domingo, 4 de julio de 2021

ASUMIR

  

   Edna y Vera eran idénticas, vecinas y amigas. De sus almas, mejor no hablar.

   Vera había perdido a su Padre en una contienda confusa, la culpa fue de la Madre de Edna, acusada de homicidio culposo con premeditación y alevosía. Le había clavado un cuchillo en el corazón. Era una mujer inocente. Aceptó salir culpable para que fuera inocente su hija Edna.

   Los cuatro Padres se reunían los fines de semana. Todo puro jarai ja ja. Eran alegrías fingidas, Vera se dio cuenta de inmediato por sus miradas permanentes por roces y sonrisas premeditadas.

   Su Madre parecía ser amante del Padre de Edna. Prefirieron no opinar ninguna de las dos. Ese tema a ellas no las involucraba. Siguieron yendo al Cine, conocieron lugares desconocidos que les hicieron saber que Buenos Aires era mucho más que eso. Había chicos que las seguían. Ellas ni los miraban.

   —Mejor olvidar que existen las parejas, ¿no?

   —Psi.

   Debajo de una historia siempre hay otra escondida y otra y a lo mejor otra.

   —¿Esta noche me podés acompañar? Es un tema delicado.

   Vera estaba muy intrigada por ese llamado. Edna dirigía, nunca preguntaba, Vera obedecía. Se encontraron en un boliche oscuro con olor a viejo, café quemado y en ese contexto le contó todo: siempre le había gustado el Padre de Vera, lo persiguió hasta  gastarlo. Él le huía y le daba odio, porque a él también se le notaba.

   —Un finde que vos te fuiste con tu Madre a la costa, me quedaban sábado y domingo para comerle la boca. Entré sin llamar y él estaba en la cocina, encontró lo que buscaba, como hacen en las películas fue en la misma cocina. Me dolían las vértebras, hacerlo con el filo de la mesa en la espalda. Se puso pesado, me dio con todo. Hasta me ató las manos. Lo hice sin darme cuenta, tomé la cuchilla grande y se la ensarté en la panza. Le conté a mi Vieja, fue el domingo a la noche, llegó volando. Sin hablar, quitó la cuchilla y la lavó con mucha minucia: “Ahora pasale estos trapos a todos los lugares donde hayas dejado tus huellas.” Me hizo jurar que no diría nada. Ella quiso pasar como asesina. Y yo la dejé. No sabés cómo me arrepiento por mi cobardía. Decime algo, Vera, por favor, ¿qué hago?

   —Te podés presentar y decir la verdad. Además, qué hija de puta que sos, mataste a mi viejo y me lo decís como si hubieras ido a comprar frutillas. Y para que sepas, yo me cojo a tu viejo, como debe ser, con amor y en silencio. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario