Asistí a la fiesta sorprendente. Cuando vi a
mi Viejo bailar apretadito con Karina, me pareció ridículo, torpe y patético.
─Papá, te doy una idea, ¿por qué no la dejás
que mueva las caderas?
Me hicieron caso, pero mi Viejo tenía las
caderas soldadas. Escuché que mi Tía Lola decía a su Hermana:
─Siempre fue un tipo raboverde y en este
caso, el orden de los factores sí alteran el producto.
─Nuestro pobre Sobrino, traicionado por una
zorra enana y culona, le hizo creer que lo quería y lo más triste fue que el
zanguango le creyó.
Vi a mi Madre sentada en la falda de mi
mejor amigo, él le acariciaba la pierna derecha, chocho con el botox de Mamá.
Vino a mi socorro, Socorro, más joven que Karina, acarició mi nuca, esperando
algo que nunca sucedió.
Las bebidas les inundaron las cabezas, era
una orgía romana, más que una fiesta sorprendente.
─Dale, sumate, Hijo, no seas rencoroso─dijo
el hipócrita.
Fue por venganza que arrastré a Karina hasta
darle un beso como a ella le gustaba.
Vino mi Madre haciendo ochos:
─Con todo lo que pasó, tenés que estar
contento de haberte sacado de encima la puta de tu Novia, su único interés son
las propiedades de tu Padre, que él le prometió. ¡Ja! Yo hice lo mismo con tu
amigo, mi promesa fue darle el oro y el moro y la quinta de tu Abuela.
─¿Y adónde van a vivir?─pregunté.
─Nos vamos a vivir los cuatro juntos, puede
que alguna noche podamos intercambiar. Yo por nostalgia. Karina y tu mejor
amigo, quedarán encantados la noche que les toque.
─Mamá, me hacen mal tus intimidades, no me
cuentes más nada, o te desinflo el botox.

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