sábado, 7 de enero de 2017

LAIKMANY


   Fuimos sus huéspedes. Valoró nuestra sinceridad cuando le dijimos que no podíamos pagar.
   Ana Laikmany estableció un lujoso hotel de columnas jónicas, frente a la playa más larga del mundo Argento.
   Al tiempo nos mandó una invitación a Marruecos.
   A los diez años de una persona de fortuna extraña, su origen prescribe. El lugar que le gustaba era Casablanca, tal vez por aquella película inolvidable. Había una mansión de columnas arábigas frente al océano. Era la casa de Ana Laikmany. A las seis la ciudad entera oraba. Ana no —A mí me interesa la plata que viene del hombre, Dios que haga la suya.
   Los marroquíes son amables, convidan un primer trago en cada boliche. Ana nos seguía. Señalaba los bares ordinarios, los distinguidos, los franceses. Volvimos a su casota. Nos repatingamos mirando al mar, ella preparó pipas con mangueras de seda y filtros de oro. Fumamos humos de Rabat, Argelia y Siria. Alucinamos distintas alturas, levantamos la luna entre los tres y jugamos al volley astral. Bajamos en paracaídas sobre sendos almohadones de duvet. El sol nos despertó, preguntó qué habíamos hecho con la luna. Estaba en un rincón, ni bien sintió calor, comprendió que ese no era su lugar y desapareció. Ana nos regaló dos pasajes a Goa, uno de los lugares más interesantes de India. Se podía suprimir la ropa y dormir sin techo. Los ricos nos alimentaban con manjares, tenían pena, sabían que éramos Argentos. Llegó un mensaje de Ana “Chicos, los necesito en el Hotel, alguien lo tiene que manejar. Tengo reuniones con banqueros importantes. Ustedes volverán en un avión privado. El seis, a las seis. Achiqué el personal. Deberán trabajar. Cuando llegue quiero ver plata.”
   Era lo menos que podíamos hacer por Ana. Funcionó gracias a tres competencias, motos, 4 x 4 y bicicletas antideslizantes. Yo daba clases de yoga y mi compañero, buceo y masajes.
   Volvió Ana, saludó sin saludar y se metió en la caja fuerte del cuadro. No terminaba de contar. Le daban estertores orgásmicos con el dinero.
   —Antes que se vayan, chicos, acá están los pasajes en micro a La Plata, me quedo ambas motos, la ropa y los pasaportes. Lo tomaré como pago de lo que me deben. 
                                                   

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