jueves, 23 de mayo de 2019

FACHATOSTA



   Las mujeres que esperaban en la sala, tipeaban sus celulares, menos Antonia, que carecía del rectangular y le gustaba hablar con cualquiera, de cualquiera. Le dieron náuseas, que siete mujeres solas, sólo prestaran atención a los celuloquios y sin sonido.
   La Madre quería que Antonia disimulara en algo su vejez. Le pagó cuatro sesiones de ácido hialurónico. Pasó última, algo ingenua, Antonia fue atendida por una dermatóloga bella de toda belleza y Antonia pensó que ella quedaría igual.
   —¿Por dónde querés empezar? Te lo pregunto porque tu cara tiene derrumbes, fisuras, pozos en las comisuras te llegan al mentón, que se balancea de un lado al otro cuando hablás. Te aviso que no hago cirugías, puede restaurar tus ojos, tal vez un Cirujano…
   Antonia pensó con horror en cortes. —¿Y con maquillaje no lo podrá solucionar, Doctora?
   Le brillaron los ojos a la Docta: —Cómo no, Antonia, tengo una maquilladora que su propia familia, se asombrará del cambio.
   La Derma hacía ruidos de vidrios y metales. 
   —Bueno, vamos a empezar por el entrecejo ¿te duele, Antonia?, porque ya llevo media ampolla y apenas rellené la mitad, es muy hondo. ¿Vos sos constipada?
   Le dio pudor, la pregunta, pero respondió: 
—Doctora, yo no voy jamás al baño y por más que me esfuerce no sale nada.
   La Derma la miró con ternura: 
—¡Ah, claro, entonces es eso! Mirá, con estas inyeccioncitas, no tendrás necesidad de acordarte del inodoro. El inodoro irá a vos regularmente. Eso sí, tratá que no te siga a la calle, no está bien visto. Pensarán que sos una mina cagadora, a ver, mm.
   La tranquilizó lo que le dijo.
   Ay, esta mujer me está por dejar sin ampollas y tengo dos pacientes más. Yo le introduzco una porción de algodón hidrófilo y la corto acá.
   Le tengo que avisar de los moretones, que se guarde unos días en su casa y cuando se le pase el estadío mapache, listo.
   —Te quedó brutal, tenés una piel bárbara, gruesa, como si hubieras vivido siete vidas, pedí un próximo turno con mi Secretaria, acá hay trabajo para rato.
   Antonia vivía al candidato perdido. Tenía una vejez expandida en una cara que siempre fue de bagayo, no se podía rescatar un ápice de belleza. Habló de inmediato con el nuevo candidato joven e impotente.
   —Holá? Berto, en una semana llamo y te venís a comer. Soy otra, no me vas a conocer.
   Se miraba al espejo y el moretón se puso violeta intenso, daba paseos sorprendentes por toda su cara, la papada parecía una berenjena.
   Fue a un peluquero, con anteojos inmensos y un turbante negro. Le contó su historia con la Derma, Loli la tomó de las manos: —Mirá, bombón, si vos te bancás llevo tu papada hacia la nuca, la coso con punto guante y la tapamos con una extensión. Para el resto de la cara voy a realizar una mezcla elastizada de estuco y yeso. Esto tapará tu color violeta y pienso teñirte mechas negras con algunas violáceas.
   Antonia le tenía confianza ciega, a Loli. A ella le gustaba, pero él con delicadeza, dijo que no era conveniente porque a él no le gustaban las mujeres. Antonia apreció su sinceridad.
   Berto, ni bien la miró, le dijo que estaba hecha una regia. Había llevado unas pastillas para que su impotencia quedara postergada y jugar en el lecho, como Eros manda.
   Ella no podía creer el armamento de Berto, ni entendió por qué le tapó la cara con la almohada, toda la noche.

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