Fue el año de la
muerte de Marilyn Monroe. Yo era muy joven, cinco años para seis. A la hora de
la siesta me sentaba en el umbral para vender revistas mejicanas o cambiarlas.
Había un vecino gordo y bajo, que siempre me compraba revistas y pellizcaba mi
mejilla dándole media vuelta, dolía, hubiera preferido que no me comprara nada.
Se llamaba Tachino, tenía una mujer alta y distinguida, vestía siempre de negro
y con un collar de perlas. Los domingos venía un remisse para trasladarla a la
catedral, que quedaba a cuatro cuadras. Salía con un misal negro de bordes
dorados y una mantilla al tono.
Volvía renovada,
como si hubiera charlado con Dios.
—Los trajes de
Tachino, de corte perfecto hacen olvidar que es enano. –Decía mi madre-.
—Se los hacen a medida en Rhoders, es un garca
el tipo. -Continuaba mi
padre-.
Mami opinaba de
Mecha, su esposa —Es tan fina, no sé cómo pudo casarse con esa bola de grasa.
Iban a tomar
café juntos, ella lo llevaba de la mano, tenían la apariencia de un matrimonio
ideal.
En una
madrugada, con silencio de campo, se escuchó la voz impostada de Tachino,
apretaba el timbre de su casa infinidad de veces. Mecha no atendía. Tachino,
haciendo ochos desde el medio de la calle gritaba —¡Abrime por favor te lo pido!
¡Mecha, mi amor, quiero entrar!, Mechita, con todo respeto, es mi casa, ¡¡¡Abrí
elefante!!!
Se fueron
prendiendo de a poco las luces de todos los vecinos. Yo estaba entredespierta y
quise ver al elefante, nunca conocí uno casero. Mecha le arrojó desde el primer
piso el llavero, cargado de medallas y quince llaves, una de hierro. El manojo
cayó en la cabeza de Tachino, perdió pie y sangre. Mi padre, en bata, salió a
la calle, lo puso de pie y le ayudó a embocar en la cerradura.
Mecha esperaba
arriba con vendas y alcohol. La mujer agradeció a mi padre evitar la llegada de
la policía.
Tachino salía
con sombreros que no se quitaba para saludar. Jamás hubiera permitido que nadie
viera el agujero vendado en su cráneo.
Lloré mucho
tiempo por el elefante que vivía con Tachino, quería conocerlo —Mirá lo que
dice tu hija, cree que Mecha es un elefante.
A partir de lo
escuchado, cuando venía la esposa de Tachino yo me escondía. Papi decía que
Tachino era un ordinario, ¿cómo la iba a llamar elefante?
—¿Y vos que les
decís a tus amigos que Mami es un cocodrilo?
El último
recuerdo que tengo es un sartenazo de Ma sobre la cabeza de Pa. Él también
empezó a usar sombrero.
Me acuerdo
porque fue el año que murió Marilyn.
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