—Estamos
dependiendo de mafiosos, corruptos y obscenos.
—¿A vos te
parece, Casilda?
—A mí me parece
lo que veo y siento. La estafa imponente y maloliente que conduce con odio y
siempre quiere más. La Kakoncha que nos hunde.
—¿A vos te
parece Casilda?
—Pero decime,
¿Vos sos K?
—Sí y a mucha
honra.-Dijo a Casilda-.
—No digas pelotudeces,
están matando a los viejos y a los niños, les roban la dignidad, viven de la
caridad ajena y con eso comen. Existe gente bondadosa que sirve a los demás sin
decir nada. La Perra asesina el pensamiento, destroza la escasa cultura que
tenemos.
—¿A vos te
parece, Casilda?
—Siempre fuiste
indiferente. Si es como Atila, donde pasa la innombrable no crece nada. Los
jóvenes de hoy son capaces de aplaudirla y destruir la poca esperanza que
tenemos.
—¿A vos te
parece Casilda?
—Merecés que no
te dirija la palabra, sos tan ignorante como la Perra y te deseo la muerte
junto a las bestias. No te quiero ver más por esta casa ni por la calle, soy
capaz de matarte a mordiscones.
—¿A vos te
parece, Casilda?
—Detesto los
niños ricos que molestan, no así el mugido de las vacas, la mansedumbre
inquieta de las ovejas, los lentos cascos de caballos, las palomas defendiendo
sus nidos, los zumbidos de las abejas. Rajá de acá, me das asco.
—¿A vos te
parece Casilda?

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