el dolor.
Se acercaron a
otra aldea que tenía un muellecito. Pidieron auxilio, vino el Brujo de la
tribu, pidió que la pusieran horizontal sobre la tierra. Tenía dos ayudantes
que le quitaron las vendas improvisadas. Molieron hojas de colores diferentes,
las aplicaron sobre la herida y le echaron una manta por si tuviese
escalofríos.
Felix sabía
hablar muchos dialectos, así pudo entender los cuidados para ella. Le cosieron
un cabestrillo de cuero para sostener lo que quedaba del brazo.
Dijo el Brujo:
—Hay algo que
cura todo, se llama peyotl. Deben hacer una semana de ayuno y después viene el
peyotl, tendrán alucinaciones y algunos mareos. Asimilar conocimientos que
nunca imaginaron.
Se embarcaron,
mejor dicho embalsaron con fondos de tambores y adioses. Siguieron en absoluta
soledad, no encontraron más tribus. Eric propuso:
—¿Y si nos
volvemos?
Dijo Estela:
—Vos estás loco
y no soporto tanta piraña que me ha dejado sin un brazo y el peyotl que me dio
vuelta la cabeza, o un milagro, tengo mi brazo entero.
—Bueno, decidí
vos hacia dónde nos dirigimos.
Ella se había
recostado como un mascarón de proa y desde allí dijo:
—Sigamos por el
río, nos ponemos en el verbo y seguro que llegamos al final.
Tomó cada uno su
palo y comenzó el apuro para conocer el final.
—¿Y lo
conocieron?
—No sé.

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