viernes, 30 de marzo de 2012

MEMORIAS DE UNA PRINCESA CACHUZA

La dictadura de Mamá hizo abandono de persona en la mejor parte del cuerpo: la autoestima. Forma parte de mi estructura que se viene abajo cuando más la necesito. Siempre recurro a escalas ajenas para medir todas mis acciones. Me detesto al comenzar o concluir algo, me odio más que a todo el género humano cuando les hago coro a los prescindibles. La paradoja es pertenecer a ese tejido y encontrar maestros que rescaten lo que las hordas invalidan.

Cuando fui joven se le daba valor a la inteligencia, al desarrollo del pensamiento, al respeto del singular, al amor y a la paz. El contexto era de una perversión medieval, sostenida por asesinatos cotidianos. La princesa Cachuza, mucho amor y paz pero en una manifestación en La Plata, rompió la vidriera del supermercado Camec, con un adoquín tandilino, vamos todavía decían mis compañeros politizados. Fui solicitada para militar en agrupaciones, pero, entre mi sentido poco común y el sentido común de mi Padre, zafé. Nada mejor que hacer artesanías y viajar a dedo. Nunca me sedujo el riesgo de vida.

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