Llegó Quintina a
romper los huevos. Justo el Domingo de Pascuas, trajo un huevo para cada uno de
mis cuatro hijos y dos para Marco y yo.
—Bruno,
ahora me los devuelven, porque me gusta romperlos a mí, yo los hice y los
rompo.
Pidió un vaso de
whisky y los partió, resultaron huevos de gallina, pintados con acrílico marrón.
Se quedó con el contenido, les agregó wkisky y dijo:
—Chicos, es lo mejor para
la resaca de la noche anterior, las cáscaras son para Uds, que ya se les
ocurrirá qué hacer con ellas.
Los chicos
huyeron y nosotros, con ganas de seguirlos, nos quedamos. —Los niños no me
dieron ni un beso, ni gracias, mejor, odio los chicos. Es raro, porque con los
grandes me ocurre lo contrario.
Tenía mucha
prisa y más huevos en una canasta. El stress nos dio sueño y fuimos a dormir.
Relajé el cuerpo y el mundo dejó de existir. Soñé cuando éramos chicas y
Quintina robaba huevos de Pascua en Bonafide, yo le ayudaba. Los poníamos en
los bolsillos grandes de mi sobretodo. Como estrategia salíamos llorando y
gritando: —Mamá, compranos! Uno chiquito aunque sea.
Así todos
pensaban que nuestra Madre era avara y cruel. Llegábamos a la esquina y
Quintina me agarraba del sobretodo. —Dame mis huevos.-Yo le daba todos y me
quedaba con uno.- Ése que te dejaste también, fue mi idea, todos los huevos son
míos.
Soy sonámbula,
seguía soñando mientras caminaba hasta el living. Marco pasaba un brazo por la
espalda de ella. —Entendeme, es mi mujer, tenemos cuatro hijos, no me puedo
separar y aunque así fuera, sos su mejor amiga, ocurrió una sola vez y porque
me saturaste de whisky.
Quintina se
hacía la que se resbalaba hacia el piso. —Basta, loca, andá a tu casa y dormite.
Cuando tenga ganas te llamo y arreglamos. Vos no me llames, si querés ser mi
fucking amante, será cuando yo quiera, o tu amiguita tenga jaqueca.

No hay comentarios:
Publicar un comentario