Tras la estúpida
que afanó durante doce años, en ejercicio del sufragio, llegó el príncipe
idiota que nos hace pagar en cuotas lo que la estúpida adeuda.
El cáncer
resulta tan caro que desapareció. La malaria tiene sus beneficios, no se
concurre al oculista, por eso nadie ve nada, ni al dentista, por eso las bocas
apretadas sin sonrisa. Todos nos volvimos antimedicosos y en las farmacias se
rascan hasta formar escaras.
Hoy cerraron
cinco negocios y robaron doce. Los 5.550 policías policromos no pueden hacer
nada, se agradece, haciendo son peores. Ver hijos de amigos trabajando con
chalecos antibalas y un revólver que no debieran, no es patético, es obsceno.
Otros son empleados en casas de comercio, sin contrato y vendiendo nada, sin
conocer nunca la cara del que les paga o los despide.
Alguno se
presenta a la justicia, le dan la razón y los abogados defensores cobran igual
que el pago que debe hacer el dueño fantasma. No se puede salir a la calle, la gente
se encierra hasta el día de cobro, dejan un sobrino en la esquina, con un celular,
se comunica si ve algún movimiento extraño, el sobrino es amigo del custodio
del banco. Cobra, mientras va al super, a la verdu y regresa para no tentarse
con compras suntuarias. Llega a la casa, le robaron el sueldo entero. No lo
lamenta, sin luz, sin agua y sin gas. La gente se acostumbra y dice como mi
maestra de sexto —Las cosas es así.
Nadie tiene
ganas de perder la vida por plata. Acá es igual que allá, la gente está acostumbrada.
No existen los
medios de transporte, las personas se llevan por delante cuando caminan.
Te sacan las
ganas y se las comen.
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