viernes, 4 de diciembre de 2020

ASIRSE

 

   Saulo la encontró en un mercado de pulgas de China. Me la entregó en secreto, era nuestro Profesor de escenografía y no quería que el resto de sus alumnos se pusieran celosos.

   Era una cartera de seda negra glisada, tenía bordados dorados que parecían jeroglíficos. Cuando apagaba la luz brillaban como si tuvieran vida propia. Me asustaban y me atraían. Dentro de ellos escuchaba voces milenarias que no lograba comprender. Tenía el olor de todas las flores del mundo. La fui conociendo lentamente. Tocarla me daba escalofríos y tibieza. Salieron otras voces, decían que no tuviera miedo.

   —La cartera me habla y tiene voz propia. -Le conté a Saulo-.

   —Apoyala en tu pecho, cuando te acuestes a dormir, vas a sentir su protección.

   Sentí sus manos de seda, los bordados me recorrían todo el cuerpo. Aterrizaron en el cuello y no me dejaban respirar. Siguieron apretando y mi oxígeno dio por terminada su función.

   Por la mañana vino la Mujer de la limpieza, deshizo los nudos de la cartera y la llevó a su casa. Pensó en venderla y le pasó lo mismo que a mí.  

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