viernes, 17 de mayo de 2019

ENCORDIO



   Batí record de correcciones, pensé cada frase como la última, lo leyeron algunos amigos y les gustó, tipo “lo más”. No soy idiota, en la mitad de sus juicios había afecto, pero me encanta ser afectivizada. Guardé el cuento en un folio, no era un micro ni un macrocuento, un simple cuento, que llegó a la risa de mí misma. Soy mi peor detractora.
   El trabajo era para un Taller Literario, que dirigía una mina, de prestigio, dentro del pueblito y afuera también. Tenía ambiciones, escritora excelente, recibió premios, dio charlas, viajó por encargo y fue traducida a otros idiomas.
   Allí me anoté. Vengo de una Ciudad, donde uno podía disentir con el Maestro, Profesor o Coordinador, de igual a igual. Una vez comenzada la Clase, éramos nueve en mi grupo, cada uno leyó su cuento, me aburrí. Todos eran novatos, pero buena gente, algo burgueses de oferta, pero en ese Pueblo, era lo que había.
   Cuando llegó mi turno leí bien, respetando inflexiones, no era comatoso ni intoxicado de puntos suspensivos…
   Cuando terminé, la mina que dirigía la batuta, empezó una diatriba docente, casi indecente. 
—Está bien, me gustó. Yo lo que haría es hacer que los tres personajes de lenguaje ligero, desaparecieran y buscaría acciones sin personajes, con sombras y secretos. Y el final, bueno, eso resolvelo vos.
   Yo la miré y pensé que me estaba cargando, entonces le dije: —Lo  destrozaste, digo yo, si todo está tan mal ¿por qué no lo escribís vos?
   Se ofendió de gravedad, esperé que se fueran todos, con la intención de decirle, que iba a rehacer mi cuento. Me miró con cara de mayonesa cortada. —¿Vos te das cuenta que lo que hiciste sienta precedente?
   Como a mí no me gusta jugar al antagónico, con alguien de quién se supone que va a juzgar lo que hago, le pedí disculpas. Sin saber qué precedente sentaba, con “¿Por qué no lo escribís vos?”
   —Y bueno, los alumnos pueden tomar tu ejemplo y esto se me iría de las manos.
   En ese punto dije: —Bueno, te veo la próxima Clase.
   Como soy exagerada, la encontré en una Casa de Comidas para Llevar y le pedí disculpas de nuevo, por mi actitud.
   —Y sí, pero ahora ya está hecho!
   Me lo saqué de la cabeza, porque este tipo de actitudes mezquinas, no merecen respuesta.

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