viernes, 30 de marzo de 2012

MEMORIAS DE UNA PRINCESA CACHUZA

La dictadura de Mamá hizo abandono de persona en la mejor parte del cuerpo: la autoestima. Forma parte de mi estructura que se viene abajo cuando más la necesito. Siempre recurro a escalas ajenas para medir todas mis acciones. Me detesto al comenzar o concluir algo, me odio más que a todo el género humano cuando les hago coro a los prescindibles. La paradoja es pertenecer a ese tejido y encontrar maestros que rescaten lo que las hordas invalidan.

Cuando fui joven se le daba valor a la inteligencia, al desarrollo del pensamiento, al respeto del singular, al amor y a la paz. El contexto era de una perversión medieval, sostenida por asesinatos cotidianos. La princesa Cachuza, mucho amor y paz pero en una manifestación en La Plata, rompió la vidriera del supermercado Camec, con un adoquín tandilino, vamos todavía decían mis compañeros politizados. Fui solicitada para militar en agrupaciones, pero, entre mi sentido poco común y el sentido común de mi Padre, zafé. Nada mejor que hacer artesanías y viajar a dedo. Nunca me sedujo el riesgo de vida.

martes, 6 de marzo de 2012

TEODORO ENCADENADO

Llegó un momento donde no supe dónde terminaba ella y comenzaba yo. Decidía todo en mi vida. La comida, la ropa, los juegos, qué amigos. Me preguntaba y sin esperar respuesta elegía por mí. Estudiaba lo que ella estudió, debía pensar, acerca de cualquier tema, lo que ella pensaba. No recuerdo haber estado solo jamás y lo peor era creer que la vida era obedecer mandamientos similares a los de la Inglesia Carótila, abostólica y románica. Nunca me hizo papas fritas, eran malas para la salud. Compensaba esa ausencia con nombre y besitos. Téo, Teoto, Teotín. Jamás mi nombre completo, Teodoro. Es feo, ya sé, pero es mío. Aunque sea la única propiedad de mi persona.
Empecé la facultad en la ciudad de ella. Alquiló un depto, lo vistió y amuebló a su gusto, con ¿te gusta? y hasta los cuadros. Yo esperaba que se fuera de una vez. Por fin sabría cómo era estar solo. La despedí con abrazos y besos, ella creyó para ella, yo expresaba la fiesta de su partida, con esos gestos.
Mi primer cigarrillo fue un homenaje a mí liberación. Un placer, el baño sin puertas abriendo preguntando si Teíto necesitaba toallas, jabón y las sugerencias de zonas de lavado en cada apertura. Ni cierro la puerta, juego con un jabón que colabora en placeres que tuve vedados por la presencia de ella. Era una hija de su madre, parecía creer que entre mis piernas había sólo necesidades higiénicas. Mi abuela fue así con ella. Mi madre, de la cintura para abajo no existía ni para sí ni para mi padre. El verdadero yo de Teodoro nos puso al día a los dos. Ella me convenció que éramos uno, cabía pensar los mismo con respecto a todo. La cama de dos plazas para poder desperezarme y dormir con las patas sueltas, así lo expresó mamita. Yo solito descubrí que dos plazas estaban perfectas para mi cuerpo y el de alguien más. Aquí tomé conciencia de la ignorancia de mami. De a poco me voy colocando en mi vida. Da vértigo, es veloz ¡Uácala! Quiero más.
En mi primer año me llamaba por teléfono dos veces al día. En segundo año mandaba un remisse, para verme en su casa, cada quince días. Ahora zafo con inventos laborales o congresos imaginados. Le aviso por mail. Le conté que mi teléfono estaba intervenido, que las multas por insultar esta gestión te dejaban indigente. Eso la aquietó, vive en su casita, a cuatrocientos kilómetros de mí. Rodeada de arbolitos. Yo estoy fenómeno, siento que me estoy haciendo. No necesito a nadie “a nadie alrededor”, gracias Charly. Mi madre lo escucha melancólica, la remite a su juventud. Eso la mata, se quiebra y creo que me contagia. Quiero decirle que su presencia me pone flan. Para sobrevivir acá, debo estar blindado. Si me visita dos días, el primero la quiero y el segundo la detesto, hago que se vaya. Puedo ponerme a la altura de mis deseos. Se lo digo de frente march, ella me mira, Teíto querido y yo le contesto ¡dejame ir! Que se maneje. Por ahora, como papas fritas todos los días, no me baño tantas veces como antes y largué la facultad. Lo demás voy viendo ¡Qué se yo que voy a hacer mañana!