—Hola! Todo
bien?
—Vos me
preguntás a modo de saludo, ni te interesa si todo bien o todo mal, pero ya que
preguntás te cuento. Mi marido se fue con alguien veinte años menor que yo y lo
pasa bomba en la Isla Mauricio. Me dejó sin un mango, vendió la casa, sacó la
plata del banco y le dijo a todos mis amigos que soy una atorranta. Los
imbéciles me miran con desconfianza. De bronca fui a la playa, un día, uno
sólo. Llevé un sanguche de salame en la cartera y la bikini. Me quemé
pretendiendo hacer quince días de sol, en uno. Le robé la coca cola a un niño,
no daba más de sed, se me partieron los labios, las orejas y parte del trasero.
Volví en un camión de bananas, el tipo era amable. Cuando bajé, el tipo se
quedó con mi cartera, lo que más lamento son los documentos y el medio sanguche
de salame, que esperaba comer esta noche. Se me levantó la piel del cuerpo,
estoy pletórica de ampollas, parezco un chinchulín ambulante. Mi hijo no
atiende el celular. Él sí que está lleno de furia, el padre se fue con su novia
y está convencido que es por mi culpa, porque yo revoleo mi calzón ante
cualquiera. Le dejé un mensaje a mi hijo, breve y conciso “SOS UN HIJO DE PUTA”.
Te quedás porque te encantan los chismes, más que ir a buscar los chicos a la
escuela. Tu “Todo bien?” indica que sos un robot anestesiado, Decile a tu Psi
que te cambie las pastillas. Borrate.
Ahí viene otra “Hola
todo bien”, seguí de largo, tuve miedo de matarla.