miércoles, 2 de diciembre de 2020

HAY QUE PROBAR

 

   Ramón trabajaba en los yerbatales de Misiones. El Dueño de aquel lugar, una noche lo invitó a cenar.

   —Estoy muy contento por su responsabilidad e inteligencia. Voy a faltar tres meses, preciso viajar a Buenos Aires. Tengo dos hijas, Flor y Luz, necesito que me las cuide y no les saque los ojos de encima, son buenas pero también hacen picardías.

   Flor y Luz tiraron una moneda, cara o seca. Para Luz fue una alegría cuando ganó: cara. La noche de luna llena, Luz entró al cuarto de Ramón. Él estaba dormido, Luz lo despertó con besos, caricias y penetraciones varias. Quedó embarazada de una Niña y cuando nació se llamó Ramona.

   Antonio el Dueño, tuvo un hijo con otra Mujer, se mudó a Chubut. Todos sabían la vida de todos.

   Una Señora mayor le preguntó si era su hija a lo que Antonio contestó:

   —Ella es mi hija y mi Mujer. No hay nada mejor, que todo permanezca en familia. Me siento completo con esta pareja. Ella está esperando otro hijo y pedía que fuera varón, para que sucediera lo que debiera suceder.

   La gente del Pueblo no los saludaba. Llamaron a la Policía, pero en esos lugares no había. No quedaba ni Juez de Paz, ni Abogados, ni Fiscales, ni siquiera un Gobernador. Se veían tan armónicos, tan felices, que el Pueblo entero decidió legalizar el incesto.

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