sábado, 21 de enero de 2017

OCUPADO


   Un hombre entró a la oficina. Nadie lo conocía. Ocupó el tercer escritorio de los notables, se sentó como si fuera un lugar donde estuvo ayer, desde hacía muchos años o recién.
   El resto, volvieron a sus computadoras, al trabajo diario, la llegada del nuevo les ocupó tres minutos de asombro.
   Al mediodía llamó al ordenanza —Me trae un pomelo cortado en cuatro, despegado de la cáscara, un tenedor de postre, una cucharita, cuatro nueces partidas y dos higos secos. Gracias, eso es todo.
   El ordenanza iba por su tercer día de paro y huelga de hambre. Ni bien escuchó el pedido del nuevo, con esa voz de mandatario, le hizo el servicio.
   —Estuvo perfecto, Pancho, tal como le pedí.
   —¿Y usted cómo sabe que mi nombre es Pancho?
   —Todo un tema, ya hablaremos.
   Siendo las 19 horas, el personal se retiró, el tipo nuevo se quedó a pesar que la luz comenzó a menguar, hasta dejar el ámbito a oscuras.
   Al siguiente día, el hombre nuevo llegó a las 15 hs, ocupó el escritorio y dibujaba mariposas, donde debiera ir su firma. Doscientos expedientes con una mariposa al final. Nadie le habló, no era raro, entre ellos no hablaban. Entró Pancho a preguntar si quería tomar café, té o especias Richmond.
   —No, estoy ocupado, más tarde tal vez. Muy amable Pancho.
   Se preguntó de dónde o cuándo el hombre nuevo podría conocerlo.
   Cuando el personal se retiró como vaca en manga, el tercer escritorio de los notables siguió ocupado hasta entrada la medianoche. Pancho no resistió más, bastante con sus problemas de huelga y ayuno. Fue al escritorio arrastrando los pies. —¿De dónde me conoce Doctor, Señor, o el lugar que ocupe, necesito saber ya, porqué me conoce si yo no.
   —¿Y de dónde va a ser?¡Del baño! Hombre, yo limpiaba y atendía el baño, usted era el presidente. Le entregaba el papel higiénico, le enseñé cómo se abrían las canillas, Ud. no entendía que cerraban solas. Desconocía el secador de manos, el botón para el jabón. Yo pensaba que si era analfabeto de baño, lo que sería como presidente. Un día lo pasaron a vice, a ministro, a secretario, a empleado raso. Y gracias a mí, ahora es ordenanza. ¡Qué me dice!
   —Nada, qué le voy a decir, bah, ya que estamos le pido el segundo escritorio de los notables.
   El hombre nuevo quedó tieso. Pancho se acercó y le tocó el hombro, era de madera pura, obra de un orfebre. Miró los escritorios de los notables vacantes. Los habían arrancado con saña, del árbol caído todos cortan leña.
   Pancho se fue ensimismado. Comió todo, suspendió la huelga y se llevó un brazo de madera, de recuerdo.
                                                                       

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