viernes, 31 de mayo de 2019

BÓSFORO



   Las hermanastras eran una reproducción de la vida de Cenicienta. Analé tenía dieciocho años y un Señor de cuarenta, la cortejó. Luego de un breve noviazgo, Analé, siguiendo ideologías parentales, aceptó la propuesta, viudo reciente. Tras una ceremonia fugaz, partieron a Turquía, era el lugar donde sus Padres murieron sin darle tiempo a despedirse.
   A cien metros del Bósforo, Analé pasó dos años de martirio, con distintos focos que lastimaron su autoestima. Nico traía a diario amigos y parientes que la discriminaban por desconocer su idioma y costumbres. Quedó embarazada y Nico quiso que naciera en Turquía y así obtener la doble nacionalidad.
   Las hijas de Nico hacían imposible la vida de Analé, le echaban sal en el té, subían la temperatura del agua hasta quemarla, cuando se duchaba. El lugar se prestaba, le hacían la cama turca. Analé llegó a Puerto. —Nico, tus niñas son una bendición, para vos, lamento decir esto, conmigo son irrespetuosas y tienen conductas malvadas.
   Por fin el Padre tomó las riendas del caso.
    —Chicas, están aquí, en el escritorio, porque quiero enterarlas que Analé y yo volvemos a Buenos Aires, Uds se quedarán dos meses más en Turquía.
   La más grande e irresponsable preguntó: —¿Por qué este cambio?
   El Padre, sin mirarla, contestó: —Uds sabrán.
   Nina nació un bebé ideal, jamás incomodó a sus Padres y daba gusto criarla. A los dos meses llegaron sus hermanastras, dulces y afectuosas. 
   —Milagro turco.-Decía Nico-.
   A medida que Nina crecía, las chicas modificaron su forma de trato hasta llegar a la indiferencia, la pisaban sin querer. Le sacaban la lengua, la hamacaban hasta que caía. Los Padres pensaban en una armonía tácita. Todo sucedía a sus espaldas. Una de las chicas se hizo amiga de Nina y se disfrutaban mutuamente. Las otras tres, hasta la pubertad, les escondían ropas, zapatos y lo más terrible, juguetes y bicicletas.
   El día del brazo de Nina, quebrado por la más grande. Nico le comunicó a su esposa: —No quiero ser injusto, pero hasta duermo alterado, voy a llevar tres de las niñas a Turquía, sus Tíos, sin hijos, las tendrán a cargo.
   Nico enfermó de gravedad y murió en Turquía. Antes Analé recibió un llamado: —No quiero que vengas, aunque no se pueda creer, las chicas se encargan de mí con una devoción que tranquiliza mis últimos días de vida, te repito, me va mal que me veas. Quiero que me regales quedarte con mi hija Nina y mi otra hija, son chicas aún…
   La llamada le pareció mentira, pero el dolor sanó rápido. Cuando el Escribano, junto a un Abogado, citaron a Analé: —¿Puedo concurrir con mis dos niñas?, son grandes, me sentiría más segura.
   Lo permitieron. Se leyó el Testamento Sucesorio. Las tres chicas mayores recibieron una casa suntuosa aventanada al Bósforo y veintisiete millones de liras turcas, para gastos a discreción.
   Analé recibió la casa grande de Buenos Aires, para Nina y su hermana, diez millones de Euros. Hubo situaciones de enfrentamiento entre hermanas. Nina y su hermana, todos ignoraban las razones, se distanciaron definitivamente, no se vieron más.
   Nina lo vivió como si le hubieran arrancado su referencia de hermandad. Cuatro días antes de Navidad, Nina rindió los exámenes para obtener el Registro de Conductor, en el cubículo donde había dos consultorios, para vista y audición. Primero llamó el Oculista y casi en simultáneo llamó el Audiólogo.
   —Srta Özkan, -Era Nina- Srta Özkan, -Era su hermana, el mismo día, a la misma hora, en el mismo lugar.

jueves, 30 de mayo de 2019

NO TE ESCONDAS



   Cuando miraba la costa y más allá del horizonte del mar, después de tanta vida plena de mujeres, hijas de las que fueron como las tres marías, separadas en la misma recta, se desconocían.
   Pero él supo con exactitud cuándo empezaban las caricias y terminaban cachetadas, ellas nunca quisieron continuar las verdades de la guerra y los simulacros de la paz. Desaparecieron fugaces. Los hijos iban y venían compartiendo los ellos y las ellas. Cada nacimiento eran un él y una ella. Los chicos se fueron, con libertad aprendida, a recorrer el mundo y alguna comunicación por whats up, fondo selva, fondo archipiélagos, fondo edificios. Cuando los vio canosos o pelados, hablando con acentos de diferentes idiomas, él se jubiló de Profesor y tuvo un accidente que lo limitó a caminar con muletas. Compró la casita marinera, con ojos de buey por ventanas y puertas ermitañas como él. Veinte años sin salir de su casa. Un carrero le llevaba comestibles y libros que él devoraba como chocolate.
   El miércoles, que suele ser un día de miércoles, salió un sol que doraba todos los contornos. Limpió su ojo de buey preferido, justo frente a la cama y miró asombrado tres hombres, dos con sombreros diferentes y el tercero ilustrado de pies a cabeza, los tres empujaron la puerta, vieron la toalla donde el viejo lloraba todos los días un buen rato.
   Se juntaron los brazos y las cabezas. Salieron los cuatro de la casita con trancos largos, el Viejo se hacía el pendejo  y andaba a la par revoleando las muletas. Uno hizo un agujero en la arena y escondió la toalla de llorar. El Viejo, que todavía leía sin anteojos, le dijo:
   —Muchacho, devolvé lo que enterraste, porque cuando Uds se vayan, la voy a necesitar.

miércoles, 29 de mayo de 2019

VÍAS



   —A Ud la conozco de algún lado.
   Vulgar, vulgar, este tipo es vulgar. Yo lo desconozco y su treta es común. Ud me conoce, yo no, pero le digo que sí, ando escasa de compañía. Le veo cara de fracaso, es un buen atributo, si fuera un triunfador no empezaría por “A Ud la conozco de algún lado”.
   Haría de cuenta que no existo y terminaría por preocuparle que alguien tan insignificante, lo mirase con desprecio. No sé los demás, pero a mí los triunfadores me parecen engreídos y generosos con lo que les sobra. ¿Me entendió? O esa cara de idiota será una de sus caretas.
   —¿Ud me habla a mí?
   Le tengo que decir, soy honesta, eso subyugó a mi novio cuando después de decirle “te quiero”, continué con “pero me dan tanto asco tus besos y el resto”. Y ahí me dijo: “Te perdono porque sos honesta”.
   —¡No! ¿Ud que piensa?, si piensa. Yo no hablo con desconocidos.
   Pobre…se achicó su cuerpo veinte centímetros de tristeza, no lo soporté. —Mire, lo que podemos hacer es caminar por las vías, ahora, un, dos, tres y saltamos juntos. Tiene su dificultad caminar en la vía, pero los solitarios somos equilibristas.
    Se lo hice saber. —Creo que entre nosotros hay buena vibra.
   Caminamos  contentos al mismo ritmo. Pero escuché el tren. El tipo ni cuenta se dio, le grité: 
 —¡¡¡Yo doblo acá!!!
   No sé qué hizo.
   Estoy segura que tropezó una mina y le dijo: —Yo a Ud la conozco de algún lado.

martes, 28 de mayo de 2019

BLANDENGUE ENTRE LOREAL Y DEL POTRO



   Los vecinos ocupan un triángulo, en eso consiste la manzana. A mi izquierda vive una Sra psicópata y malvada, tiró aceite de micro a la ropa de mi tender, uno de sus hijos arrojó un ladrillo, que pudo herirme mal. Allí presenté mi denuncia, pero cuando vi cuán analfafuncional eran los azules, dije Buenas Tardes y me fui.
   A mi derecha vive un matrimonio gordo, que dedicaba su vida a pedirnos herramientas, hilo de coser, enceradora, libros de pinturas, juego de compases, velas y más. Decidimos que se quedaran con todo, resignar es más saludable que pelear.
   La vecina que sigue, es alta como una palmera y está obsesionada con las ratas de su casa, dice que provienen de mi jardín selvático. Cada tanto se da una vuelta para pedir que saquemos algún árbol, “porque las ratas viven ahí, seguro”.
   La siguiente nos tira corchos, tapas de gaseosas, tronquitos, un pomo de acrílico rojo, abierto. A nuestra pileta prístina, anual, si no fuera por estos bastardos. Al lado reciclaron una casa, con piedras desiguales, adelantada a la línea municipal estipulada, pintada color caca, allí vive un perrito hueso de pollo, que ladra el día completo, agudo, seguido, cuando se detiene debe ser para tomar aire y luego seguir. Fui en reiteradas ocasiones y por fin me atendieron por el portero eléctrico. La respuesta fue que el animal tenía su carácter y no estaba en sus manos poder hacer nada.
   En la esquina hay una construcción fuera de escuadra, que prefiero cruzar y no lamentar ser víctima del derrumbe. Otra que como seguridad tiene un ligustro que corta la vereda hasta el cordón. En la siguiente esquina, hay una mujer repulsiva, que me detuvo apoyando el mentón en la escoba y contó en tres minutos sus desgracias pelotudas, en su vida docente: —Y vienen las Madres a contarme sus carencias, yo las echo como a gallinas. Estoy para enseñar, no para escuchar las miserias de los Padres.
   La muy perra chocó en ruta, dio tres vueltas y se curó en dos días, la bautizamos “el morto qui parla”. El marido de esta mujer puso un cartel en su basurín: “Es de uso exclusivo familiar”. El mío fue robado en tres oportunidades consecutivas, opté por ponerlo en el de esta flia, tan distinguida que nunca se le vio un sólo paquete de basura. El tipo, corrupto, de Vialidad, vino al día siguiente y me increpó poniendo el esternón casi llegando al atropello. —¿No vio el cartel?
   No le contesté. A la semana murió de un paro cardíaco. A la vecina del aceite y la piedra la atropelló un micro hace unos días, la flia del perrito, murió con perrito y todo en un auto de alta gama y poca suerte. Fue hoy. Este triángulo tiene tanta mala onda que Jorgito, el diarero, una persona digna y sincera, me dijo: —Sra, conozco todas las agresiones que la gente de su manzana le han provocado, se lo digo con todo respeto, pero mi comportamiento para con Ud, será impecable por siempre.
   ¿Tendrá miedo?

lunes, 27 de mayo de 2019

INSINCERAMENTE



   —Los Jueces tienen en su haber 1.500.000 denuncias, que obviamente la declaran culpable de dejarnos en pelotas, excepto un pequeño ejército de civiles oligofrénicos, pagos. Milicia escondida, que pagamos todos.
   —Bueno, eso lo escuché muchas veces, quiero que me cuentes qué dicen cuando no se presenta a Juicio.
   Esta Quintina, encima que lo vivo, le tengo que contar. —Sale uno a poner la cara y avisa que hoy tiene coiffeur, uñas, manos y pies. Podólogo que le trabaja hasta la frente, porque allí también tiene juanetes.
   —Ché ¿y el pueblo qué dice?
   —Nada, nuca dijeron nada, de nadie, no hay nada más cagón que un argento. Por ahí, alguno dice para descargar, pero las ideologías fenecieron, por fenicios que se llevaron toda la mosca y aunque supiéramos, son todos negocios, empresas, más grandes, más chicas, que se juntan, se separan.
   —Y a vos que vivís en ese lugar, ¿qué destino imaginás o cómo modificarlo?
   —Decime Quintina, ¿podemos dejar de hablar de entuertos?, ya bastante tuerto tuvimos, que ni siquiera sabemos. Contame de tu vida de locas sin fronteras.
   —Ahora estoy en Londres, me acabo de casar con un Príncipe de Windsor, hijo natural que la Reina decidió ocultar, porque ni ella sabe a qué generación pertenece. Me casé con un vestuario cuyo sombrero, me llegaba a los talones y clásico escote, dejar al aire las teteras. ¿Viste que está de moda la realeza con tetas?
   —Y no me invitaste, turra.
   —Es cierto, ni lo pensé, no hubieras tenido con quién hablar. El Príncipe fallado, piensa que Argentina queda en la Antártida, sabe que Trump y Putin se pusieron de acuerdo para hacernos agua. Así, Macroncho, se deja de joder con pedir préstamos aquí y acullá. Dicen que les hace gastar en vernissage, para explicarle que no espere nada de Pérez. Venite a vivir acá. Con el Príncipe ni me encuentro, es tan grande este lugar, que nos huimos mutuamente. Salgo en fotos con él, que me pone un besito en la verruga de mi mejilla, para que no se note.
   —Bueno, Quintina, te dejo, debo ir a limpiar tres casas, te entero que Juancho se fue con la sierva y ella que es un encanto, me dejó las direcciones de las tres casas. Te visito cuando me encuentre con la guita para el pasaje. ¿O me lo mandás vos?... ¿Ah, no? Me viene perfecto, siempre odié a los británicos, aunque ahora se cruzan con mestizos. Sí, te dejo, “pijatera”, justo pensaba en mandarte por Andreani unas tetas que son de poner y sacar, vienen bien, ahora que se curte hombre con hombre, mujer con mujer, hombre con dos mujeres o tres o cuatro. En las Cortes, participan animales. ¿Cuál es la dirección del castichoto?    

domingo, 26 de mayo de 2019

BIEN ATENDIDA



   Un milagro que anduviera parada sobre esos tacos de medio metro. Para la mina era algo común, parecía haber nacido con los tacos puestos. No dejaba pasar ninguna vidriera, se detenía, se miraba un tobillo y el otro. Inspeccionaba el pelo que revoleaba todo a un lado o al otro. Se acomodaba el cinturón y acariciaba la pollera hacia abajo. En los lugares donde había portones cerrados, ventanales sin reflejos, caminaba derecha, porque no miraba nada. Cruzando la calle con el semáforo a favor, sonrió por dentro, ese sector tenía ventanales de vidrios limpios como espejos. Se quitó los anteojos de sol, mordió una patilla y miró la ropa de los maniquíes. Entró al boliche.
   —¿Necesitás algo?
   Ella, displicente, contestó: —Voy a bichar un poco, si encuentro algo, te aviso.
   Tapados de diseño, blusas birmanas, pashminas, vestidos superpuestos, leves, carteras confeccionadas a mano, al igual que carteritas y carterones. Biyuta importada de Ceylán. Llamó a la Vendedora y señaló todo lo que iba a adquirir.
   —¿Es para un negocio o uso personal?, contado sin tarjeta, tiene una atención de cien pesos.
   El total ascendía a quince millones, cerró la operación. —La atención no es necesaria.
   Mientras sus lentes caminaban al ritmo de sus tacos, sonó el celular.   —Sra Gastatuti, su hijo llora porque nadie lo viene a buscar. ¿Cómo procedemos? 
   Qué crueldad su indiferencia, es el Padre de mi hijo, es abusador en toda la Escuela, ningún Padre ni Docente, se atreve a hacer la denuncia. Ni yo sé por qué tantos custodios. Pero los Padres sí lo saben. —Procedan llamando al Padre, hoy le correspondía a él ir a buscarlo.
   A mí el dinero me puede, por suerte dos de los cuatro custodios, me dan un sexo bien flipado.

sábado, 25 de mayo de 2019

NO ME QUISO, YO TAMPOCO



   Faltan pocos días, no los cuento, no quiero saber nada con la fecha. No estoy conforme ni asustada, como cuando fui chica. Ese sitio tenía brazos que corrían para socorrer, los infinitos tiempos sin angustia, con insectos confiables y un osito para dormir. Mañana un día feliz, por sufrir mucho en ese Hospital siniestro.
   La casa, me quedó grande pero limpia. María la laucha, a diario se ocupaba con miedo, como si yo fuera mi Madre. Hace tanto tiempo, que no recuerdo a Mamá. Sé que las fotos mienten, cara de buena, linda, pura mentira, a mí me odió siempre. Busqué otras fotos, en ninguna estamos juntas. Esas cajas tienen tierra y los tiempos se mezclan, se confunden.
   —Srta, ¿le preparo algo para su Cumple…?
   La corté en seco: —Sabés que odio ese día, ojalá no existieran los almanaques, ni esos que te dicen: “¡Feliz Cumpleaños!”
    ¿Cómo puede ser feliz, un año más que se acerca a un año menos? Yo estoy vieja como recuerdo a mi Bisabuela Chicha, tenía cara de loca, como cuando me miro la cara en un espejo que agranda, papel crepe la piel, el cuello, lo demás parece seco como una rama sin savia. Acá viene María la laucha: —Srta, aunque Ud no quiera, igual es, puedo pasar el día en esta casa, por si le agarra un ataquecito, no es cierto cuando Ud me dice que no soy nadie, si le limpio hasta el culo. Alguien soy y el lápiz en la boca lo pongo a lo largo, para que no se trague la lengua.
   Cuando me dice humedades, la escucho con asco, retumban nuestras voces en toda la casa, tiemblan los caireles de la sala principal. Antes refulgían, ahora son opacos, como los ojos de María la laucha. Limpió esta casa matamujeres, por tres generaciones o más, yo qué sé. Ella sabe que es sirvienta. Yo no sé quién soy, ni para qué vivo tanto. Se murieron todos, fui la emisaria, estaban como yo, enfermos, paralíticos, sordos, tuberculosos, les ahorré la molestia de pensar en la Parca, que nadie entiende, pero da miedo. Fue con una metralleta, miraron agradecidos, ni sangre les brotaba.
   A María la laucha la mandé a comprar cuatro botellas de champagne, dos salames y queso de rallar. Tendió el mantel de bordado Richelieu, en la sala principal, acomodó las botellas y cortó el fiambre. Puso dos sillas, una para ella, otra para mí. —María la laucha, ubicate, vos tomá y comé, pero no en esta mesa. Tu lugar es la cocina.
   No dijo nada, así debe ser. Tomé dos botellas y media, comí un salame y queso de rallar. Saqué de mi bolsillo, flores de cannabis y armé cinco porros. Dormí sobre el mantel, justo antes que la araña de caireles opacos, me partiera la cabeza.

viernes, 24 de mayo de 2019

EL OLOR DEL FUEGO



   Atardecer en una esquina de Tandil, una chica adolescente, peso esqueleto, pelos parados de todos colores, nariz de payaso, mejillas rojas y jardinero amarillo.
   —¿Cuánto cuestan los sahumerios que vendés?
   A ella la pisó la vida, tras la pintura, transparentaba un gesto ausente. —Lo que usted quiera, esta noche quiero comer.
   La gente hasta tomaba distancia por si la chica pedía. El Señor que le compró, pagó como para un sándwich, era Concejal, propuso dejar que los emprendimientos chicos tuvieran lugar en las esquinas, sin el trámite previo: “puedo o no puedo”. El resultado general fue: No.
   Todo es “No” para el pobre. —Que trabajen.
   No hay trabajo. —Que lo inventen.
   Por eso piden un espacio a la intemperie de una esquina, un Concejal dijo “Sí”. Era el Señor que se le nublaron los ojos, cuando escuchó: —Esta noche quiero comer.
   Los Kapos de la estupidez humana, argumentaban que la pobreza queda fea repartida en la calle. El Señor ni renunció, se fue a vivir a su pueblito de origen, que debido al cierre de todo, todito, todo, era una procesión de desocupados. Este gran hombre, energúmeno como todos los grandes, vendió el tambo recibido por herencia. Y lo que quedó lo trasladó al pueblito y todos tenían asegurado tres vasos de leche por día. Se le vinieron a vivir con él, jóvenes del pueblo del no.
   Sembraron. Comer, comían todos y las viviendas, de a poco, con materiales reciclados y la imaginación multiplicada, tomaban formas caprichosas. Un amanecer frío y oscuro, lo fueron a buscar al Señor apodado “Don Generoso”. A pocos kilómetros en una casa cuadrada de cemento, lo interrogaron acerca de temas que él ignoraba y recibió todas las sandungas de la década infame. Había dos bestias hilarantes y perversos, construyendo una cruz de quebracho. Estando él destruido, lo crucificaron con clavos de hierro y en una transcavator, lo trasladaron a la entrada del pueblito. Don Generoso recibió los alaridos del dolor y el espanto. Pertenecían a la adolescente que le vendió los sahumerios al precio que el Señor quisiera, porque aquella noche quería comer. Nunca cruzaron palabra, pero ella ni bien enterada, estuvo. Lo siguió trabajando junto a otros y convencida que Don Generoso, era su Padre, regalo de la tierra. Todo el pueblito ayudó a quitarlo de la cruz. Dos Médicos y Enfermeros, curaron sus heridas, su resucitación tomó un largo tiempo. Al año se le quitó el respirador. La secuela fue una ceguera milagrosa, que le permitió terminar su trabajo con los ojos del corazón.
   Hubo algún idiota confundido, del pueblo del “No”, que pidió canonizarlo. Le contaron a Don Generoso, que jamás levantó la voz a nadie y diatribó breve. —Me cago en el mal parido, sepa él que jamás he creído en dios y su fetichismo cobarde, sienta precedente, ya que la bestia cree toda esa sanata. Que arda en el infierno y se lleve el lote de canallas a la guarida del diablo.

jueves, 23 de mayo de 2019

FACHATOSTA



   Las mujeres que esperaban en la sala, tipeaban sus celulares, menos Antonia, que carecía del rectangular y le gustaba hablar con cualquiera, de cualquiera. Le dieron náuseas, que siete mujeres solas, sólo prestaran atención a los celuloquios y sin sonido.
   La Madre quería que Antonia disimulara en algo su vejez. Le pagó cuatro sesiones de ácido hialurónico. Pasó última, algo ingenua, Antonia fue atendida por una dermatóloga bella de toda belleza y Antonia pensó que ella quedaría igual.
   —¿Por dónde querés empezar? Te lo pregunto porque tu cara tiene derrumbes, fisuras, pozos en las comisuras te llegan al mentón, que se balancea de un lado al otro cuando hablás. Te aviso que no hago cirugías, puede restaurar tus ojos, tal vez un Cirujano…
   Antonia pensó con horror en cortes. —¿Y con maquillaje no lo podrá solucionar, Doctora?
   Le brillaron los ojos a la Docta: —Cómo no, Antonia, tengo una maquilladora que su propia familia, se asombrará del cambio.
   La Derma hacía ruidos de vidrios y metales. 
   —Bueno, vamos a empezar por el entrecejo ¿te duele, Antonia?, porque ya llevo media ampolla y apenas rellené la mitad, es muy hondo. ¿Vos sos constipada?
   Le dio pudor, la pregunta, pero respondió: 
—Doctora, yo no voy jamás al baño y por más que me esfuerce no sale nada.
   La Derma la miró con ternura: 
—¡Ah, claro, entonces es eso! Mirá, con estas inyeccioncitas, no tendrás necesidad de acordarte del inodoro. El inodoro irá a vos regularmente. Eso sí, tratá que no te siga a la calle, no está bien visto. Pensarán que sos una mina cagadora, a ver, mm.
   La tranquilizó lo que le dijo.
   Ay, esta mujer me está por dejar sin ampollas y tengo dos pacientes más. Yo le introduzco una porción de algodón hidrófilo y la corto acá.
   Le tengo que avisar de los moretones, que se guarde unos días en su casa y cuando se le pase el estadío mapache, listo.
   —Te quedó brutal, tenés una piel bárbara, gruesa, como si hubieras vivido siete vidas, pedí un próximo turno con mi Secretaria, acá hay trabajo para rato.
   Antonia vivía al candidato perdido. Tenía una vejez expandida en una cara que siempre fue de bagayo, no se podía rescatar un ápice de belleza. Habló de inmediato con el nuevo candidato joven e impotente.
   —Holá? Berto, en una semana llamo y te venís a comer. Soy otra, no me vas a conocer.
   Se miraba al espejo y el moretón se puso violeta intenso, daba paseos sorprendentes por toda su cara, la papada parecía una berenjena.
   Fue a un peluquero, con anteojos inmensos y un turbante negro. Le contó su historia con la Derma, Loli la tomó de las manos: —Mirá, bombón, si vos te bancás llevo tu papada hacia la nuca, la coso con punto guante y la tapamos con una extensión. Para el resto de la cara voy a realizar una mezcla elastizada de estuco y yeso. Esto tapará tu color violeta y pienso teñirte mechas negras con algunas violáceas.
   Antonia le tenía confianza ciega, a Loli. A ella le gustaba, pero él con delicadeza, dijo que no era conveniente porque a él no le gustaban las mujeres. Antonia apreció su sinceridad.
   Berto, ni bien la miró, le dijo que estaba hecha una regia. Había llevado unas pastillas para que su impotencia quedara postergada y jugar en el lecho, como Eros manda.
   Ella no podía creer el armamento de Berto, ni entendió por qué le tapó la cara con la almohada, toda la noche.

miércoles, 22 de mayo de 2019

ESPERO AL HOMBRE



   Desde el puente la luna dejaba su exacta redondez a mis ojos, se reflejaba en el río con rayas blancas y negras, o a la inversa, entre temblores del aire. Yo me acordé y fumé mi último pucho, promesas vanas que luego no cumplo.
   A diez metros de mí, un hombre joven sentado sobre el barandal, con los pies hacia afuera, también fumaba, postergando algo que tal vez fuera el último con certeza. Me acerqué, como si él no importara:
   —¿Me podés convidar con uno?
   Él me extendió el suyo. Estuve mal, le quité su cigarrillo y yo tenía un atado en el bolsillo, saqué dos, los prendí y le entregué uno.
   —Disculpá, pensé que no tenía.
   Él puso cara de no importarle nada, aceptó el pucho que le di. Pregunté por qué estaba con las piernas colgando hacia afuera.
   —Porque me gusta elegir y porque me largó mi novia, ando sin laburo y los viejos me echaron de casa. Miro los barcos de carga...¿Y a vos qué te chupa dónde estoy? Te creés que por un pucho berreta tengo que brindar testimonio. Andá donde estabas, acodate y fumate hasta la bruma que nos envuelve, dale, que te trague la neblina.
   Yo me fui donde estaba, es mi lugar, tiré el atado al río, me quedé con uno, el último y esta vez era cierto. Abajo del agua no se puede fumar.

martes, 21 de mayo de 2019

TRABA ARTESANAL



   Van los huerfanitos al mismo paso, desde que están solos compran en la esquina de un Almacén sobreviviente. Permiten llevar libreta, donde anotan la deuda. Se quedaron en un tiempo, donde desconocen las tarjetas. Compran 50 gramos de salame Milán y 60 gramos de queso de máquina. Los dos contemplan fascinados cómo la Gorda del Almacén cortaba con ese cuchillo giratorio que va y viene. Una vez fueron a quejarse porque el fiambre tenía gusanitos, el Almacén estaba lleno. La Gorda los acusó de mentirosos, por los clientes.
   Los huerfanitos volvieron a la semana, con la libreta y el dinero correspondiente. Llevaron lo mismo, salame Milán y queso. La máquina estaba tan limpia que parecía nueva y la Gorda los miraba socarrona, mientras la cuchilla iba y venía. Caminaron curiosos y rápido, usaron el papel de estraza, de mantel y se sintieron heroicos, nada tenía gusanos. Venía con un pancito criollo de regalo. Fueron a los tres días, el Viejo pintaba un cartel con letra fileteada, tipo Martiniano Arce, decía: “No se fía”. Los vio por el espejo. —Uds se van ya, al que no pagó no se le vende.
   Los huérfanos lo miraron feo: —Le pagamos a la Señorita Gorda, que debe ser su hija.
   El Viejo la llamó: —Diga la verdá, porque hay testigos y la libreta dice ¿Ud se quedó con el dinero de los chicos?
   La Gorda se tragó el sapo: —¿Papá, me está acusando de ladrona?, la libreta es trucha, se lo juro por Dios, que me caiga muerta.
   Ellos miraron al Padre y a la Gorda, se retiraron con un “Buenas Tardes” educado. Al día siguiente volvieron, la Gorda estaba en otro mundo, se había enamorado. Pidieron: —Lo de siempre, 50 y 60.
   La Gorda cortaba mirando por la tele al actor que la había enamorado. La manivela iba y venía, la cuchilla, no se sabe cómo, le cortó un dedo de ida y otro de vuelta. Los huerfanitos llamaron al Padre. El Viejo juntó del piso los dedos de la Gorda.
   Subieron en la misma camioneta que después volvieron.
   —Un cliente me lo dijo, si hacés a tiempo los dedos te los pegan en la Sala de Emergencia, no necesitan coserlos.
   Los huérfanos salieron contentos, se reían de la vida y cómo todo lo que iba, volvía. Con el agregado adicional, de dos pancitos criollos.

lunes, 20 de mayo de 2019

PIRÁMIDE



   Acá le cantamos, ella hacía el movimiento de la boca, pero no sacaba la voz. Nunca lo hizo, nos dábamos cuenta, nadie le decía que sus sonidos estaban, ella debía encontrarlos. Miraba las baldosas coloniales, las ventanas desvestidas, la Abuela las quería sin las intervenciones de separar los caminos del día y de la noche.
   —Vamos, chicas, esas cortinas serán para las galerías que dan al río, cuando haya moscas o el resplandor del sol con viento, parece hacer ondular toda la casa.
   Y bailaba con un camisón blanco, haciendo zarandajas por dentro de sí, con el alma que no recordaba por la sangre y esas cosas del ayer que prefería ignorar.
   La mesa formaba una L, allí comían todas, con sonidos de gallinas. La Abuela miraba con satisfacción cómo construyeron un piso por año, de mayor a menor, como las pirámides Mayas, pero aquí en el campo argentino. La casa de altura parecía decir: “Acá estoy yo”. Ella nunca sonreía, pero movía los labios cuando estaba caliente, frío, rico, feo, no tengo hambre, sí quiero más.
   Era la primera en levantarse de la mesa, iba a tocar el piano, piezas antiguas o nuevas que ella misma componía. Se recuperó rodeada de las chicas y las risas de la Abuela.
   Apareció cuando pasaron cinco años, al finalizar el segundo piso. No había alambrado, pero la tranquera era un símbolo de libertad. Fue paradojal, en ese lugar la arrojaron de un auto, para qué describirlo, si todos sabemos, el color, de quienes, para qué.
   Todas corrieron, la levantaron, estaba viva, tenía los ojos abiertos, la Abuela le sostenía la cabeza. Se quedó con ella mientras las chicas fueron a buscar ropa, agua y unas mantas. Se tropezaban entre ellas con el odio y la alegría.
   Escucharon un grito que nubló el cielo: 
—¡Le cortaron la lengua!...
   La Abuela la hamacaba y como un mantra, repetía y repetía:   
—¡Milicos hijos de puta!  

domingo, 19 de mayo de 2019

BIZARRE



   Entró por izquierda, tenía padrinos y no pasó por ningún examen de aptitudes, porque en el Ministerio sabían de antemano, su ineptitud en todo. Era de contextura peso pesado y palabras continuadas desenvolvían su bizarría.
   El día que empezó, tenía que tipear un discurso para el Jefe subyugante e inteligente, ojalá el País ardiera de esos hombres que acusan a las mujeres con razón. La Señorita Orda, se sentó en la silla y hundió el piso, le trajeron una con refuerzos de hierro lustrado y colocaron una viga para reparar el piso.
    Tipeó con un sólo dedo, adivinando cada letra, a las tres horas juzgó la importancia cargada de conceptos trascendentales. La panza le hacía ruidos similares a flatulencias, ansiosa de un refrigerio abundante. La Oficina estaba llena de ñoquis, descubrió su escote, para mostrar sus dotes teteras.
   Trepó su falda de licra, para que las piernas de músculos agobiantes, fuesen admiradas. Envolvió su cuello, con una bufanda de plumas, rojo flúor. La cartera, del ancho de sus caderas, animal print. Paró el tránsito con un silbato y cruzó al Bar de enfrente, pidió tres huevos pasados por whisky, papas fritas rebozadas con pimienta negra y curry y una baguete enmantecada, enharinada, con una salchicha gorda y larga, adentro. No le quedó espacio para el postre. 
   —Mocito, acérquese, todo lo ingerido por mi persona, será pagado por el Ministerio del Desocupado. Algo desabrido, en general, todo. Pero el pago será cash, en minutos. Quite la mirada de mi escote, porque lo surto.
   Usó el silbato para volver al cadalso, había un soplón que espiaba su letra tan gigante como ella. —El Príncipe Jefe Lorrobotodo, quiere letra chica para lucir sus anteojos, recién llegados de Seychelles.
   La Srta Orda, apoyó sobre el escritorio un glúteo en los dedos índice y mayor del soplón. —Es mejor que la letra chica la realice Ud.
   La Srta Orda casi siente piedad por los deditos quebrados, pero el estómago es más fuerte que la piedad. Siguió las mismas escenas del refrigerio anterior. —Mocito, uno de mortadela y batata y un café triple.
   Al concluir, el mozo anudado, dijo el precio de la consumición, casi con la nariz dentro del escote. La Srta Orda, le dio un mamporro en una mosca que tenía en la cabeza. —Me miró las tetas y le maté una mosca, considere todo pago.
   Pasó como una tromba al escritorio del Príncipe Jefe Lorrobotodo.
   —No quiero renunciar, pido su cargo como heredera directa, Ud aquí está de adorno, yo sería una obra de arte en su silla giratoria. Los altos mandos del Parnaso me vieron y les pareció que estoy buenísima, ninguno se aprovecharía de mi cuerpo, por mis músculos, entrenados para triturar miembros. Hubo casos, que todos conocen, gracias a la memoria de la Ex – Side.              

sábado, 18 de mayo de 2019

EL SECRETO DE C.L.



      Cuando una mujercita de apenas 45 cm de altura, se enamoró del Explorador, Marcel Peltre, de tamaño hombre, 1.70 de altura y 75 kilos de peso, no supo cómo seducirlo y le mostró sus partes pudendas.
   Marcel Peltre, que era francés, hincó su largo cuerpo en señal de respeto. —Madeimoselle, ¿Ud cómo se llama?
   Ella no sabía el significado de la palabra “nombre”. Y él la vio tan pequeña y bonita, que en nombre del sol la bautizó Pequeña Flor. La invitó a dar un paseo por el Parque Pereira Iraola, a pocos kilómetros de La Plata. Marcel daba largas zancadas y escuchó una vocecita angustiada, que decía: —Yo soy enanita y mis pasos son muy cortos al lado de los suyos, lo quiero alcanzar pero me agito y el aire se va de mí.
   Se sintió tan culpable, por olvidar las diferencias de altura, que con una mano atrás y una palma rozando el suelo, le dijo: —Pequeña Flor, le pido perdón, pero las personas altas, solemos no ser humildes, de tanto mirar por sobre la cabeza de los otros, ahora con un salto de pétalo, le ofrezco mi mano, podrá descansar porque son mullidas y seguiré caminando.
   Se sintió protegida de sus enemigos de tiempos ancestrales, “los chicos”, como ella y los de su tribu, todos negritos, parecían de chocolate, el torrente sanguíneo, de Pequeña Flor era de chocolate tibio. De improviso apareció una banda de niños, que preguntaron a Marcel, dónde había comprado es magnífico gorro de Explorador, todos querían tener uno igual.
   —Yo lo traje de París, pero los pueden pedir por internet, acá les anoto cómo hacer.
   Se fueron trotando. Ella se había escondido en su bolsillo, él se dio cuenta por las cosquillas. Marcel también comenzó a enamorarse. Iban a todas partes juntos, hasta dormían juntos y charlaban en idiomas diferentes, pero se entendían como viejos amigos.
   Una mañana Pequeña Flor, confesó a Marcel que estaba pregnant.
   —¿Tiene un novio que desconozco?
   Ella abrió unos ojos enormes. —De ningún modo, me ofende, Ud es el único hombre de mi vida.
   Marcel Peltre explicó que todo el proceso habría sido imposible. No estaban dadas las condiciones de tamaño.
   —En todo está la mano de Dios, tal vez sólo él podría explicar mi pancita de nueve meses. Creo que hay un orden de prioridades, somos felices y yo quiero tener este bebé.
   Pequeña Flor, casi revienta en el parto, pero nació un varón de 700 gramos, igual a Marcel Peltre. Se ocultaron en la Selva Amazónica, nacieron más niños hasta llegar a la docena. Los que salieron blancos, tenían sangre de chocolate blanco. Eran todo lo felices que podían. Marcel Peltre temía que aparecieran turistas perdidos, con hambre y lo dejaran sin familia. Siempre fueron inexplicables los embarazos de Pequeña Flor y lo más asombroso es que ella comenzó a crecer, hasta llegar a la altura de su marido.
   Marcel Peltre, por el contrario, disminuyó su altura hasta medir 45 cm, dormían juntos, pero ella tomó los recaudos para no aplastarlo.
   Se ignora qué recaudos.

viernes, 17 de mayo de 2019

ENCORDIO



   Batí record de correcciones, pensé cada frase como la última, lo leyeron algunos amigos y les gustó, tipo “lo más”. No soy idiota, en la mitad de sus juicios había afecto, pero me encanta ser afectivizada. Guardé el cuento en un folio, no era un micro ni un macrocuento, un simple cuento, que llegó a la risa de mí misma. Soy mi peor detractora.
   El trabajo era para un Taller Literario, que dirigía una mina, de prestigio, dentro del pueblito y afuera también. Tenía ambiciones, escritora excelente, recibió premios, dio charlas, viajó por encargo y fue traducida a otros idiomas.
   Allí me anoté. Vengo de una Ciudad, donde uno podía disentir con el Maestro, Profesor o Coordinador, de igual a igual. Una vez comenzada la Clase, éramos nueve en mi grupo, cada uno leyó su cuento, me aburrí. Todos eran novatos, pero buena gente, algo burgueses de oferta, pero en ese Pueblo, era lo que había.
   Cuando llegó mi turno leí bien, respetando inflexiones, no era comatoso ni intoxicado de puntos suspensivos…
   Cuando terminé, la mina que dirigía la batuta, empezó una diatriba docente, casi indecente. 
—Está bien, me gustó. Yo lo que haría es hacer que los tres personajes de lenguaje ligero, desaparecieran y buscaría acciones sin personajes, con sombras y secretos. Y el final, bueno, eso resolvelo vos.
   Yo la miré y pensé que me estaba cargando, entonces le dije: —Lo  destrozaste, digo yo, si todo está tan mal ¿por qué no lo escribís vos?
   Se ofendió de gravedad, esperé que se fueran todos, con la intención de decirle, que iba a rehacer mi cuento. Me miró con cara de mayonesa cortada. —¿Vos te das cuenta que lo que hiciste sienta precedente?
   Como a mí no me gusta jugar al antagónico, con alguien de quién se supone que va a juzgar lo que hago, le pedí disculpas. Sin saber qué precedente sentaba, con “¿Por qué no lo escribís vos?”
   —Y bueno, los alumnos pueden tomar tu ejemplo y esto se me iría de las manos.
   En ese punto dije: —Bueno, te veo la próxima Clase.
   Como soy exagerada, la encontré en una Casa de Comidas para Llevar y le pedí disculpas de nuevo, por mi actitud.
   —Y sí, pero ahora ya está hecho!
   Me lo saqué de la cabeza, porque este tipo de actitudes mezquinas, no merecen respuesta.

jueves, 16 de mayo de 2019

ESCRONCHO




   Se justifica, era una fiesta de disfraces, cuando la nombraron pasó primera, una chica de barrio en el palacio de las banderolas, la madre caminaba más atrás, su disfraz fue un paquete de harina, rebozada, para que no se notara que era negra.
   Pina De La Guardia, intrigada, preguntó: —¿Y el novio?
   —De ansiosa, lo dejó en la carroza, seguro.
   Venus Ortiballet contestó como chusma asombrada: —Para nada, el novio es el Príncipe, la esperaba en la escalera de Palacio, todos nos sorprendimos, la novia, Hilda Pérez, lucía un vestido rojo fulminante, llevando en la mano antifaz amarillo, el Príncipe rodó por la escalera de emoción, la futura suegra lo ayudó a incorporarse y lo llenó de manchas blancas, parecía un dálmata de colores invertidos.
   Pina, que miró toda la escena, se hizo la fina: 
—¿Y la plebe?
   —Tanto los aristócratas como la Reina Madre, aplaudieron tan fuerte como la hipocresía. Los plebeyos escupieron, viste cómo son.
   No cumplieron con ningún protocolo, la primera fue la Reina Madre,  ocultó que el Príncipe era medio hermano de Hilda Pérez, ella, la Reina no se angustió, fue un medio incesto y en los reinados, no existía el pecado. Los novios brindaron con vino de la costa, se metieron en un pelotero a jugar con entusiasmo. Empataron y siguieron, al gallito ciego, en el jardín. Se metieron en una pieza grande, el Príncipe resultó tener atributos pequeños, sin erección. Hilda Pérez lo amasó y le colocó un tutor, pero él sintió más dolor que entusiasmo. Ella fue rauda a un encuentro con la Reina: —Mire, Señora Reina, su hijo en lugar de sexo, tiene un escroncho, que ni entra ni sale, ni sube ni baja, de mi persona, no le saldrá un nieto, tampoco aceptaré una intimidación en vidrio, busque una mujer de su aristogática, con tal de tener un nieto suyo, le será infiel a su hijo. El Jardinero chino, que le cuida sus bon sai, sólo tendrá que esperar, como lo ha hecho con todas las damas de la corte. ¿Usted nunca entendió que los descendientes de esas mujeres, son amarillentos de ojos oblicuos? Ése sí que es un chino pródigo y cualquiera le viene bien, pruébelo, verá que es riquísimo. Es lo que dicen las nobles damas, enterada estoy, por trabajar en sus castillos, limpiando pisos. Soy virgen, lo intenté con su hijo, luego de ese fracaso, si el respeto pasa por amar a un hombre, antes lo pensaré bien pensado, como piensan los que piensan.

miércoles, 15 de mayo de 2019

ROUND TRIP



   Entró por derecha, no hubo padrinos y pasó por un examen de aptitudes, para la tarea que le fue asignada. Era de contextura frágil y el silencio la envolvía. El día que empezó, tenía que tipear un discurso, para el Jefe peripatético e ignorante, arde el País de esos especímenes. Se sentó en la punta de la silla y tipeó por media hora de corrido, sin juzgar el contenido vacío y necio de lo transcripto.
   En la oficina no había nadie, se cubrió con un chalequito azul marino y florcitas arbitrarias celestes, que disfrazaban agujeros de polillas. Una bufanda despelechada y una carterita de plástico. Cruzó al Café de enfrente y pidió un vaso de leche tibia.
   —Gracias, la leche estaba muy rica y muy tibia, acá tiene los diez pesos.
   Cruzó rumbo a su trabajo, ya había un alcahuete supervisando su tarea.  —Srta Narda, le faltan dos carillas y esa letra tan chica, el Jefe no la lee.
   La Srta Narda asintió con la cabeza y tipeó con letra Arial 20, el discurso de nada para nadie. A la media hora se cubrió con el chalequito azul marino, dos florcitas celestes desaparecieron, dejando los agujeros de polilla, expuestos, el remedo de bufanda y la carterita de plástico. Se dirigió a la Secretaria, para hablar con su Jefe, al cual desconocía. Pasó de inmediato.
   —Tome asiento.-Extendió su fuerte mano y no advirtió  su fragilidad, casi la quiebra-.
   Ella dirigió su mirada a la ventana, que se encontraba tras su Jefe, salteaba la cara del interlocutor, sin que éste lo advirtiera.
   —Quiero renunciar, no recibiré nada por una hora de trabajo. Pero sí necesito que me pague un vaso de leche rica y muy tibia, tomado en el Bar de aquí enfrente, fueron diez pesos.   

martes, 14 de mayo de 2019

TARDE NUBLADA TORMENTA ASEGURADA


   La canoa salió de Regatas, doblando dos kilómetros hasta el río abierto. A Paulo no le importó la polución, ni las manchas de petróleo, se tiró al agua en el único sector que tenía siete u ocho metros de hondo. Algunos decían diez, otros decían que había remolinos tragadores.
   A Paulo lo agarró un tragador. Yo gritaba y las canoas que pasaban a mi lado, indiferentes. No me quedó más que tirarme y encontré sus pelos, conseguí subirlo a la canoa. Lo puse boca arriba y resucitó con toses expulsadas. Venía una tormenta con rayos y truenos y la lluvia gruesa sobre nosotros aterrados. Quedé sola, con el remo partido, bordeando la costa. Paulo llevaba la cabeza inclinada sobre su pecho. —Flaca, dejá de hacer esfuerzos inútiles.
   Vi cómo él sacaba una pierna de la canoa, hacía pie y trepó a la costa. —El río es así, tramposo, me hacés reir, tenés cara de susto, “como perro en bote”.
   Le hice caso y me sentí estúpida, hacía rato que hacíamos pie y llegué a la costa. Paulo, que es como Cruela Devil, corrió volando entre sauces y cañaverales. —¡Pablo, esperame, guacho, te salvé la vida! Para el mundo no sos mucho, pero para tu vieja sí!
   Llegué a Regatas caminando kilómetros, el Club estaba cerrado. Me ardía el cuerpo, raspé con todo lo que encontré. En un costado, la moto de Paulo, en marcha. —Uy!, ¡La mujer de barro! Dale, subí que te llevo.
   No iba a jugar con mi dignidad, la cucaracha. Volví caminando a La Plata. El Camino Blanco, tiene muchos kilómetros, los hice.
   En una curva, una luz de calle, de esas que se iluminan a sí mismas y no al usuario, estaba ligeramente torcida y a sus pies de cemento, la moto de Paulo incrustada como un adorno de Navidad, el casco por un lado, la cabeza por otro y el resto no sé.
   No me gusta ver despostado a un traidor, pensé en el pulso repartido. El Camino Blanco se hizo intenso, cuando troté, después corrí y el viento en contra me partía la cara.
                                            

lunes, 13 de mayo de 2019

NOS VEMOS AYER



   Llegó Quintina a romper los huevos. Justo el Domingo de Pascuas, trajo un huevo para cada uno de mis cuatro hijos y dos para Marco y yo.  
—Bruno, ahora me los devuelven, porque me gusta romperlos a mí, yo los hice y los rompo.
   Pidió un vaso de whisky y los partió, resultaron huevos de gallina, pintados con acrílico marrón. Se quedó con el contenido, les agregó wkisky y dijo: 
—Chicos, es lo mejor para la resaca de la noche anterior, las cáscaras son para Uds, que ya se les ocurrirá qué hacer con ellas.
   Los chicos huyeron y nosotros, con ganas de seguirlos, nos quedamos. —Los niños no me dieron ni un beso, ni gracias, mejor, odio los chicos. Es raro, porque con los grandes me ocurre lo contrario.
   Tenía mucha prisa y más huevos en una canasta. El stress nos dio sueño y fuimos a dormir. Relajé el cuerpo y el mundo dejó de existir. Soñé cuando éramos chicas y Quintina robaba huevos de Pascua en Bonafide, yo le ayudaba. Los poníamos en los bolsillos grandes de mi sobretodo. Como estrategia salíamos llorando y gritando: —Mamá, compranos! Uno chiquito aunque sea.
   Así todos pensaban que nuestra Madre era avara y cruel. Llegábamos a la esquina y Quintina me agarraba del sobretodo. —Dame mis huevos.-Yo le daba todos y me quedaba con uno.- Ése que te dejaste también, fue mi idea, todos los huevos son míos.
   Soy sonámbula, seguía soñando mientras caminaba hasta el living. Marco pasaba un brazo por la espalda de ella. —Entendeme, es mi mujer, tenemos cuatro hijos, no me puedo separar y aunque así fuera, sos su mejor amiga, ocurrió una sola vez y porque me saturaste de whisky.
   Quintina se hacía la que se resbalaba hacia el piso. —Basta, loca, andá a tu casa y dormite. Cuando tenga ganas te llamo y arreglamos. Vos no me llames, si querés ser mi fucking amante, será cuando yo quiera, o tu amiguita tenga jaqueca.

domingo, 12 de mayo de 2019

ADEMÁS



   —Mami, ¿de qué está hecha la arena?
   —Está hecha de piedras rayadas.
   —¿Vos decís, como el queso rallado?
   Antes de que empiece con otro tema se lo explico mejor: —Vera, la arena se produce por el desgaste de las piedras, rocas y demás.
   La niña llevaba el balde de arena: —Mamá ¿qué es “además”? Hay muchos grandes que dicen además, es porque no saben qué viene. ¿Es cierto?
   —Demás está lleno de cosas, por ejemplo la arena tiene también caracoles, corales deshechos y demás Así hay un espacio que lo llenás, no demasiado, porque aburre.
   Voy a empezar un castillo, hoy es un día que no tengo ganas que Vera me hable. Antes pasaba el verano con su Padre. Soy una hereje, pero ¡Tres meses de libertad! Sin hacerme cargo de la niña, distribuía mi tiempo con amigos y amigas medulares y modulares.
   Cuando Vera me contó, recurrí a mi analista, a mi hermana y a mí que fui la encargada de poner orden en mis pensamientos, amar a Vera, ocuparme y demás.
   —¿Mami, por qué paso todos los veranos con vos? Quiero alguno con Papi, aunque sea que me vaya a buscar a la Escuela, en moto.
   Todavía no lo puedo enfrentar, llevo un peso pesado en el pecho. ¿Cómo nunca me dijo nada? ¿Cómo no me di cuenta? Tuve un presentimiento, la última vez que fuimos al mar todos juntos, él le pasaba pantalla solar con masajes cortos, cuidados. Él le indicaba: “Poneme en la espalda, donde más me quema y si podés en las pantorrillas”.
   —Sabés que Papi le dio un piquito a mi Padrino, dos veces los vi, ¿se dan piquitos los hombres, Mami?
    Ahora duermo abrazada a Vera, le leo dos cuentos, pero la mirada de ella es otra, además.

sábado, 11 de mayo de 2019

LOS POLVOS



   Asomada al balcón, donde entraban ella, su gato y una maceta, las perversas dimensiones de un monoambiente, dormitorio, un anafe y un baño. Todo en cuatro por cuatro, allí vivió Roberta, sus últimos días en Buenos Aires.
   Desde Trieste, su Abuelo, le mandó un pasaje para viajar y una carta que la hizo llorar: “Querida Rober, necesito que vengas, como tu País, según las noticias, se viene abajo y encima una pena tan grande como la muerte de tu Abuela, me dejó sin casa y resolvieron encerrarme en un Manicomio, siendo yo sano. Claro, ver tanto loco me volvió loco. Te espero para que des cuenta de mi cordura y consigas un Abogado que se haga cargo de recuperar mi casa…” La carta sigue, pero transcribirla está fuera del alcance de cualquiera.
   Roberta era experta, con su cara de inocente, de cualquier tropelía, sin medir las consecuencias. Empezó por hacer viajar de polizones, el gato y la maceta. Hizo contrabando de ambos, seduciendo al Comandante de abordo. Le costó un polvo rapidito, en el baño del Aeropuerto. Viajó en primera clase, gracias a una viejita alzheimeriana de 93 años, le contó cualquier verdura para cambiar su asiento de segunda, por el de la anciana. Totalmente creída que Roberta era una Virgen, que la bendeciría en cualquier momento de su vida y muerte. Lo de muerte lo agregó ella, para que la viejita se quedara en el molde, si la querían volver a su asiento.
   Llegó al Nosocomio, donde siendo la nieta adulta, venida de América, así lo declaró ella. Un Médico la hizo pasar a un cuarto sucio de pintura descascarada. —Ud quiere hacerse cargo de su Abuelo, eso tiene un precio.
   Hasta olor a humedad tiene el sinvergüenza. Le costó un polvo rapidito, sacar a su pobre Abuelo.
   Abrieron la casa y estaba tal cual la dejó el Abuelo, el diario en la segunda página de aquel día y la única variable fue la cama deshecha, sábanas sucias. Usaron la casa de bulín, seguro. Roberta buscó un Abogado, luego de limpiar y alistar al Abuelo. Buscó el mejor Abogado de Trieste, según le informaron. Tuvieron tres horas de espera, hasta que los recibió. Era un gordo más ancho que alto, cuya baba secaba con un pañuelo, de manchas dudosas. Luego que le relataron lo sucedido: 
—Sr Roca, tenga a bien tomar asiento en la Sala de Espera, me interesa hablar con su nieta, los términos de mis Honorarios.
   Cuando quedaron a solas, el gordo dijo a cuánto ascendía lo que deberían pagar. Roberta casi desmaya.
   —Bueno, mi querida, hay otras formas de pago.
   Éste fue un polvito más extenso que los anteriores, pero cerraron el trato y ganaron el Juicio.
   El Abuelo le preparaba té de camamila, todas las noches y de día polenta al hilo. Ella sentía un hogar recuperado y las anécdotas del Abuelo, casi siempre las mismas, la hacían dormir en mantas de recuerdos calentitos.
   —Rober, querida nieta, veo que salís a buscar trabajo todos los días y no encontrás. Te vas a enfermar, aquí también la desocupación es alarmante.
   Ella se cansó de rebotar en cada lugar y se le ocurrió una idea tropelíaca, ofrecía al paso, sus polvos rapiditos. Le fue tan bien, que puso con el Abuelo, una pequeña Pizzería al Paso, la llamaron: “Pizzería La Rapidita”.

viernes, 10 de mayo de 2019

SELVAS DOCENTES



   —En dos minutos comemos.
   Prometieron una habitación para cada uno, a último momento nos mandaron a una pensión, un solo baño para diez personas. Cuando te roban la intimidad es cosa fea. Este hacinamiento, donde estudiábamos, con olor a feijoada. Nos acostumbramos. Tocamos el timbre de la alegría. Todos íbamos a dar clase a los niños lugareños por tres meses. Beca activa. En medio de la selva, con mucha planta y hojas que se movían impulsadas por la curiosidad lugareña. Un pentágono, donde cada lado era una caprichosa construcción de cañas con techos tejidos en fibras de dos mil nombres. Cada una era un aula, dos Maestros por cada una. El objetivo: alfabetizar.
   Para divertirnos nos sentábamos en círculo y el pizarrón era la tierra que estaba en el centro. Eran una delicia esos ojos carbón, pestañudos, cacheticos y labios gruesos que cerrados, imitaban todos los sonidos de la selva. Los Maestros de Música eran los más amados. Una Maestra rubia con dos trenzas largas, vestida con delantal moñudo y volados. Nosotros usábamos botines, temíamos, había tanta planta como bichos. Ella andaba descalza, adaptaba episodios de “Alicia en el País de las Maravillas” y los chicos la escuchaban con atención, ella se llamaba Alicia.
   Todos comenzamos el uso de la música para matemáticas, lenguaje. Alicia, la más anarca, subía a los árboles donde le habían advertido que las serpientes rondaban mimetizadas con enredaderas. Fue salvada de una coral, por el nativo que nosotros más admirábamos, por sus huesos perfectos, su mirada, sus dientes, por muchos por. Y sucedió, Alicia y Batú bajaron del árbol abrazados y no se desabrazaron nunca más. Ella tuvo el privilegio de hablar su lengua y él hablaba castellano como un porteño.
Al cabo de los tres meses no queríamos volver, pero debíamos devolver lo que la beca nos permitió. Alicia se quedó con un incipiente bombito y un buenmozazo, que la trataba como a una reina salvaje, mirara por donde se mirara. Se nos ocurrió a los nueve restantes, acordamos seguir y sin becas, en Maestros Sin Fronteras.  
   Las selvas tienen más habitantes de lo imaginado y son mejores personas que los supuestos civilizados. Allá se respira oxígeno y no se talan árboles.
   El civilizado tala de raíz y respira mierda.