martes, 22 de diciembre de 2020

AVISO

 

   Me caí en la escalera y me tienen que operar. Por quince días no voy a poder escribir.

                                                              Abrazos de Patricia.  


lunes, 21 de diciembre de 2020

PARTE POR PARTE

 

   Melisa hacía abdominales, mañana, tarde y noche. Hasta no llegar a la cintura de avispa, como decía su madre, no iba a detenerse. Contrató un masajista japonés, que le pegaba bofetones alrededor del abdomen y luego con una morsa de madera, le ajustaba tornillos.

   —Tebe dolmil con la molsa puelta.

   Melisa controlaba sus medidas, al comenzar fueron 90-60-90, luego fue 90-54-90, más tarde 90-48-90, se enojó con el centímetro, le echó la culpa, decía que mentía. A su ideal de cintura le faltaba más castigo, para llegar a su objetivo, que una mano de hombre la abarcara entre pulgar e índice. Compró cinta métrica de metal y controlaba el día a día. El japonés no quiso seguir, porque entre la morsa, los bofetones y la cinta métrica, la cintura sangraba.

   —Melila, mis delos de mano shica, le aconseja dejal aquí, ata que se haga cascalilla. Pásele eta clema cinco vez pol día.

   Inclinó su cabeza y cerró la puerta con la sutileza de una pluma. Renovó todo su guardarropa, ese talle merecía vestidos y trajes de diseño. La madre perdía el habla cada vez que miraba a su hija. La cintura de Melisa representaba, el tallo de una flor. Hizo su presentación en sociedad, con doscientos invitados. Tomaron birra, whisky, pisco y tequila. Fumaron porro, hachís y algún valiente se inyectó heroína arábiga.

   Cada vez que Melisa tomaba algo o daba una pitada, sentía que su cintura quebraba. En un rock and roll acelerado, el chico que bailaba con ella, la deslizó bajo sus piernas y luego la arqueó sobre su espalda. Cuando cayó al piso, Melisa estaba quebrada. Llamaron al SOME y la internaron en Urgencias. No la podían mover, o su parte superior quedaría independiente de la inferior. La sangre dejó de fluir con normalidad, primero murió la parte de arriba y luego la de abajo. Único caso, donde una persona necesitó dos ataúdes independientes.

   A uno le pusieron una placa que decía: Melisa Parte I y al otro, Melisa Parte II.

domingo, 20 de diciembre de 2020

WITOLD

 

   Suelo mirar todas las mesas del Café y si encuentro alguien que lee “Cartas Secretas de Witold Gombrowicz”, me acerco. Dijo un chico que lo podía comprar en cualquier Librería.

   —Si no te lo presto.

   —Jamás prestes un libro, porque nadie te lo devolverá. Es algo empírico.

   Tuvo la gentileza de mostrar algunas fotos, donde vivió Gombrowicz, o sentado en un Café rodeado de seudo intelectuales. Él dijo que lo aburrían y se fue.

   Estuvo viviendo aquí unos años, odiaba Tandil. Le agradecí y volví a mi mesa, ocupada por ese Señor que dice:

   —Soy tu esposo, explicá tu comportamiento, yo esperando como un boludo, mientras vos charlabas con un chico.

   Le pedí disculpas.

   —¿Viste cómo se ha dejado la lectura? La consecuencia es que se pierde lenguaje, el interés por pensar.

   —Una buena conclusión, chapeau, pero no te habilita a dejarme solo.

   Yo pasé por la Librería y lo tenían a trescientos pesos. Lo compré. Él me esperaba afuera y le indignó el precio. Todos los precios lo indignaban.

   Encontré otra Señora leyendo y en la tapa estaba el nombre “Harry Potter”. Dijo con orgullo:

   —Lo leo en inglés.

   —Qué pérdida de tiempo.

   —Es para llevar a mis nietos.

   —¿Por qué no les lee “El Principito”? Existe otra posibilidad, “Mafalda”, por lo menos éstos no los asustan. Harry Potter les da vuelta la cabeza, mal.

   Regresé a mi mesa, él estaba esperando y esta vez no protestó. Lo miré a través del espejo. Fui a pagar a la Caja y lo pasé a buscar.

   De pie y rápidamente llegó a la vereda. Llegó solo, no sé cómo lo logró.

   —¿Y, qué tal?

   Era nuestro saludo doméstico, al que nunca respondió.

   Por si se perdía, tenía un GPS incorporado en su memoria. Nunca lo dejaba solo.

   El accidente dejó secuelas irreversibles. Era mejor cruzar una Avenida con él, antes de hacerlo sola. Tenía un arma blanca, él la llamaba así. Un bastón blanco, todos nos dejaban pasar.

   El resto parece un chiste viejo. Vivimos en un departamento que está en el noveno B. 

sábado, 19 de diciembre de 2020

CURRO ONEROSO

 

   Daba sangre cada vez que me era permitido, después la vendía, un trabajo como cualquier otro. Leí que alguien muy rico, necesitaba un riñón. Me presenté a su casa, con los antecedentes, análisis, edad, encarpetados.

   Le ofrecí mi riñón a cambio de una suma importante, que el Señor rico, duplicó. Luego tuve la oportunidad de vender mi pulmón derecho a un suizo, no esperó saber cuánto, extendió un cheque impensable y me besó las manos. Tenía un primo en Suecia, nos presentó y me quiso comprar la pierna derecha, yo no soy ningún boludo, pagó cash, perfecto.

   Por Internet supe de un inglés que necesitaba un brazo izquierdo, lo quiso hacer en Bolivia, porque salía más barato, se lo oferté por la llegada de las fiestas. Vendí los pabellones de mis orejas a un tipo que era modelo y ese detalle de ausencia le hacía perder todos los castings, a ése le cobré una pichincha.

   En la puerta de un Sanatorio, encontré un Señor caballeroso, le habían ensartado un florete en el ojo, practicando esgrima. Se acercó, ya me conocía todo el mundo, quiso comprar mi ojo izquierdo. Le di mi número de celular y a la semana quedé tuerto.

   Logré una fortuna. Me sentí mezquino cuando supe que el mejor amigo de mi hija, estaba en lista de espera para un trasplante de corazón. Ofrecí el mío. Fue un éxito, se realizó en Montreal.

   Me pusieron un corazón hecho con aleaciones plásticas, funcionó hasta que terminé este cuento. En paz descanso. 

viernes, 18 de diciembre de 2020

COPRO CUENTO

 

   —El que tenga que ir al baño, que vaya ahora o calle para siempre.

   —Al finalizar la clase me hice pis encima.

   —¿Y dónde fue que lo hiciste?

   —En los bancos de atrás está todo, todo, mojado.

   —Bueno, Fermín, ahora te vas al baño y hacés todo lo que quieras.

   —Seño, usted me dijo que hiciera lo que quisiera, vaya usted a mirar cómo dejé el baño.

   Miró de reojo y mi caca repartida por todo el baño y además, regada.

   —Tu penitencia será limpiar con un trapo y a mano, hasta dejarlo brillante. Fermín, tenés una penitencia por día, es raro y repugnante.

   —Nunca me voy a olvidar, Seño, cuando me hizo abrir un sapo con un bisturí. Yo me pregunto qué cosas tiene un sapo, que no tenga un Presidente: Eso me cuenta Papá, durante el almuerzo: “Sapos son los que nos hacen tragar”. Usted Seño, Señora, Señorita, nos tendría que enseñar algo que no fuera nada. Como dice mi Mamá: “Usted no sabe ni el abecedario, tiene mierda en la cabeza”. No lo digo yo, lo dice mi Mamá, que se sacó diez toda la vida. Yo le pondría un seis como Madre. A veces ella también tiene mierda en la cabeza.

jueves, 17 de diciembre de 2020

HIPOCONDRÍA

 

   Considerando sus dolores que le viajaban por el cuerpo, huesos, lunares, granitos, febrículas, hongos. Consultó con el mejor Psiquiatra-Psicólogo de Buenos Aires. Le habló Moni:

   —Te digo que es carísimo, debe ser muy buen Analista. Si no fuera tan caro, no sería tan bueno. Igual te conseguí un turno con el Psi René, el miércoles a las cinco de la tarde. Perdoná que me haya inmiscuido.

   —Moni, hiciste lo que debías, gracias, chau.

   —¿A qué debo el honor de su visita?

   —Después de conocerme, verá que no tengo honor. Lo quiero consultar, me salió un grano en la oreja, lo miro todos los días y se agranda, estoy muy asustada, ¿qué puede hacer?

   —Yo no puedo hacer nada, tengo un grano en la oreja, si usted lo deja de mirar el grano desaparece. Dejamos acá. Nos vemos el miércoles, a las cinco.  

   Apenas salió del Consultorio, René dio un portazo.

   —Usted nunca preguntó, pero mi nombre es Nora.

   —Es muy lindo su nombre, pero me gustaría que hablara de otras cosas, su infancia, la adolescencia, la juventud.

   —Doctor René, esas cosas pertenecen al pasado y tengo una capacidad de olvido, donde enterré mi pasado. Lo que más me preocupa es un lunar abajo del ombligo, era redondo y chiquito, ahora empezó a engordar. Tengo miedo que sea cáncer.

   —Querida Nora, ¿por qué no me lo muestra?

   —¿Y es obligación que se lo muestre?, me tengo que desabrochar la camisa, la camiseta…

   —Además de Psiquiatra, soy Médico y lo puedo evaluar. Aquí está, aprendí en la Facultad que los lunares no se tocan ni se operan.

   —Me dejaría más tranquila, que me lo palpe.

   —No me pida eso ahora, acá hacemos psicoanálisis, no tocamos lunares y menos éste, que tiene un pelo duro en el medio.

   —También tengo una mancha en un glúteo, le permito que la mire, es marrón con puntitos amarillos.

   —¿Sabe cómo se soluciona? Lavando bien sus intimidades, sobre todo cuando depone, la mancha es de caca y por el olor tiene muchos días. Debe bañarse más seguido.

   —Doctor René, si me baño, me lleno de alergias de toda índole.

   —¿Por qué no se queda desnuda? y podré ver todos sus problemas juntos. Ahh, Nora, su cuerpo es perfecto. Tengo una inyección para darle que le quitará las tonteras que imagina. Dese vuelta, por favor.

    —Doctor René, me parece que se está propasando, eso que me pone en el ano, no es una inyección, es su propio miembro.

   —¿La hace sentir bien?

   —Pssi, la verdad es que en la próxima sesión me gustaría que siguiéramos jugando.

   —Dejamos aquí, no olvide el próximo miércoles a las cinco. Le pido que venga limpia, reluciente, sino, no juego más.

miércoles, 16 de diciembre de 2020

OTRA VERSIÓN

 

   Lautaro trataba de caminar por la calle, las veredas eran tan calientes, las baldosas, las casas. Sus pies tenían ampollas por eso decidió andar por el asfalto. Hasta que se dio cuenta que no podía trasladarse. El asfalto lo dejó quieto y le fue tragando los zapatos.

   Las calles estaban vacías y empezó a pedir auxilio. Se quedó sin vos por decir tantos auxilios. Así pasó la mañana y la tarde, el asfalto le llegaba a las rodillas, trató que funcionaran sus piernas. El asfalto cubrió también su cintura. Lautaro meditaba para ver cómo salía. Cuando le llegó al cuello se resignó, pensando en su muerte inminente. El asfalto no tuvo piedad y le cubrió la cabeza.

   Por la mañana, pasó la Señora Raquel Piedrabuena, dirigió su mirada a un sombrero panamá, cruzó el asfalto y le pareció ideal para caminar bajo el sol. Cuando se miró en el espejito de su cartera, se sintió una Señora muy distinguida y cuando dio el primer paso, sus tacos estaban enterrados en el asfalto. Poco a poco se enterró hasta la cintura. El agobio no le permitió pedir socorro. Raquel Piedrabuena fue devorada por el asfalto, sólo quedó el sombrero.

   Luego cruzó un chico que lo miró y se lo puso. Caminó sereno, al asfalto no le gustaba atrapar niños de panzas vacías. 

martes, 15 de diciembre de 2020

EL ABUELO DE CRISTINA

 

   Recibió un tiro en el brazo. Fue desde una camioneta de cazadores de liebres. Y se la dieron, nomás. Era el Día de la “Fiesta del Durazno”. Cada Pueblo tiene su fiesta, la Fiesta de la Vendimia, de acuerdo a la cantidad producida. Esta Fiesta la ganó Augusto Cruces.

   Su Mujer era una excelente Modista y también modesta. Le confeccionó una bombacha de tablas blancas y una camisa perfecta. Lo completaba con una rastra de monedas, botas carrujadas, pañuelo de seda al cuello y sombrero de gaucho. El brazo quedó inutilizado. Augusto, el hombre que se reía todo el día, para contagiar a la peonada, perdió la risa.

   Sus días eran tristes, entró en una depresión permanente. Todos trataron de ayudarlo, los hijos lo reemplazaban en su trabajo. Decidió dormir al aire libre, en un catre de campaña. Lejos del rancho, cerca del río. Mientras la familia almorzaba, se escuchó un ruido estridente. Su Mujer corrió hasta el río y allí estaba Augusto. Tirado en el catre, con un balazo que él mismo, se disparó en el corazón.

lunes, 14 de diciembre de 2020

DOS PERSONAS

 

   Nico conducía el camión desde hacía dos días, Feiza no sabía manejar. El sol le daba en la cabeza y en la nuca. Tenía el brazo ampollado. Mirando el asfalto percibió una raya gris brillante, como si fuera agua.

   —Feiza, me parece que estamos por llegar.

   —No, para nada, faltan 1500 kilómetros. Lo que ves es un espejismo.

   —¿Como en el desierto, que en el horizonte se asomaba un oasis? Me acuerdo cuando lo visitamos, te tenía que arrastrar. Me hiciste un gran favor, me mirabas con odio. Cuando entramos al oasis repleto de palmeras y una laguna transparente donde nos metimos a nadar.

   —Nunca fuimos una pareja normal, dormimos cuatro días seguidos. No pasaba nada entre nosotros, tus ojos se deleitaban en ese lugar. Nos metimos en el agua y salía vapor. Te enojaste, guardaste ese odio para mí. Me obligaste a meter la cabeza dentro del agua, me apretabas el cuello y cuando yo no daba más, me sacabas para respirar y me volvías a meter, no entendí lo que pasaba. Pero pude escapar. Vos no me hablabas.

   —Poné música y prendé el aire, que ahora sí, estamos por llegar.

   Nico añoró llegar a su casa, llenar la bañadera y usar un líquido para hacer espuma.

   —Disculpá que entré yo primero.

   Feyza le dijo:

   —Quedate tranquilo, que me meto con vos.

   Trajo dos sopapas grandes, que después escondió en el lavadero y apretando con fuerza lo hundió bajo la espuma.

   —Oficial, se lo pido por favor, él se suicidó. Me dejó sola. No me tuvo en cuenta, ni me invitó para suicidarnos juntos. Lo que más quería era mi vida. Él eligió morir.  

domingo, 13 de diciembre de 2020

UNA CAJA

 

   —Nos peleamos, nos dijimos de todo, boludo, inútil, cortamambo, asno.

   —¿Cómo se van a decir esas cosas?

   —Yo tengo memoria y recuerdo tus peleas a los gritos, puteando por cualquier cosa a mi Papi. Mami, te quería contar que mi novia veranea en San Bernardo y yo prefiero Monte Hermoso. Decidimos San Bernardo. Decidió ella. Estaríamos solos para preguntarnos qué hacer o qué no hacer.

   —Joven lindo y bueno, ¿qué quieren decir con hacer o no hacer?

   —El amor, Mami, el amor. Yo sé que ella quiere, pero yo no sé. Se cree que soy célibe, pero antes me acosté con muchas chicas.

   —¿Y a cuántas te cojiste?

   —Me cojí un montón, pero esta me gusta porque es virgen todavía.

   Cuando llegó el Padre, ella le contó todo con lujo de detalles.

   —¡Estúpida! ¡Qué tenés en la cabeza!, sos una irresponsable, todavía es un niño y vos se lo entregás a cualquiera.

   —Es su Novia y parece que la quiere, se compró una caja grande de profilácticos, ¿los usará todos?

   —Tengo ganas de hablar con la Madre de esa chica. Vos quedate, después te cuento.

   La Mujer tenía la puerta abierta, justo salía.

   —Mire, soy el Papá del chico que es amigo de su hija, ¿a usted le parece bien que vayan juntos de vacaciones? Mi chico es un Don Juan y su hija parece liberal y divertida.

  —A mí me parece excelente que alguien use la casa de San Bernardo, nosotros no vamos nunca. Lo invito a mi hidromasaje. Lo noto muy tenso, y eso lo va a relajar. Quítese la ropa mientras yo me quito la mía.

   El estar con esa Mujer, nadando en redondo, le produjo muchas ganas de hacer lo que no hacía durante tanto tiempo. Luego de estar en el cielo, volvió a su casa. Su Mujer estaba despierta.

   —¿Y? ¿Qué me contás?

   —La Madre tiene aspecto de clerical y anda con la Biblia en la mano, prácticamente me obligó a rezar el Padrenuestro, dos Ave María y dar gracias a Dios. Podemos estar tranquilos y dejarlos ir de vacaciones.

   Y al final, se convenció.

   —Mami, en la playa lo pasamos de primera, tuvimos algún cambio de palabras. En especial cuando caminábamos por la orilla y ella se negaba, porque se mareaba. En casa me pedía perdón y no sabés cómo perdonaba.

sábado, 12 de diciembre de 2020

NO LE IMPORTABA NADA

 

   Le dolía el brazo izquierdo, lo tenía casi inutilizado. Alcanzaba a tender la ropa o un libro alto. Aumentaba el dolor, no la dejaba dormir. Le recomendaban hacer una consulta con un Médico. Odiaba a los Médicos y el olor a Hospital le daba vértigo.

   Una noche, con un cuchillo, se cortó el brazo que le dolía, desde la clavícula hasta la mano, sangraba tanto que llamó al Hospital. El resto lo puso en una bolsa transparente. Fue llevada rápidamente al quirófano. Trabajaron cinco cirujanos. Uno preguntó dónde estaba el trayecto faltante. El Enfermero llevó la bolsa:

   —Qué persona tan loca, sacarse un pedazo porque le dolía.

   Les llevó cinco horas la operación y ocho meses de recuperación. Le reubicaron la clavícula y el brazo le quedó más corto que el otro. Cuando le sacaron las vendas se dio cuenta enseguida. Su brazo no le dolía, pero al lado del otro, era mucho más corto. No le importó.

   A ella no le importaba nada. Encontró nuevas aplicaciones. Con el corto usaba el celular y apagaba la lámpara de la mesa de luz. Un chico se acercó:

   —Está cool tu brazo izquierdo. Te invito a vivir conmigo.

   Así fue, fugaz, pero este chico tenía micro cámaras de videos, que les mandaba a sus amigos para ver desde distintos ángulos, el cuerpo desnudo de “brazo corto”, así la llamaban, “Brazo Corto”. Cuando ella se enteró de todo, se fue. A “Brazo Corto”, no le importaba nada.

   Empezaron los problemas con el brazo derecho, sintió una molestia. Comenzó a crecer a pasos agigantados. Creció hasta la rodilla. Ella se sintió más tranquila. En la Primavera donde todo crece, el brazo le llegaba a los pies y al finalizar el Verano lo podía usar de cinturón.

   Estuvo en un evento y vio al Profesor que le tenía inquina. Prendió una boquilla larga. Mientras el Profesor hablaba pavadas, ella le apagó el pucho en la garganta. Le placía estar en cualquier lugar y arrastrarse como una serpiente, hasta llegar a una bragueta de botones, desprenderla con suavidad y saber de qué miembro se trataba. No sólo hacia degeneradeces. Al brazo derecho lo usaba para secar la ropa. En los Inviernos más despiadados, el brazo largo enroscaba al brazo corto. Entre ellos se daban calor.

   Una mujer  preguntó:

   —¿Dónde consiguió esa estola tan rara, que parece piel humana?

   Se abrazaba a sí misma para disimular. El brazo derecho se cansó del izquierdo. Compró soga de barco, la arrolló en su propio cuello. Se complicó la situación del anudado del brazo largo. Faltaba el aire, la respiración se detenía, el corazón no latía. Pero a “Brazo Corto” no le importó para nada.   

viernes, 11 de diciembre de 2020

EL ABRAZO

 

   No me bañaba ni me cambiaba el camisón, para sintetizar, la higiene dejó de ser un hábito, dejó de ser. No tenía fuerzas y lloraba para no sufrir, si me detenía, me arrastraba por el piso, hasta llegar al jardín y mirar las plantas desde abajo. Un vecino y amigo, maravilloso, apareció caminando en cuatro patas y se acercó al sillón verde, donde estaba acostada, seguro fue Andrew, que habló con preocupación sobre mi estado. Gustavo, apoyado en cuatro patas, dijo:

   —Mm…qué olor feíto que tenés hoy, ¿por qué no te das un buen baño y cambiás de camisón? Pensá en una ayuda, un buen psicólogo.

   Hice todo lo que me señaló y aparecí en su casa, a unos pasos de la mía.

   —Gus, ¿vos no me podés pedir turno con un buen profesional?, si es hombre, mejor.

   Al siguiente día me llevó mi Papá, a la sesión correspondiente. Flavio, con su pipa inseparable, un cuadro de Freud colgando a sus espaldas y dos cuadritos chicos, de los relojes blandos de Dalí, por primera vez me reí por dentro.

   Sus primeras palabras:

   —Patricia, ¿por qué mandaste a pedir un turno y no llamaste vos?

   Le dije que me daba vergüenza. Le hablé de mi depresión morbosa, era estacional, más grande que yo y me quitaba todo, hasta el placer de jugar con mi hijo de tres años y la libido ausente.

   —Decime qué hago, Flavio.

   Me habló directo, flecha:

   —Vos tenés treinta y ocho años, no sos ninguna nena, sos una mujer. ¿Y si te preguntás qué podrías hacer  vos, por vos?

   Yo iba a seguir hablando, pero vino el clásico:

   —¿Lo dejamos acá?

   Fue mi psicólogo durante cinco años. Mi situación iba y venía. Un invierno de lluvia y frío, llegué antes, me metí en la cocina, donde departía con sus colegas.

   —Flavio, por favor me muero si no me atendés ya.

   Me hizo pasar, me senté en el borde del sillón.

   —No puedo vivir, tengo miedo de suicidarme, en mi flia todos murieron en accidentes de autos o suicidados. Yo no soy ellos, entendés? Tengo adentro hecho trizas y estas lágrimas de mierda, que no paran, y los mocos, como mi vida, que es un montón de mocos y astillas, que fueron un todo y ahora no encuentro los pedazos para juntarlos y la soledad y la tristeza.

   Mi cabeza tocaba las rodillas y mi espalda era un signo de interrogación que dolía. Flavio se levantó, se sentó a mi lado y me abrazó redondo, como mi Abuela.

Me hamacó diciendo:

   —Bueno…bueno.

   Le dije yo, que lo dejábamos acá.

      —¿Te espera alguien?

   Estaban Andrew y Simón abajo.

   —Sí, no te preocupes, una vez me dijiste que había que saber andar entre las balas y es lo que estoy haciendo. Gracias.

   Me sostenía volver el miércoles, a las cinco de la tarde. 

jueves, 10 de diciembre de 2020

SUMMER

 

   La familia, los amigos y yo, nos dimos cuenta que Nora tenía preferencia por uno y el otro no le importaba. A pesar de ser un Pintor pope, yo me encargaba de pagar los gastos de la casa, las vestimentas de todos y el Colegio pago de mi hermano.

   Me despreciaba con los gestos y al otro le hacían fiestitas y le traían regalos.

   —Qué suerte, Nora, que este te salió rubio y de ojos celestes, en cambio el otro, tan morochito, de párpados caídos.

   Las amigas se fueron dándole un beso a Nora y a su hijo predilecto. A mí me saltaron. Mi Madre déspota insistía que yo le hiciera los mandados. Mientras ella hamacaba al niño, blanco como la leche. Para mí, le faltaban glóbulos rojos.

   Les compré una Mansión rodeada de árboles piñoneros. Salimos los dos hermanos a recorrer la floresta, sin la anuencia de  Mamá. Nos esperaba con una fusta en la mano, a mí me daba fustigazos en la espalda y al blanco parecía hacerle caricias con la fusta.

   —Me parece que Mamá vive pegada a mí y con vos, es tan injusta que voy a defenderte.

   —No, dejá, sería peor.

   Porqué no me quería, si era un pancito. Comimos en el salón principal. La mesa era redonda, cubierta con un mantel bordado en Richelieu. Me obligó a tender la mesa.

   —Si acá sobra el servicio.

   Dijo Nora:

   —A vos te queda liso, en cambio las otras parecen haber salido del barro. Las tengo para que limpien los pisos y los vidrios. Lo demás lo hago yo, tengo terror que me rompan alguna pieza importante. Ocupe cada uno su lugar, ya está lista la cena.

   Era un pavo relleno, dorado y con guarniciones de papas fritas y zanahorias. El rubio estaba bien cerca de su Madre, yo me puse en el medio, como si comiera solo. De pronto sentimos unos ruidos. Podía ser una nota, una sola. Podían ser ratones o algún gato que se colgara de una teja. Me inclino por la primera.

   En la parte más aburrida de la conversación, no había ninguna parte que no fuera aburrida. Cuando mi hermano se puso a defenderme, Mamá dijo:

   —Quietito, ni se te ocurra levantarte de la silla.

   A los postres, se escuchaban cristales que se entrechocaban. Se desprendió la araña y cayó sobre nosotros tres. Quedamos aplastados. Murió la Mamá y el blanquito. Yo sobreviví ante una escena desagradable.

   Salí a juntar piñas y me olvidé de llamar una ambulancia.

miércoles, 9 de diciembre de 2020

LA INJUSTICIA DE UNA MADRE

 

   La familia, los amigos y yo, nos dimos cuenta que Nora tenía preferencia por uno y el otro no le importaba. A pesar de ser un Pintor pope, yo me encargaba de pagar los gastos de la casa, las vestimentas de todos y el Colegio pago de mi hermano.

   Me despreciaba con los gestos y al otro le hacían fiestitas y le traían regalos.

   —Qué suerte, Nora, que este te salió rubio y de ojos celestes, en cambio el otro, tan morochito, de párpados caídos.

   Las amigas se fueron dándole un beso a Nora y a su hijo predilecto. A mí me saltaron. Mi Madre déspota insistía que yo le hiciera los mandados. Mientras ella hamacaba al niño, blanco como la leche. Para mí, le faltaban glóbulos rojos.

   Les compré una Mansión rodeada de árboles piñoneros. Salimos los dos hermanos a recorrer la floresta, sin la anuencia de  Mamá. Nos esperaba con una fusta en la mano, a mí me daba fustigazos en la espalda y al blanco parecía hacerle caricias con la fusta.

   —Me parece que Mamá vive pegada a mí y con vos, es tan injusta que voy a defenderte.

   —No, dejá, sería peor.

   Porqué no me quería, si era un pancito. Comimos en el salón principal. La mesa era redonda, cubierta con un mantel bordado en Richelieu. Me obligó a tender la mesa.

   —Si acá sobra el servicio.

   Dijo Nora:

   —A vos te queda liso, en cambio las otras parecen haber salido del barro. Las tengo para que limpien los pisos y los vidrios. Lo demás lo hago yo, tengo terror que me rompan alguna pieza importante. Ocupe cada uno su lugar, ya está lista la cena.

   Era un pavo relleno, dorado y con guarniciones de papas fritas y zanahorias. El rubio estaba bien cerca de su Madre, yo me puse en el medio, como si comiera solo. De pronto sentimos unos ruidos. Podía ser una nota, una sola. Podían ser ratones o algún gato que se colgara de una teja. Me inclino por la primera.

   En la parte más aburrida de la conversación, no había ninguna parte que no fuera aburrida. Cuando mi hermano se puso a defenderme, Mamá dijo:

   —Quietito, ni se te ocurra levantarte de la silla.

   A los postres, se escuchaban cristales que se entrechocaban. Se desprendió la araña y cayó sobre nosotros tres. Quedamos aplastados. Murió la Mamá y el blanquito. Yo sobreviví ante una escena desagradable.

   Salí a juntar piñas y me olvidé de llamar una ambulancia.

martes, 8 de diciembre de 2020

LA CURIOSIDAD

 

   Lo sueño muy seguido, además lo pienso. Él se fue del lugar donde yo estaba. Se despidió sin avisarme nada. A pesar de ser su primera vez, resultó un amante que sabía lo que había que saber. Nunca me besó la boca. Sus ojos me miraban, se escondían en mi descaro. Nos amábamos cuando a él se le ocurría. Me sentía como su perra, siempre esperando una llamada. El último día que hicimos el amor, se rió de mí, se reía con su lado más perverso.

   Pasaron cuarenta años, lo encontré. Él no me reconoció, yo estaba vieja y dio vuelta la cara. Tuve curiosidad, quise saber si había casado, si tenía niños, si era infiel como lo fue conmigo. Lo seguí hasta la parada del micro y él dijo:

   —Pase usted primero, Señora.

   Me trató de “usted Señora”. Sentí que me clavaban espinas. Iba con dos chicos más altos que él, los dos lo llamaban: Papá. Había una cuarta persona, sin duda era su Mujer. Se me cayó un pedazo de odio y otro de nostalgia.

   Mi Marido me estaba esperando con el motor en marcha. Entré al auto resignada. Lo había olvidado, era el primer día de mi quimio.

lunes, 7 de diciembre de 2020

EMIGRAR

 

   Los amigos de mi hijo se batieron en retirada. Emigraron a otros países.

   —Nos vamos de Argentina, no se puede vivir y además no te dejan.

   Encontraron un lugar cerca de Bahía, una Isla solitaria que se llamaba Macuto. Allí fueron a vivir dos, se mudaron con cuatro más y construyeron un lugar para comer y otro para tomar.

   Empezaron a llegar turistas y les entraban todos juntos. Ganaban mucho dinero y eso los alegró. Los turistas construyeron sus casas sobre piedras, todas no acordes con el paisaje. Llegaron a tapar los morros, hasta impedir que se viera el mar. Eran casas puro vidrio y cemento.

   En el Restaurante-Tragos, hicieron un cartel colgado de las tejas: “No Se Aceptan Argentinos”. Descansaban los miércoles. Iban en patota a la playa blanca, el mar azul transparente, cristal y en el sol de los atardeceres, tomaban Cachaa y contemplaban el horizonte, mientras muy lentamente, el mar se tragaba los últimos rayos. Miraban las chicas con sus cuerpos bamboleantes. Dijo uno:

   —Me imagino que sabrán, que viajar con una mujer, significa que te va romper las pelotas. A cada rato: “Pasame el bronceador en la espalda, más abajo, más arriba, ahora del otro lado”. Luego de esto se podría seguir, porque tendrá un antojo, que le compre un fular, después un collar. Todo el tiempo pensando en ese espermatozoide, producido por un anzuelo, que te engañó para joderte la vida que te queda.

domingo, 6 de diciembre de 2020

ARISTOINGRÁTICO

 

   —Un café es para la Srta Isabel y el té para la Srta Margarita. Habían sido muy unidas, pero después tuvieron problemas de herencia. Se reunieron para compartir esta mansión. Sus aposentos están divididos. Aunque son contiguos.

   —La Srta Isabel, ¿quedó para vestir Santos? 

   —Tuvo un Novio muchos años, se sentaban durante los almuerzos. Notó que él miraba con avidez a la Srta Margarita. Cuando estaban solas, discutían en voz baja y la Srta Isabel salía indignada. Se amaban de lejos con las pestañas. La Srta Margarita no miraba a nadie, sólo a él. Y contrajeron matrimonio. Margarita era gorda como un chancho, se necesitaron cuatro personas para que el corsette le entrara. Su hermana arribó a la Iglesia vestida de princesa, de rojo, con un escote que le llegaba hasta el culo. En lugar de mirar a la Novia, los invitados se solazaron viendo aquel escote, su cuello de cisne, la cintura estrecha y unos inolvidables ojos de almendra. Cuando el Cura preguntó si la tomaba como Esposa, el Novio dijo: “No”. Corrió desesperado tras Isabel: “Me equivoqué y te pido perdón”. Se colgó de su vestido e hizo tanta fuerza, que lo descosió hasta los pies. Quedó desnuda de atrás. Subieron juntos al coche de cuatro caballos. La Srta Margarita, aceptó ser perdedora, en especial cuando descubrió que aquel novio miraba por igual a todas las mujeres que lo admiraban y a Isabel no le daba ni cinco de pelota. Las hermanas decidieron compartir la Mansión. No se hablaban y se miraban con desconfianza. La Aristocracia, históricamente, se componía de hijos de puta.

sábado, 5 de diciembre de 2020

MISERILANAS

 

   Lo puedo decir:

   —¿Me permitís un minuto? O mejor.

   —Voy al toilette y vengo.

   O por qué no:

    —Me meo, ¿dónde está el baño? Dale, que me estoy haciendo pis encima.

                                                 

   —Yo no te puedo decir, si lo sabías antes que los viste y es así. ¿Querés que te mienta?

   O mejor:

   —Yo lo vi primero y callé la boca, te estaba tocando una teta.

                                                   

   —Sí, soy el Cacique.

   —Vos callate la boca.

   O también puede ser:

   —Después lo hablamos, pero no debemos faltarnos el respeto.

   O puede terminar en:

   —Te voy a cagar a trompadas.

                                                   

   Soy el Jefe y lo tengo que despedir:

  —Perdoname, pero sobra personal. Ahora te consigo otro trabajo mucho mejor que este.

  O decirle la verdad:

   —Con tus antecedentes es imposible, no encontré nada.

                                                    

   ¿Cómo le digo?:

   —Se puede estudiar solo, no te pongas así, no es para tanto. O también aceptar…bueno, estudiamos juntos. Y al final.

   —A condición que no te copies.

                                                    

   Se lo digo de una:

   —¿Qué hacías en la cajonera de la Señora? Estabas robando.

O también:

   —Robale que se lo merece.

   Una mejor:

   —Si no me das la mitad, se lo cuento a la Señora y vas a quedar en la calle.

   —Mejor para mí. En la calle me pagan mucho mejor que aquí.

   Le pregunto cómo hace:

   —Tenés que abrir las piernas y como dijo no sé quién, ante una inminente violación relájate y goza.

                                                   

    Escribe mal y ahí no sé si decirle o no. Dedica demasiado tiempo a leer, escribir y mirar una serie Netflix. Pensar en su vida me hace bostezar. Me animé y le dije:

   —Vos no cojés nunca.

   —Es verdad, ni cuando era puta.

viernes, 4 de diciembre de 2020

ASIRSE

 

   Saulo la encontró en un mercado de pulgas de China. Me la entregó en secreto, era nuestro Profesor de escenografía y no quería que el resto de sus alumnos se pusieran celosos.

   Era una cartera de seda negra glisada, tenía bordados dorados que parecían jeroglíficos. Cuando apagaba la luz brillaban como si tuvieran vida propia. Me asustaban y me atraían. Dentro de ellos escuchaba voces milenarias que no lograba comprender. Tenía el olor de todas las flores del mundo. La fui conociendo lentamente. Tocarla me daba escalofríos y tibieza. Salieron otras voces, decían que no tuviera miedo.

   —La cartera me habla y tiene voz propia. -Le conté a Saulo-.

   —Apoyala en tu pecho, cuando te acuestes a dormir, vas a sentir su protección.

   Sentí sus manos de seda, los bordados me recorrían todo el cuerpo. Aterrizaron en el cuello y no me dejaban respirar. Siguieron apretando y mi oxígeno dio por terminada su función.

   Por la mañana vino la Mujer de la limpieza, deshizo los nudos de la cartera y la llevó a su casa. Pensó en venderla y le pasó lo mismo que a mí.  

jueves, 3 de diciembre de 2020

EL ODIO PERTINENTE

 

   —Estamos dependiendo de mafiosos, corruptos y obscenos.

   —¿A vos te parece, Casilda?

   —A mí me parece lo que veo y siento. La estafa imponente y maloliente que conduce con odio y siempre quiere más. La Kakoncha que nos hunde.

   —¿A vos te parece Casilda?

   —Pero decime, ¿Vos sos K?

   —Sí y a mucha honra.-Dijo a Casilda-.

   —No digas pelotudeces, están matando a los viejos y a los niños, les roban la dignidad, viven de la caridad ajena y con eso comen. Existe gente bondadosa que sirve a los demás sin decir nada. La Perra asesina el pensamiento, destroza la escasa cultura que tenemos.

   —¿A vos te parece, Casilda?

   —Siempre fuiste indiferente. Si es como Atila, donde pasa la innombrable no crece nada. Los jóvenes de hoy son capaces de aplaudirla y destruir la poca esperanza que tenemos.

   —¿A vos te parece Casilda?   

   —Merecés que no te dirija la palabra, sos tan ignorante como la Perra y te deseo la muerte junto a las bestias. No te quiero ver más por esta casa ni por la calle, soy capaz de matarte a mordiscones.

   —¿A vos te parece, Casilda?

   —Detesto los niños ricos que molestan, no así el mugido de las vacas, la mansedumbre inquieta de las ovejas, los lentos cascos de caballos, las palomas defendiendo sus nidos, los zumbidos de las abejas. Rajá de acá, me das asco.

   —¿A vos te parece Casilda?

miércoles, 2 de diciembre de 2020

HAY QUE PROBAR

 

   Ramón trabajaba en los yerbatales de Misiones. El Dueño de aquel lugar, una noche lo invitó a cenar.

   —Estoy muy contento por su responsabilidad e inteligencia. Voy a faltar tres meses, preciso viajar a Buenos Aires. Tengo dos hijas, Flor y Luz, necesito que me las cuide y no les saque los ojos de encima, son buenas pero también hacen picardías.

   Flor y Luz tiraron una moneda, cara o seca. Para Luz fue una alegría cuando ganó: cara. La noche de luna llena, Luz entró al cuarto de Ramón. Él estaba dormido, Luz lo despertó con besos, caricias y penetraciones varias. Quedó embarazada de una Niña y cuando nació se llamó Ramona.

   Antonio el Dueño, tuvo un hijo con otra Mujer, se mudó a Chubut. Todos sabían la vida de todos.

   Una Señora mayor le preguntó si era su hija a lo que Antonio contestó:

   —Ella es mi hija y mi Mujer. No hay nada mejor, que todo permanezca en familia. Me siento completo con esta pareja. Ella está esperando otro hijo y pedía que fuera varón, para que sucediera lo que debiera suceder.

   La gente del Pueblo no los saludaba. Llamaron a la Policía, pero en esos lugares no había. No quedaba ni Juez de Paz, ni Abogados, ni Fiscales, ni siquiera un Gobernador. Se veían tan armónicos, tan felices, que el Pueblo entero decidió legalizar el incesto.

martes, 1 de diciembre de 2020

EL PRINCIPIO DEL DESPUÉS

 

   —Mami, ¿puedo invitar a comer a mi amiguita?

   —Claro que sí, pero no me traigas a comer a todos tus amiguitos. Éste es un caso especial, somos más amigovios que amigos. ¿Sabés lo que le pasó en la Escuela? Tenía el guardapolvo con manchas de sangre atrás. La llamó a la Directora y dijo: "¡Ya sos señorita, te felicito.” Ponete estos paños, por ahora.

   —¿Cómo, niño lindo y bueno?, es chica todavía para esos menesteres…

   —Bien, Mami, vos sabés mucho porque tenés diez años más que Papi. A mi amiguita le vino la menestruación y tiene las tetitas más grandes que vos. Lo que pasa es que se las venda, para que no se noten. Tiene vergüenza. Me dijo que le gustaría que hiciéramos algo juntos, además de los deberes. Tuve que contarle, todavía no me desarrollé. A propósito, cuando tendés mi cama, ¿nunca encontraste mojaduras raras?, no de pis, si no de lo otro.

   —Qué es lo otro?

   —Vamos, no te haga la boluda, como dice Papá cuando vos no estás.

   —Para tu alegría ya van tres veces que encuentro tus sábanas mojadas, bah, en realidad todos los días. ¿Y por qué tanto apuro?

   —Porque mi amiguita dijo que me apure, así estamos en la misma situación y podemos hacerlo.

   —¿Hacer qué?

   —Lo que hacen vos y Papi cada quince días, a mí me gustaría hacerlo aunque sea cuando sus Padres no estén. También puedo entrar por la ventana, su habitación está cerrada con llave, a ella le gusta así, para que nadie la moleste. Ayer me invitó, pero cada vez que la quiero tocar, grita como una rata. Después me dijo: “Esto que vamos a hacer es pecado. Tenemos que esperar a casarnos.”

   —Niño lindo y bueno, ¿qué le contestaste?

   —Que tenía razón, pero que faltaba tanto para casarnos, que podríamos ir practicando.

   —Por favor, nene, usá forro.

   —No lo necesito, ella tiene un montón.

lunes, 30 de noviembre de 2020

EL PLACER Y LA CONDENA

 

   —Mirá Jorge, había un Señor que limpiaba los vidrios del lado de afuera y justo cuando te iba a decir que del piso dieciocho era un peligro suicida, se cortaron las dos sogas que sostenían una madera larga. El tipo cayó a la vereda y hay manchas de sangre en este vidrio.

   Jorge me dijo que carecía de importancia, contrataron a otro Señor para que haga el resto y también se cayó en la calle como una mosca.

   Los obreros son así. Es gente sin oficio.

   —Sofía, contame qué te trajo la Consulta.

   —Estoy triste y la tristeza me deja sin nada.

   Jorge replicó con voz de campana:

   —Vas a venir dos veces por semana.

   —¿Dos que pago por una?

   —No Sofía, la cifra es la misma multiplicada por dos.

   —Necesito ayuda, pisé sin querer a mi tortuga. Bajé del auto y la fui a ver, creí que estaba muerta, la llevé al Veterinario, elegí el mejor. La reconstruyó con titanio y la dejó internada una semana. Cuando la tuve conmigo, estaba sana, como recién nacida. Pensé que por su edad no tenía chance. Después seguí yendo al Veterinario, con cualquier excusa. Se dio cuenta y me propuso pasar esa noche con él. Le pregunté si me llevaría a comer. Me contestó que necesitaba una noche haciendo el amor. Fui una mujer ideal, según decía él. Me cortó la cara, no quería compromisos permanentes. Hablé con la tortuga y le pregunté. Fue muy interesante, la tortuga no me respondió, era como estar sola y allí me quedé sin ganas de nada. ¿Qué puedo hacer, Jorge?

   Me contestó que conmigo podía hacer lo mismo que el Veterinario,  pero como era un Psi ortodoxo, pareció contestar ensoñado. Se hizo un silencio largo y me di vuelta para mirarlo, estaba profundamente dormido y se roncaba todo. Traté de despertarlo. El muy petimetre me dejó hablando sola. No me escuchó nada, como habían pasado dos horas, le dejé su dinero multiplicado por dos. Elegí no seguir con las consultas. Me habló por teléfono y preguntó si todavía estaba vigente su invitación a acostarnos. Explicó que un Psi ortodoxo tenía su permitido, pasar una noche conmigo.

   Después se enamoró y vivíamos juntos. La única conversación consistía en un “sí” o “no”, nada más.

   Cualquier día me dijo que por ser menor, se le podía armar un quilombo de aquellos. Me echó como a un perro. Fui a casa y no salí de al lado del teléfono. Se me cansó la esperanza y no me dieron ganas de nada.

   Soy muy vengativa y le pisé su gato al Veterinario. Y a Jorge le maté el perro, quedó planchado en el medio de la calle. Volví a pasarle por encima. Después los llamé y les conté lo que había hecho. Ambos me reputearon y me cortaron en la oreja. No entiendo a los hombres.

   Les conté a todas las personas que conocía y los dos se quedaron sin ningún paciente. Qué chusma que es la gente, la noticia salió en todas las redes sociales.