—Antes tenía mi
mujer y un hijo, pero se fueron.
Flora no supo
cómo preguntar, pero pudo —Así que se murieron.
A él se le
cerraron las cejas —No, creo que están en Canadá.
Andaba en una
moto dura, pero tranquila, llevaba silenciador. Desde lo de su pareja y el
niño, recorría la costa, indolente. Ahora estaba en carpa, de noche leía con
linterna de cabeza.
Flora estaba
impresionada por el parecido con su hijo Manuel, que no, que ya no, ni en el
Polo. Sólo vivía en su corazón y tendría la misma edad que Manu. Antes comía en
la playa.
Cuando caminaba
masticaba papas fritas de paquete y una botellita de agua mineral. Flora le
llevaba comidas a la carpa, él separaba las cejas y decía —Graaacias!
Todo lo que
preparaba Flora respondía a sus gustos, como si ella tuviera poderes de
adivina. Manu tenía planes, ordenar su mochila y que su GPS lo llevara. Flora
lavó y planchó la ropa, él se emocionó raro, sin siquiera empañar sus ojos,
Flora adivinó aquella emoción.
Estaban en el
jardín de ella, una estrella pertinente cayó fugaz. Flora pidió por Manu y su
destino.
Manu pidió por
él y porque la billetera de Flora contuviera dinero. Robó en la misma noche que
partía. Cuando ella escuchó arrancar la moto, salió de la casa con los brazos
abiertos, decía —¿Te alcanzará? Manu ¿te alcanzará?
Él bajó de la
moto y la abrazó como quien abraza a la tierra. Miró el destino de su GPS, ya
estaba. “Señora Susan R. de Pérez- Quebec” lo marcó Flora. Manu sonreía igual
que el Manuel de Flora. Prometió ser el Manu, “segunda parte”.
Flora lo hizo
porque se dio cuenta de lo que iba a suceder. A fin de año aparecieron los
tres, con regalos y la sorpresa que el niño no la llamara por su nombre —Feliz
año nuevo, Abu!
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