Cuando está por venir mi Hijo, llenamos la
heladera de cosas que le gusten. Cuando llega cambió de idea, hay otras cosas
que le gustan, no están en la heladera. Le damos la tarjeta para que compre lo
que quiera.
Vive a 400 km y nos visita cada dos meses,
suele quedarse de viernes a lunes. El viernes llega a la medianoche, agotado y
se va a dormir. El sábado temprano me levanto a comer algo, toco la alacena con
las manos y noto que de los brownies no queda nada. Me vuelvo a la cama y
escucho la voz de su Padre:
─¡Iván despertate! Vamos a tomar unos
matecitos y mientras tanto charlamos.
Aparece vestido y calzado, durmió con la
ropa puesta y las zapatillas también. Habla fuerte y en su celular nos muestra
fotos y videítos, cuando detiene sus relatos, el Padre comienza a preguntarle de
todo.
A veces Iván me deja intervenir, pero en
general monopoliza las charlas y pregunta qué vamos a comer. Le contesto:
─Una tarta, tu preferida.
─Lamento desilusionarte, pero me la comí
toda. ¿Y si comemos afuera?
─Ni en pedo, te dan porquerías que cuestan
un montón de plata.
Tiene el celular pegado a su mano y hace una
llamada tras otra. Después pone la música que trajo a decibeles que nos dejan
sordos. El Padre no le dice nada, lo mira arrobado y le elogia todo.
Yo hago lo mismo, no quiero pasar por la
bruja de la casa. Pero mire donde mire, hay bolsas ocupando el espacio del
living, los dormitorios y el baño siempre ocupado por Iván. El mejor de todos
mis Hijos y tengo uno solo, que equivale a cuatro. Me besa, me abraza y dice
quererme mucho. A veces no sé si creerle o no.
─Padres,
les aviso que el domingo parto a primera hora. Tengo dos trabajos para hacer el
lunes temprano.
Intento colectar sus ropas y ordenarlas.
─¡Mamá! No toques nada. Yo sé cómo proceder.
Abre el baúl del auto, repleto de cosas que
no usó nunca. Cuatro camperas, dos pares de borcegos y medias y calzones
sucios. Siempre hay algo que se olvida y lo mandamos por encomienda.
Es todo un personaje Iván. Tiene la cabeza afeitada
y tatuada con una telaraña gigante. Se hizo poner un diente de plata. Me quiero
morir cuando lo miro. Cuando viene nos alegramos mucho y cuando se va lloro,
lloro y no puedo parar de llorar.

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