miércoles, 16 de diciembre de 2020

OTRA VERSIÓN

 

   Lautaro trataba de caminar por la calle, las veredas eran tan calientes, las baldosas, las casas. Sus pies tenían ampollas por eso decidió andar por el asfalto. Hasta que se dio cuenta que no podía trasladarse. El asfalto lo dejó quieto y le fue tragando los zapatos.

   Las calles estaban vacías y empezó a pedir auxilio. Se quedó sin vos por decir tantos auxilios. Así pasó la mañana y la tarde, el asfalto le llegaba a las rodillas, trató que funcionaran sus piernas. El asfalto cubrió también su cintura. Lautaro meditaba para ver cómo salía. Cuando le llegó al cuello se resignó, pensando en su muerte inminente. El asfalto no tuvo piedad y le cubrió la cabeza.

   Por la mañana, pasó la Señora Raquel Piedrabuena, dirigió su mirada a un sombrero panamá, cruzó el asfalto y le pareció ideal para caminar bajo el sol. Cuando se miró en el espejito de su cartera, se sintió una Señora muy distinguida y cuando dio el primer paso, sus tacos estaban enterrados en el asfalto. Poco a poco se enterró hasta la cintura. El agobio no le permitió pedir socorro. Raquel Piedrabuena fue devorada por el asfalto, sólo quedó el sombrero.

   Luego cruzó un chico que lo miró y se lo puso. Caminó sereno, al asfalto no le gustaba atrapar niños de panzas vacías. 

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