sábado, 18 de mayo de 2019

EL SECRETO DE C.L.



      Cuando una mujercita de apenas 45 cm de altura, se enamoró del Explorador, Marcel Peltre, de tamaño hombre, 1.70 de altura y 75 kilos de peso, no supo cómo seducirlo y le mostró sus partes pudendas.
   Marcel Peltre, que era francés, hincó su largo cuerpo en señal de respeto. —Madeimoselle, ¿Ud cómo se llama?
   Ella no sabía el significado de la palabra “nombre”. Y él la vio tan pequeña y bonita, que en nombre del sol la bautizó Pequeña Flor. La invitó a dar un paseo por el Parque Pereira Iraola, a pocos kilómetros de La Plata. Marcel daba largas zancadas y escuchó una vocecita angustiada, que decía: —Yo soy enanita y mis pasos son muy cortos al lado de los suyos, lo quiero alcanzar pero me agito y el aire se va de mí.
   Se sintió tan culpable, por olvidar las diferencias de altura, que con una mano atrás y una palma rozando el suelo, le dijo: —Pequeña Flor, le pido perdón, pero las personas altas, solemos no ser humildes, de tanto mirar por sobre la cabeza de los otros, ahora con un salto de pétalo, le ofrezco mi mano, podrá descansar porque son mullidas y seguiré caminando.
   Se sintió protegida de sus enemigos de tiempos ancestrales, “los chicos”, como ella y los de su tribu, todos negritos, parecían de chocolate, el torrente sanguíneo, de Pequeña Flor era de chocolate tibio. De improviso apareció una banda de niños, que preguntaron a Marcel, dónde había comprado es magnífico gorro de Explorador, todos querían tener uno igual.
   —Yo lo traje de París, pero los pueden pedir por internet, acá les anoto cómo hacer.
   Se fueron trotando. Ella se había escondido en su bolsillo, él se dio cuenta por las cosquillas. Marcel también comenzó a enamorarse. Iban a todas partes juntos, hasta dormían juntos y charlaban en idiomas diferentes, pero se entendían como viejos amigos.
   Una mañana Pequeña Flor, confesó a Marcel que estaba pregnant.
   —¿Tiene un novio que desconozco?
   Ella abrió unos ojos enormes. —De ningún modo, me ofende, Ud es el único hombre de mi vida.
   Marcel Peltre explicó que todo el proceso habría sido imposible. No estaban dadas las condiciones de tamaño.
   —En todo está la mano de Dios, tal vez sólo él podría explicar mi pancita de nueve meses. Creo que hay un orden de prioridades, somos felices y yo quiero tener este bebé.
   Pequeña Flor, casi revienta en el parto, pero nació un varón de 700 gramos, igual a Marcel Peltre. Se ocultaron en la Selva Amazónica, nacieron más niños hasta llegar a la docena. Los que salieron blancos, tenían sangre de chocolate blanco. Eran todo lo felices que podían. Marcel Peltre temía que aparecieran turistas perdidos, con hambre y lo dejaran sin familia. Siempre fueron inexplicables los embarazos de Pequeña Flor y lo más asombroso es que ella comenzó a crecer, hasta llegar a la altura de su marido.
   Marcel Peltre, por el contrario, disminuyó su altura hasta medir 45 cm, dormían juntos, pero ella tomó los recaudos para no aplastarlo.
   Se ignora qué recaudos.

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