miércoles, 30 de septiembre de 2020

MIGUEL DE CERVANTES

 

   Hoy llamamos a nuestro Hijo, hace ocho meses que no nos vemos, queremos ir a La Plata y no sabemos cómo se pide el permiso. Tengo miedo de ver al Intendente y del asco vomitarle en la cara. Mi Marido desconoce la tecnología internetiana. Yo llegué al teléfono de bakelita y después no entendí más nada. Ni quise ni pude.

   Nuestro Hijo le enseñó al Padre, que es más inteligente que yo, los pasos a seguir para viajar de Tandil a La Plata. Tardó una hora y media, para explicar cuál era el trámite a seguir, que se realiza con celular. Mi marido lo escuchaba atentamente.

   —Mirá, Papá, apretás un botón rojo y te darás a conocer con tu nombre completo, tendrás que sacar una foto de tu documento, apretás el botón de abajo y te preguntarán tu domicilio, con el número correspondiente del celular, el teléfono fijo, el día, el año y la hora en que naciste. Luego te preguntan la razón de tu viaje. Les tendrás que decir que es por mudanza. Te van a preguntar a qué dirección de La Plata irás. El trámite de aceptación te lo otorgan en cuarenta y ocho horas.

   El Padre anotó todo y le contestó sincero:

   —Hijo, yo no entiendo nada, si aprieto un botón me manda a otro y hasta me inventa un nombre que yo no puse.

   —Bueno, Viejo, yo creo que con tu aspecto cervantino y tu hablar cuidadoso, Mamá a tu lado, como si siempre hubiera sido una esposa fiel y callada. Nadie te va a parar.

   —Sí, pero a mí me da miedo.

   —Ostias, ¿cómo no podés entender algo tan sencillo? Si no, salgan con el auto y vengan derecho. Si detienen tu auto, los mirás con cara de malo y corrupto y les preguntás: “¿Ustedes saben con quién están hablando?” Ellos se abrirán y te dejarán pasar, te pedirán perdón y tal vez te conviden un triángulo de pizza.

martes, 29 de septiembre de 2020

GOMA DE BORRAR

 

   Y me dejó la menor, sin avisar. Fue una noche de lluvia. Bubú lloraba como la lluvia, la tuve en mis brazos, sin saber qué hacer. Le canté el arrorró, no le gustó.

   —Ya estoy muy grande, contame un cuento que tenga sol filtrado entre los árboles y poder olvidar que estoy con vos. Tengo un niño en la panza.

   —¿No pudiste hacer nada? Era difícil, yo entiendo.

   —No podés entender, todavía lo tengo en mi vientre y sé quién es el Padre. Vive con Mamá. Ella lo quiso ocultar, me apretaba con un corsette. Le daba vergüenza. La vida la llevó a tomar esa decisión, me dejó con vos. Dijo que tenías la magia que ella no tenía. Pura mentira. Prefirió seguir viviendo con él. Es un amor enfermizo. Llegaba borracho, le pegaba todos los días. Ella disimulaba las heridas con maquillaje. Una noche de lluvia como ésta, escuché la puerta de mi pieza que cerraba. Había olor a alcohol. Sentí un peso enorme sobre mi cuerpo, dos manos más fuertes que yo me abrieron las piernas. Y así fueron todas mis noches. Yo a Mamá no le conté nada, ni ella me preguntó. Vinimos a pasar con ella y mis dos hermanos, unos días con vos. Cuando se fue con mis hermanos, a mí me abandonó en tu casa. Me abracé a su cintura y como toda respuesta, recibí un puntapié sobre mi espalda. Tenía cara de odio, de loca desesperada: “¡Sos una puta, vos lo provocaste”. Y esas fueron sus últimas palabras.

   A los nueve meses tuvo sus primeras contracciones. Los Vecinos vivían a más de veinte kilómetros de distancia. Recordé partos de películas, el parto de una amiga y entonces hervir agua, desinfectar los instrumentos, como escalpelo y pinzas. Herencia de mi Padre, mientras la tranquilizaba.

   —Bubú, estoy tomando el tiempo de la dilatación, estás en buenas manos.

   Parió en mis propias manos, el bebé salió perfecto. Hice lo que en estos casos se hace. Ahorraré en detalles, el bebé salió al mundo y de allí al pecho de su Madre. Era idéntico a Bubú.

   —¿Ahora me tengo que ir? ¡No! Por favor dejá que me quede.

   —Bubú, mi casa es tu casa y la del bebé también. ¿Qué nombre le vas a poner?

   —Suan, el nombre de un indio valiente, ¿te gusta?

   Era precioso, me encantó. Lo criamos juntas. Resultó un niño inteligente, con destellos geniales. Inventó una goma de borrar, para que su Mami olvide aquel pasado inmerecido.

lunes, 28 de septiembre de 2020

PERMISOS

 

   Me amenaza con una escopeta, yo me escondo entre los ligustros.

   —¡Esperá! ¡Esperá! Que soy Lili.

   —No te asustes, igual no está cargada.

   Me hizo pasar a su nueva quinta, no lo reconocí, cambió su cara por otra nueva. Tenía implantes de pelo en la cabeza y ninguna cana.

   —¡Qué joven que estás, Bicho! Cambió tu fisonomía.

   Él me dijo sin piedad:

   —Qué cruel es el tiempo, parecés más grande que yo.

   Y sí, tenía razón. Dejé que el tiempo se depositara en mí como quisiera, nunca me teñí el pelo.

   —Me casé con una chica, si no me hacía todo esto, parecería su Padre.

   —Ni bien nos separamos ya vivías con otra. Pasé por tu quinta para arreglar algunas cosas que quedaron pendientes. No me gusta compartir la tenencia de los chicos. Esta situación los confunde, le dicen Mamá a tu Mujer, cuando están en tu casa. Tomé la decisión de tenerlos siempre conmigo. Tienen una Niñera que se ocupa de ellos cuando tengo que ir a trabajar. Se sienten divididos y se ponen muy tristes. La Psicóloga me dio la razón.

   —Lili, no me podés decir eso, tené en cuenta que les paso una pensión alimenticia mucho más alta que la que asignaron los abogados. Quiero que concurran a una Escuela Privada y bilingüe. Yo la pago, no te preocupes.

   —No quiero que medien abogados, arreglemos entre nosotros. Si tu Mujer no puede tener hijos, no quiero que se apropie de los nuestros. Te hago una propuesta, vení a visitarlos cuando quieras. Serás bienvenido, incluso si un día te quedás a dormir, no me molesta. ¿Entendés lo que te digo, Bicho?

   —Mirá, a esta altura de mi vida, no quiero complicaciones. Hagamos lo que a vos más te convenga. Como siempre. Te advierto que te tomo la palabra, iré cuando se me antoje.

   Me tranquilizó su aceptación y hasta renuncié a mi trabajo, para pasar más tiempo con ellos.  Se quedaba a dormir con cierta frecuencia.

    Los chicos fueron a pasar dos días con sus Abuelos. Cuando llegó le avisé que ellos no estaban. Trajo una botella de champagne. La tomamos sin comer nada. Él se puso cachondo y nos revolcamos con el entusiasmo del primer tiempo de nuestro matrimonio. Volvió a suceder con cierta frecuencia. Sabía que eso estaba mal, pero una no es de hierro.

   Quedé embarazada, no lo pude creer. Él tampoco.

   Y la Mujer, menos.

domingo, 27 de septiembre de 2020

¡CUIDADO!

 

   —Me pusieron una pierna ortopédica, no había mi número, quedaba sólo talle S. Camino renga, ni uso bastón.

   Su amiga no dudó un segundo.

   —Yo por suerte conseguí talle L y me entró a la misma altura que la sana.

   —Tantos años que nos conocemos y nunca te pregunté cómo fue.

   La amiga acarició su pierna y le contó el episodio, una camioneta de la policía pasó por encima de su pierna y se dieron a la fuga no sin antes gritarle:

   —Te queda la otra, nosotros siempre dejamos propina.

   Ella se asombró, porque le sucedió igual, un patrullero le destrozó la pierna y se dio a la fuga.

   —A esta gente hay que matarla, subirlos a una máquina recolectora y que los compacten. Total no sirven para nada y encima te van quitando pedazos.

   La talle S pensaba que matar era feo, tal vez lo mejor sería darles el traslado a Medio Oriente, munidos de armas plásticas.

   —Sabés lo que hago cuando veo un cana? Le pregunto cualquier verdura, hago que me mareo y le vomito encima, cerca de la cara.

   La talle L, con la talle S, iban a pagar el plus que dispuso la Municipalidad para la policía local. Se brotaron las dos cuando vieron la cifra, la cuarta parte de sus jubilaciones. Fueron a ver al Intendente y el nabo les dijo que no estaba enterado. Tenía cicatrices en las muñecas de tanto meter la mano en la lata. Talle L y talle S quitaron sus piernas ortopédicas y le pegaron en todo el cuerpo, sobre todo en la cabeza. Siguieron, no  sin antes descansar los brazos, le pegaron, le pegaron, le pegaron, lo mataron.

sábado, 26 de septiembre de 2020

RENGOS

 

   Tenía una pierna más corta que la otra, andaba sin bastón por ser muy coqueta. Buscaba un novio de baja estatura y lo esperó sentada para que no se notara. Por fin apareció, era más petiso que lo que ella imaginaba.

   —Qué linda que sos, me gustan tu cara y tus piernas. Es muy exótico tu traje japonés.

   —Es made in Japan. Me lo mandaron de Oriente.

   —¿Cuántos años tenés?

   —Cumplí 32, voy para 33. ¿Y vos?

   —Yo tengo 20 y no pienso cumplir más. ¿Qué estudiás?

   —Veterinaria, me voy a dedicar a animales chicos.

   —No me cuentes, me gusta conocer una mujer, no por lo que dice sino por lo que hace. Vayamos despacio.

   Ella se puso de pie y él se sorprendió. No la imaginó tan alta y mucho menos que fuera renga. Le regaló zapatos con plataforma, a uno le agregó cinco centímetros más. Ahora se paseaba orondo, con una mujer elegante.

   —Como llegó la Primavera, quiero ser tu novio, el corazón me late por vos.

   Ella contestó:

   —Qué coincidencia, a mí me late igual, con una diferencia, siento mariposas que aletean en mi estómago.

   —A mí también me laten otras cosas, que por respeto no pienso decir.

   Nacieron cuatro hijos rengos, dos altos y dos tan bajitos, que parecían hijos de sus hermanos.

   El Padre estudió Veterinaria y se dedicó a los animales grandes. Su especialización fue hacerle tacto rectal a las vacas.

   Los hijos formaron una banda de rock, que se llamó:   “La Renga”.

viernes, 25 de septiembre de 2020

GENERACIÓN MILENIUM

 

   Tengo que escribir un cuento pero perdí mis ideas. Las busco por todas partes y no las encuentro por ningún lado. ¿Huyeron de mí? ¿Me abandonaron? Tal vez pensaron que me copie a mí misma. Eso no es verdad, las extraño. Son mi única compañía, no me pueden dejar así como así. Mi secreto condena o ya estoy condenada.

   Pobres los cuadernos vacíos y las lapiceras uniball, que tienen el frío de mis dedos congelados. Yo no tengo la culpa. Las voy a buscar en el freezer, en el horno, bajo mi almohada. Sé que en algún lado las voy a encontrar. La Generación Milenium, cambió sus diseños tradicionales, llegué a tener mil lectores, ahora no me permiten saber quiénes son. Redujeron las estadísticas a dos columnas desnudas que parecen disfrutar sus acciones delictivas. No quiero llorar, no les voy a dar ese gusto.

   Son hackers idiotas y tienen olor a analfabetos funcionales. Tengo un excelente olfato para descubrir la maldad gratuita. En el mundo internetiano les importa nada. Como despedida les digo, ¿por qué no se van a la mierda y las remilputas que los remilreparió?

   Pido perdón a Irlanda, Rumania, Armenia, con los que tenía una entrañable correspondencia, porque el amor bien amado es el único verdadero.

   Acá son seres corruptos y traidores, por eso merecen los gobiernos de mierda que tienen.

jueves, 24 de septiembre de 2020

MEJORAS

 

   En lugar de empezar la Primavera, comienza el Otoño. Las veredas llenas de hojas secas.

   Estos días tienen sol, pero si salís al jardín, escuchás cómo se gritan todas las familias linderas.

   —Tendé la ropa al sol, no entendés nada. Encima las colgás con un sólo broche. ¡Desgraciado!

   Otra familia nos pide a los gritos:

   —Bajen la música que estamos durmiendo la siesta. ¡Carajo!

   Los del fondo son los más groseros, se dicen de todo:

   —Boludo.

   —¡Vos sos una conchuda!

   —La puta que lo parió, mierda. ¡Me cago en dios!

   También dicen:

   —En vez de lavar la cocina, me voy a tomar unas birras, con los muchachos de la esquina.

   —¡Cuando vuelvas me divorcio, qué tanto joder!

   Y así todos. Optamos por ir adentro, apagar la música y dormir la siesta. Nos levantamos con mucha bronca, mucha. Puteamos a Alborto y a la Perra, que se llevó hasta la poca guita que nos quedaba. Un Gobierno corrupto que debiera tener el Covid-19 y morirse todos juntos. Si siguen jodiendo, los van a cagar a tiros y los Vecinos, que se metan adentro, con esas palabrotas que hacen doler los oídos. Guarangos, ignorantes y Kakonchos.

miércoles, 23 de septiembre de 2020

HUMANISTAS

   No soy optimista y eso me produce insomnio. Recurrí a un optimisólogo, pensando que no me iba a servir para nada. Cuando llegué a la consulta, había una cola que daba la vuelta sin final.

   Todos tenían mi cara, desoptimizada. Cuando llegó mi turno, él estaba deprimido, quería que no se notara pero tenía ojeras negras de no dormir. Sin embargo dijo:

   —Lo mejor para su situación es comer manzana, banana, apio, jengibre, frutos secos y sopa de letras. Jajarai jajaja, lo que le aconsejé me servirá a mí también, hay que levantarse el ánimo, no tome el ascensor, aunque viva en el piso 14, suba por las escaleras, llegará cansada con la lengua afuera. Eso es todo, la espero la semana que viene a la misma hora.

   —¿Cómo la misma hora? Si tengo que hacer una fila de ciento cincuenta personas.

   —No se preocupe, que con lo que les cobro, no creo que venga nadie. Tal vez sea usted sola mi única paciente. Lo dejamos aquí.

   Fue cierto, era la única. Dijo:

   —Tuve una idea que nos va a servir a los dos. ¿Y si nos casamos?

   —Eso no puede ser, ya estoy casada, aunque pensándolo bien, no soy feliz con mi Marido.

   —Por eso le digo que nos casemos, conozco todas las técnicas, para que se encuentre usted bien servida.

   —Tiene razón, hace tanto tiempo que no, que no…en fin, usted sabe, le aclaro que me gusta grande.

   —Nos vamos a matar, primero en la mesa, en el baño y terminaremos en la cama.

   —¿Usted está seguro que no será un juego de nunca acabar? 

martes, 22 de septiembre de 2020

DICTANTE

 

   —¿Cómo vas a matar un pollo de ese modo?

   Y ahora yo pregunto —¿Qué te molesta más, matar un pollo o de ese modo?

   —Diego, no merece respuesta.

   Hipócrita, escribe como Dios y piensa como Satanás, la dictadura de lo nuevo lo atraviesa de lado a lado. No es casual que se llame Hipólito Fregattelli. Soy su peor amigo, tengo altos decibeles morbosos.

   Le dicto lo que escribe, desgasto mis ideas en un chiquero. Hipólito, luego de publicar su libro, me pregunta qué me parece. No contesto, miro a través de la ventana y observo que un chico le besa la boca a una chica. Mientras él la besa, ella mira el horizonte del mar. Llamo a Hipólito para que vea y dice:—¡Qué noche ideal para meterse en el agua!

   Para él es importante lo que no ve, por eso le dicto: “Mi mejor amigo es Diego, un dictador que no presume. Juega a ganador y gana. Tiene el don de sumar cifras extensas con el pensamiento. Percibe la traición de sus amigos, desde antes que lo traicionen.” Hipólito no está de acuerdo y pretende cambiar las rutas de las palabras. Le digo que no se le ocurra, porque su libro caería en los pozos negros del olvido. Se acerca, ¿cómo no me di cuenta? Sus largos dedos rodean mi cuello y lo gira seis veces.

   Como morí, ahora no tiene quién le dicte. Salió en Internet “Hipólito Fregattelli dejó de escribir” Ahora se dedica a matar pollos. Vive muy bien de mi muerte.

lunes, 21 de septiembre de 2020

PARECIDA

 

   Me gusta ir al cine los sábados, es más barato. Una chica se sentó al lado de mi butaca. Cuando empezó la película, nos rozábamos los brazos. Los apoyabrazos estaban muy cerca.

   Ella masticaba caramelos forrados de celofán, hacía mucho ruido. La gente se quejaba y se le cayeron al piso. Los juntaba con la mano, uno por uno. Después los introdujo en su cartera. Se concentró en la película y las escenas donde ocurrían cosas tristes, se emocionaba y lloraba. La miré de perfil y su nariz era como la mía. Ella quería disimular.

   —Aquí tengo pañuelitos. —le dije en voz baja, me dijo “gracias”, con el hipo de llorar.

   La película terminó con la muerte del personaje. Largó el moco de nuevo y no paraba, ni siquiera en el “The End”.

   —Permitime que te tome del brazo, así salimos.

   Seguía emocionada y decía:

   —¡Qué injusticia, pobrecita!

   Quise resarcirla con un cucurucho de chocolate. No habíamos caminado dos pasos y se le cayó en la vereda. Su sensibilidad era exagerada, lloraba de nuevo por la película, no por el helado. Lo pisó, casi se cae, si no fuera por mí.

   —Disculpá, me olvidé los anteojos. Voy a buscar el auto en el estacionamiento, si querés te llevo.

   Le pregunté, como pudo ver la peli sin los anteojos. Me contestó:

   —Esta es la tercera vez que la veo, me la sé de memoria.

   —¿Y para manejar?

   —Manejo de memoria, no tengas miedo, llevo un GPS que me va indicando.

   La miraba mientras manejaba, hacía los mismos gestos que yo, le dije que nos parecíamos mucho, la diferencia era la nariz.

   —Me hice la cirugía, por eso la mía es respingada.

   Nacimos el mismo día, hasta en eso nos parecíamos. Vivo en camino de tierra y ella también, nos encajamos, había barro, lo tuvimos que sacar y lo sacamos. La chica tenía más fuerza que yo.

   Por fin llegamos a mi casa, me bajé y salió mi Madre a la puerta.

   —¿Se puede saber por qué la trajiste tan tarde?

   —Recién me doy cuenta, somos hermanos. Por olvidarme los anteojos no te reconocí. Sos un tramposo. ¿Cómo no me avisaste?

domingo, 20 de septiembre de 2020

JOE VS JOE

 

   Para Joe soy su mascota inteligente. Me llamo Joe, él quiso ponerme su nombre.

   No necesita despertador, yo me encargo. Cuando me da el sol en los ojos, muerdo su acolchado y lo tiro en el piso. Se levanta y me agradece.

   —Gracias Joe.

   Le acerco mi plato de leche y el paquete de galletitas. Él toma de mi plato y quiere que le traiga croissants, pero me queda tan alto que no las puedo alcanzar. Habla mucho conmigo, vive solo.

   Le llevo el diario a la cama y la correspondencia también, me baña todos los días y nos secamos con la misma tohalla. Duermo con él y le doy lengüetazos, que en perro quiere decir: “hasta mañana”.

   Cuando va a su trabajo lo acompaño hasta la verja, en especial el lunes, que siempre es un día que arrastra los pies. Salto para alegrarlo y ladro dos veces en la despedida.

   Paseo todas las mañanas y saludo a mi perra vecina. Cachorra todavía, jugamos a lo perro.

   Un día de Octubre o Septiembre, soy una mascota inteligente, como dice Joe, pero no tanto para saber los meses del almanaque. Llegó con una mujer joven.

   —¡Mirá, Joe! Tengo una Novia y vivirá con nosotros.

   Me acerqué para olfatear su entrepierna.

   —Joe, por favor, que no me toque tu mascota, parece un perro degenerado.

   Por primera vez Joe me dijo:

   —¡Fuera de aquí!

   Me ofendí y salí con la cola entre las patas. Su Novia se llamaba Gloria y me miraba con desprecio. A partir de ahí, no me permitieron dormir en la cama. Cerraban la puerta y me dejaban afuera. La bruja Gloria me obligaba a descansar en un felpudo que pinchaba. Joe me acariciaba la cabeza en el desayuno y ella lo mandaba a lavarse las manos.

   —No me gusta el perro adentro. Por favor, Joe, que se vaya al jardín.

   Él me hizo una casita de madera, usó una voz muy dulce mientras me explicaba.

   —Gloria necesita que estemos solos, igual te quiero más que a nadie en el mundo.

   Yo lo escuchaba como un perro, pero podía adivinar lo que decía. Lo miré con ojos tristes, pregunté por qué se encerraban en el dormitorio.

   —Joe, nosotros hacemos lo mismo que hacés vos con la perrita de al lado.

   Le aullé en lengua de perro y con mis patas mullidas, le acaricié su cara y salí corriendo. La perrita vecina me estaba esperando y recomenzamos nuestro amor, de la noche anterior.

   La bruja Gloria, se fue con otro. Él me llamó a los gritos:

   —¡Joe!, ¡Joe!, podés venir adentro, dormir conmigo y todas las cosas que hacíamos juntos. Te prometo no traer ninguna otra mujer, comprendí que sos el mejor amigo del hombre. Por eso te quiero tanto.

   Le respondí:

   —Guaiu, guaiu. —como un sapukay, que en lenguaje de perro, quiere decir “yo también”, “yo también”. 

sábado, 19 de septiembre de 2020

LA MUJER PARECIDA A MÍ

 

   Las propagandas desde el call center eran odiosas. Mi trabajo necesitaba tener la línea desocupada. Había veces que la escuchaba por piedad.

   —Buenos Días, Señor, le podemos ofrecer el Servicio de Trenet, con auriculares permanentes con un costo…. —y el verso de siempre.

   Así era todos los días, en horarios diferentes.

   —Disculpá, pero necesito la línea desocupada. Si me seguís jodiendo te corto en la oreja. No me interesa nada. Tengo amigos que ni siquiera atienden, levantan el tubo y lo vuelven a colgar. Entiendo que es tu trabajo, pero no me vuelvas a llamar, me complica.

   Un domingo, me volvieron a molestar. ¡Un domingo! Número bloqueado, funcionan así.

   —Decime. —y casi la puteo.

   —Por favor, no hablo desde mi trabajo, sino porque me encanta tu voz. Si te invito a tomar un café, ¿aceptarías?

   Le dije que sí. Por curiosidad. Necesité conocerle la cara.

   Ella me esperaba.

   —Ey, estoy acá, vení sentate.

   Obedecí como un perrito, vino el mozo y le pedí dos cafés. Ella dijo:

   —Yo prefiero un whisky sin hielo.

   Me resultó exótico su pedido, eran las diez de la mañana, arrastraba las palabras con mucha sensualidad. Terminamos de hablar pavadas y me invitó a su departamento. Cuando abandonó su silla no lo pude creer, tenía un vestido de noche, transparente, dejaba ver todas sus gracias. Pecho hacia adelante y ¡un culo!, que no lo hizo jugando a las figuritas.

   Su piso era infartante, con enormes ventanales sin cortinas y sillones de terciopelo que invitaban a desplomarse. Ella me miraba con admiración.

   —¿Te puedo mostrar mi dormitorio?

   No podía salir de mi asombro cuando empezó a quitarse la ropa. Guau, la mina era un despelote. Me rompió la camisa saltando todos los botones. Lo demás corrió por mi cuenta, me saqué los pantalones.

   —Vayamos despacio, yo me encargo de eso.

   Lo hizo tan bien, mientras me acariciaba, se sentó en la cama. Tuve vergüenza cuando saltó mi miembro parado. Era obvio que estaba loca, no pasó nada de nada. Se vistió con un jean gastado y una remera, sin corpiño.

   —Ya estás grande, ponete los pantalones, la camisa sin botones, te queda fantástica. Vamos a hacer footing, de paso tomamos el prana de la mañana.

   En el ascensor me limpió los dientes con su lengua.

   —Siempre es mejor que con el cepillo.

   Corría tanto y era tan ágil, que la perdí de vista. Cuando estaba elongando la alcancé.

   —¿Y si ahora conocés dónde vivo? —le pareció bien. Mirá que no tiene nada que ver con tu depto.

   Subimos y ella sonrió con esfuerzo, eran cuatro pisos sin ascensor, trepaba los escalones de tres en tres. Abrí la puerta.

   —Es un monoambiente, donde trabajo todo el día con cuatro computadoras y un teléfono. Tengo una biblioteca que te va a gustar, están las obras completas de los autores más importantes.

   —Detesto los libros, me gustan las revistas de decoración.

   Había un espejo con humedad, nos miramos tomados del brazo, quedé desbundado, era tan parecida a mí. Los dos fumábamos marlboro.

viernes, 18 de septiembre de 2020

UNA DIVERSIÓN

 

   Me compraron cuando tenía 45 días. Mis nuevos dueños, resultaron buenos y cariñosos, mis ojos celestes eran la envidia de los otros gatos. Yo pensé que me hacían un círculo alrededor, para que no tuviera frío. Mi dueña me levantaba para que durmiera con ella y su consorte. Hacía mimos suaves, me llamaba Siam, por ser un siamés. Los otros gatos se indignaban y maullaban toda la noche.

   Como soy extranjero, tenía documentos y domicilio constituido. El trato era especial. Los demás eran gatos bizarros, con manchas desprolijas y uñas filosas. Cuando me dejaban solito, ellos aprovechaban y me daban arañazos que dolían. Después se arrepentían. Me bañaban con sus lenguas, bastante ásperas, pero con buenas intenciones.

   Cuando mis dueños volvían se daban cuenta de todo. Los retaban y decían:

   —Siam se baña solo y no deben descargar sus celos con él.

   No sé si entendieron, pero a partir de ahí, jugaban entre ellos y me discriminaban. A mí no me gustaba la gatofobia y decidí unirme a sus juegos. Me hacían una pelotita, me empujaban por toda la casa, como si jugaran al footgato.

   Fui creciendo sin darme cuenta, llegué a tener el mismo tamaño que ellos. Inventé una forma de venganza, los hacía pasar por un aro de fuego, después por dos y luego por tres. Comenzaron a respetarme, a pesar de sus quemaduras, eran torpes sin querer, dormían en mis lugares preferidos.

    Me enamoré de una gata blanca que tenía un ojo celeste y otro azulado. Cuando quise aparearme con ella, la mordía en el cogote, no decía nada y hasta le gustaba. Cuando quedó preñada, tuvo cuatro gatitos. Dos se parecían a ella y dos a mí.

   Con qué devoción los amamantaba, nuestros dueños se emocionaban. Fuimos al Veterinario para darnos el antiparasitario, el antipulgas y allí dijo que era necesario castrarnos a todos.

   —¡Pero si es la única diversión que tienen! -dijo nuestra dueña. ¿O a usted le gustaría que le corten las bolas y a su mujer le saquen los ovarios?, va en contra de la naturaleza gatuna, ellos deben reproducirse.

   Pasó un tiempo y las gatas quedaron preñadas y los gatos cuidaban de todas sus familias. Nuestros dueños estaban encantados y nos daban caviar los fines de semana y alimento para gatos, del más caro y nutritivo.

   Mi gata se llama Flora, no sé por qué. Nos hicieron una casa con una puerta vaivén. Tenía toda clase de juegos. Para llegar hasta el techo, yo pude caminar por las paredes.

   Después hubo confusiones de enamoramientos. Los únicos fieles éramos Flora y yo.

jueves, 17 de septiembre de 2020

EL USO DE LA NOCHE

 

     Hay un pendejo boludo que sale con su moto, haciendo ruido a cuetes o balas. Rodea la plaza y la única diagonal chica que conozco en Tandil, donde vivo. Los viejos o no están o le dan permiso. Los sábados. Todos los sábados.

   A mí me parte la inspiración nocturna de escribir con el beneficio del silencio. Tengo pensadas venganzas, como tirarle bolitas en la calle, o atar tanzas de árbol a árbol, para que al pasar lo decapite. Y no lo perdono, arruinó mis mejores cuentos, como éste que lo tiene a él como protagonista.

   Cuando era chico su madre lo llenaba de comida y su padre de perfume.

   Resultó ser un alumno aplicado, que se desaplicó por la era de la moto sin casco. Lo veía en el supermercado, típico chico de los mandados. Cortaba el césped de su predio, blanqueaba la casa todos los años y lavaba los autos una vez por semana.

   Se reveló a la esclavitud, compró por monedas una moto robada. Lo salvó de la delincuencia ignorar que era robada.

   La íntima posibilidad de terminar mi cuento fue ese sábado. Hablé con el pibe para que suspenda esa noche motoquera, cumplió con su palabra. Yo, por las dudas, instalé las tanzas. En la noche, a las dos de la mañana fueron decapitados cinco motoqueros, él estaba entre ellos. Pude terminar mi cuento, no era tan mal pibe.

   Lamenté los otros cuatro, ya se encargará la policía de encontrar al culpable.

miércoles, 16 de septiembre de 2020

CHICA DEDIEZ

 

   Los domingos no se puede salir. El lunes cerraron todos los negocios. El martes no pasan los recolectores. El miércoles tampoco. Los basurines rebalsan y no se puede hacer nada. El jueves no se puede salir en auto.

   Todos debemos encerrarnos en nuestras casas. El viernes permanecerán los bancos cerrados al igual que los cajeros automáticos. El sábado abren las Farmacias. No se puede salir sin barbijo de neoprene y debemos cubrirnos de la frente a la nuca. No podemos hablar, está prohibido. Hay que hacer los gestos imprescindibles, con las manos cubiertas de guantes descartables. Si encontramos un amigo por la vereda, crucemos de inmediato y no lo saludemos. Las antiparras para tapar los ojos, son regias, las transparentes dejaron de estar en existencia.

   Ana escuchaba esas cosas y cantaba: “¡Me vuelvo cada día más loca”, y lo repetía como si fuera un mantra. Se compró un traje de buceo, dos tubos de oxígeno y guantes sopaperos, que usaba para los productos que tocaba en las góndolas del Super y patas de rana con plataforma. En vez de hablar hacía glu glu. Descubrió en la casa de su Abuelo, una escafandra que completaba su hermetismo.

   Sintió la necesidad de hacer el amor, con el chico más lindo que encontrara. Ella tenía un tajo en sus partes bajas y el chico ni bien la miraba, cantaba a toda voz: “…Me gusta ese tajo, dejáme quedar un rato más”. Al chico le colocaba profilácticos de neoprene. Cuando su satisfacción terminaba, echaba al chico de inmediato. Para dormir se quitaba todo y se forraba en papel film.

   La gente caminaba a diez metros de ella. Como vivía sola construyó un bunker antinuclear, que quedaba a cien metros de profundidad. Por fin se sintió feliz y segura. Se comunicaba por celular y sus amigos le cortaban enseguida. Comía pescados exóticos y un día de mal humor, rompió el televisor y empezó a escribir sobre su vida, se reía a carcajadas, con la lectura de sus papeles.

   Siempre fue una alumna de diez y comprendió finalmente, que era una chica diez, en lo que se le ocurriera. Se sintió contenta de ser loca y siguió con sus locuras. Y colorín sopapeado, este cuento ha terminado.

martes, 15 de septiembre de 2020

LA CORRUPCIÓN SE CONTAGIA MÁS QUE EL CORONA

 

   Se ocupaba de la limpieza en los baños del Senado. Había pilas de Carpetas de Proyectos que llegaban hasta el techo, al costado de los retretes. Se fue llevando algunos en su cartera. Los leía de noche, había cosas escritas que se contradecían con las del día siguiente. Y fue sacando y leyendo hasta la madrugada.

   Un día la sorprendió un mingitorio, con bolsas de cocaína. No fue en uno sólo, era en todos. Se llevó dos bolsas, para entregarlas a su hijo y le pidió que las vendiera, hacía falta el dinero. Ella misma empezó a consumir. En una salamandra metió todas las carpetas que pudo y quemó montones de ellas. Tenía tanta adrenalina que no paraba de quemar.

   Se quedó de pie en la puerta, hasta que entró un Senador atildado, se presentó con un nombre falso, estas fueron sus palabras:

   —Te entrego este bolso para que las lleves a tu casa y enterralos como puedas, no me falles, a cambio de tus favores, te entrego a sobre cerrado, dólares, euros y pesos falsos.

   Siguió haciendo de persona humilde y se enriqueció de la noche a la mañana. La corruptela fue sucediendo gracias a una persona insignificante, de la cual todos hacían uso. Necesitó muchas amigas, unas a otras, se fueron contagiando la ambición de obtener todos los sobres, que les pasaban estos tipos.

   En el baño de Mujeres sucedieron episodios semejantes al primero. Todas pensaron igual, era más fácil transar con los corruptos, antes que sus sueldos miserables. Hacia el final, todas se contagiaron de aquel vicio. Llegaron a ser un montón de contagiadas, por la misma sinrazón.

   Hay otras que todavía las están hisopando, con billetes de mil dólares.  

lunes, 14 de septiembre de 2020

LA NOCHEBUENA DE CLARICE

 

   Explotó una bomba en el subterráneo de Londres, aunque comenzaron los gritos del dolor y el espanto, una chica de doce años se prendió de mi saco. Sangraba por la cabeza y la nariz, tenía la boca partida y unos ojos que suplicaban con pupilas dilatadas.

   Estaba haciendo una pasantía en Medicina. Tenía una cierta experiencia y la porté al consultorio de mi casa. Realizamos los primeros auxilios con la ayuda de mi Mujer. Le suturamos las heridas más importantes y usamos remedios para quitar el dolor y aumentar la cicatrización.

   El shock fue más importante que las heridas. Quedó muda. En informes posteriores, nos enteramos que sus Padres, habían muerto en el accidente. La adoptamos como hija y llegamos a saber su nombre, por infinidad de investigaciones complicadas.

   Se llamaba Clarice. Mi Mujer, que diseñaba juegos didácticos artesanales, le hacía cubos de colores, pájaros que volaban, puzzles de chocolate, marionetas y muñecos.

   Sus diseños se vendieron en toda Inglaterra. Llegó a pagar la mitad de nuestra casa. Consultamos Psicólogos de niños, pero lo único que lograron, fue a Clarice mirando todo el día por la ventana. Pasaron tres años, bajaba de peso, comía si le daban cucharaditas en la boca.    Creció en altura, pero seguía sin hablar nada.

   Una Nochebuena le regalamos un vestido de hada, con alas multicolores y tules superpuestos. Le pusimos el paquete en sus manos y le pedimos que abriera la caja. Clarice se puso el vestido alado y sonrió por primera vez. Dijo: —Muchas gracias, Papá y Mamá.

   Nos abrazamos los tres, emocionados.

   Pidió que le abriéramos la ventana y se arrojó hacia afuera. Nosotros pensamos lo peor, pero Clarice nos sorprendió con sus alas enormes por el aire, hacía círculos y piruetas. Cuando quiso entrar, cerró sus alas y se sentó en una silla del comedor, tomando los cubiertos, preguntó: —Mis Queridos Padres, ¿Cuándo comemos? Tengo muchísimo hambre.  

domingo, 13 de septiembre de 2020

PERDÓNALOS SEÑOR NO SABEN LO QUE HACEN

 

   En Tandil hicieron un monumento, que decía: De rodillas y en la boca. Son muy católicos. Había tanta pedofilia en el Colegio San José, que todos se recibían con el culo roto. Lo dijo Claudio Castaño, en nombre de él y todos sus compañeros. Estaba orgulloso de aquella asociación. Qué dirá el Santo Padre, que vive en Roma, que les están cogiendo a sus palomas.

   Al Intendente Bolungui, le construyeron un monumento, apoyado en un salame gigante, en honor a Cagañoli. Qué pecadores son los tandilinos. En una de las puntas más alta de las sierras, hicieron lo que llamaron “El castillo Morisco”. ¿Qué tiene que ver España con Tandil? Lo transformaron en restaurante, con comida vencida, intoxicó mucha gente.

   Qué bolacero: “El Camino Misterioso”, un auto podía subir, apagar el motor y el auto bajaba y subía solo, idea de unos ricachones, alcoholizados y merqueros.

   “El Sendero de los Peregrinos”, doblaban una sierra y trepaban con dificultades, por un sendero de tierra. Desde ahí miraban el paisaje y luego descendían. Otros lo hacían en auto, hay que ser boludo.

   Luego nos encontramos una sierra escalonada, que tiene en la cúspide un Cristo alto, de cemento y fuera de escuadra. Muchas viejecillas subían de rodillas y cuando llegaban al Cristo, ponían pañuelitos de colores, para que se cumplieran sus deseos.

   Mi Viejo decía que en Tandil, no había que mostrar los dientes a nadie, porque seguro te cagaban.

   Destruyen las sierras construyendo casas, llegando hasta las puntas, no acordes con el paisaje.

   Endogámicos genéticos. El pueblo de la sonrisa prohibida, lo que antes fue un placer, en el medio de la pampa lisa, ahora es una desgracia. Hay muchas cosas más, pero a mí me gustan los cuentos cortos.

   Ojalá se fueran todos, a vivir a Malos Aires. Qué lindo sería este pueblito vacío, sin gente deplorable.   

sábado, 12 de septiembre de 2020

INFINITA CURIOSIDAD

 

   Lo dejaron a cargo del Padre.

   —Papá, ¿qué quiere decir pedofilia?

   —Es una buena pregunta, pero no para tu edad.

   —¿Cuántos años tengo que esperar?

   —Sos un niño pesado, preguntá alguna otra cosa.

   —¿Qué quiere decir gobierno hijo de puta?

   —Quiere decir eso, gobierno hijo de puta.

   —Mami no me permite decir puta, yo no sé qué quiere decir puta. Estamos entre hombres, me tenés que explicar.

   —Puta quiere decir vicepresidenta, presidente, gobierno y ladrones.

   —Soy chico, son muchas cosas para aprender.

   —¿Viste Mami cuando viene de hacer mandados?, y dice: “Este gobierno de mierda que nos está robando todo el tiempo” y además agrega “carajo” y “la concha de su madre”. A prosópito, ¿qué quiere decir “concha”?

   —Conchas son los caracoles que encontramos en la playa.

   Me parece que Papi, está un tanto enojado. Si supiera, cuando le robé plata de la billetera fui al kiosco, sin cruzar la calle, me compré una coca cola, porque ellos dejaron de comprar y dos barras de chocolate.

   —Papi, ¿qué quiere decir…?

   —¡Basta! Encerrate en el dormitorio y dame la compu y el celular.

   Él piensa que estoy en penitencia, yo tengo un celu de repuesto, debajo del colchón. Mientras tanto, tomo mi coca cola, y como las dos barras de chocolate, lo voy a llamar a mi amiguito y le voy a contar todo. Uy uy uy, volvió Mami, dio un portazo y dijo:

   —Aumentaron todos los precios, compré lo menos que pude. Me robaron la tarjeta. Y que devuelvan la guita, la puta madre que los remilreparió.

   Tiene razón mi Mami. Lo que no me explico es ¿cómo hace, para tener tanta velocidad y hablar de corrido? Pone cara de asesina y yo le voy a ayudar para matarlos a todos. Papi es un dulce, ojalá que fuera dulce de leche.  

viernes, 11 de septiembre de 2020

CAÍDAS INMERECIDAS

 

   Suan y yo, caminamos dos vueltas a la plaza, cumpliendo el protocolo del barbijo y la careta. Necesitamos tomar aire que nos regalan los árboles. Desde que empezó mi tercera edad, me caigo seguido. La suerte me acompaña, me ayudo con las manos y levanto los pies.

   Hoy me caí de cara al pedregullo. Me salió sangre de la nariz, me partí el labio y rodaron los anteojos. Suan me ayudó, no había nadie, ningún imbécil que pregunte: —¿Quiere que la ayude, Abuela?

   Para mí es una humillación aterrizar en las veredas. Uso barbijo blanco y se tiñó de rojo. Los anteojos se salvaron, es lo primero que no olvido. Sonaban esos parlantes que gozan tirando pálidas. Y las sirenas de las dieciocho horas, que nos mandan a encerrarnos en nuestras casas. Con Suan tenemos el privilegio de un jardín con estanque, rodeado de palmeras y aguaribays. Cuando camino, recuerdo que hace siete meses que no veo a mi hijo, nos separan 400 kilómetros. Eso duele mucho más que mis caídas.

    Suan arregló el auto y en el mes de octubre, lo iremos a visitar. No es igual mirar las fotos y los videos de su casa, con rincones tan amables, que me producen la intensa necesidad de abrazar mi hijo Rocamadur. Usando las palabras que me presta Cortázar: “Rocamadur, bebé, dientecito de ajo, corazoncito de juguete”.

jueves, 10 de septiembre de 2020

DOS POR UNO TRES

 

   Los primeros latidos de la noche, se escurren intensos. El mundo es sólo para dos.

   Las risas del desayuno con tostadas quemadas.

   Adiós, me voy a trabajar, se dan besos y un abrazo apretado. “Te voy a extrañar”.

   Ella lo espera en la cama, antes de almorzar. Se le ofrece su plato preferido, sólo para dos.

   Se bañan juntos, enjabonan sus cuerpos, juegos de dos. Van a dormir sin decir, duermen.

   Mañana es domingo, pueden seguir haciendo el amor, con ojos cerrados. Ella le prepara el desayuno, para el peor día de la semana.

   Lunes, jugo de naranjas y un beso en la frente, como despedida. Terminan las vacaciones de ella, regresa cansada, tiene el doble de trabajo. Quedan dos en la oficina, dos echan. Es tan eficiente, que cuando llega él, lo saluda con la mano en alto. Él tiene hambre, ella le señala el freezer.

   Él duerme la siesta solo, ella desploma abajo y allí se queda. Dejan el dos y se transforman en uno. En ocasiones, dos por uno dos.

   Cuando pasa al lado del sillón, no la quiere despertar, pero le quita toda la ropa y se dispone a lo de siempre. “Me duele la cabeza, hoy no.” Pasan los días y siempre igual.

   A veces hacen el amor, ella mira al techo y él trata de repetir el primer día.

   Lo cotidiano produce distancias. Él se va sin saludar, para no molestar.

   Se encuentran una noche, con un latido nuevo. “Estoy embarazada”. Él se preocupa y no dice nada.

   Ve cómo crece la panza de ella. Le apoya las manos y la oreja, para escuchar.

   Se suman tres latidos. Un nuevo entusiasmo, mata la indiferencia de ayer y vuelven a hacer el amor todos los días. Asiste al parto de ella y se desmaya. Luego vienen los llantos y los pañales. Nunca más duermen de corrido.

   Nace varón y se llama Jesús.

miércoles, 9 de septiembre de 2020

EL CHURRO ENAMORADO

 

   El viaje se hizo corto, gracias a un señor, con aspecto de peón de campo. Hacía dedo, nadie lo levantaba. El sol caía perpendicular a su cabeza con boina, los cuarenta grados no lo afectaban, vestía una camisa prístina y bombacha de campo recién planchada.

   —Gracias por el aventón, voy hasta Las Armas y luego a San Bernardo. Me pueden dejar donde quieran, si es otro su destino.

   Cuando subió al auto, se mezcló el olor de Agua Florida, con leche de ordeñe, tierra seca y mate cocido.

   —A mí me gusta trabajar. Soy viejo y donde haiga trabajo, allí me quedo. A los siete años ya era peón de Albañil, vendí Diarios, recolecté zapallos, me fui a la Capital y manejé taxis, una punta de años, son tristes los porteños. Donde le subía uno alegre, era una fiesta.

   Tenía voz ronca y la usaba como contando secretos.

   Los sentí como una canción de cuna, me dormí. Andrés lo escuchaba, porque el tipo era un personaje de libro.

   —¿Sabe, Don?, lo mejor y lo peor que me pasó, fue enamorarme. Linda la China, usté viera. Fuimos novios dos años y vio cómo son las mujeres, con perdón de la señora que duerme, se desenamoró. Ella sí, pero yo la seguí queriendo. Largué el taxi, me fui de Buenos Aires, cuando ya era todo puro edificio y basura. Volví a mi rancho y respiré lindo. Lo arreglé todo, mientras hacía quinta. Cada vez que necesitaba un descanso, la recordaba. Volví a los tomates y las lechugas, pa que se me fuera el dolor del pecho, vio cómo es. Ahora voy para San Bernardo, tres meses me quedo, tres.

   Quedó callado el hombre, hasta que le dije:

   —Qué bueno, tiene tres meses de vacaciones.

   Él pensaba, era como si fuera un ratito. Luego arremetía:

   —Voy a trabajar, hace como veinte años que vendo churros en la playa. Me conocen todos ya, al carro, que dice bien grande “EL CHURRO ENAMORADO”. Los churros que hago son perfetos, perdón por mandarme la parte, salen escurridos, azucarados, hecho en aceite nuevo, todo produto noble. A veces paro el carro y miro el mar, el horizonte, no escucho a nadie aunque gritonee. Es ella, no me puedo olvidar. Ni quiero. Nadie sabe por qué, el nombre que elegí para mi carro, pero la gente me dice “el churro enamorado”. Yo no me muevo, esas ausencias son para ellas. Aquí me queda bien.

   Se bajó, nos dio su mano callosa, junto con un: “Que Dios los proteja”. Nos miró partir, como si algo de él hubiera quedado en el auto.  Tenía razón.

martes, 8 de septiembre de 2020

QUÉ CAGADA

 

   Hacía nueve días que no visitaba el retrete, mi panza parecía como cuatro meses de embarazo. Una amiga me dio dos pastillas, primero que tomara una sola y pasados tres días, probara con la otra.

   Soy muy ansiosa, tomé las dos juntas. Ni bien me senté, no paraba de cagar, como hace el Gobierno, que te caga y te caga y no para de cagar. Me limpié con medio rollo de papel y cuando apreté el botón, rebalsó la poceta hasta la alfombra del pasillo. Se ve que la pobre no pudo soportar aquella carga desmedida. Usé la sopapa, que se soltó del palo y no la pude rescatar. Metí el brazo y al final la saqué. Pasé el secador y varios trapos de piso.

   Cuando me miré en el espejo, estaba marrón de la cabeza a los pies. Por no llegar tarde al laburo, me limpié con un tohallón. Me senté en el escritorio y todos me miraron.

   —¿Qué te pasó?

   —Me excedí en la cama solar para oscurecer mi piel tan blanca.

   —Valió la pena, te quedó como si hubieras tomado sol en el Caribe.

   Al rato, todos fruncían la nariz. El personal se retiró en dulce montón a la oficina de al lado, no sin antes cerrar la puerta. Mi Jefe, que carecía de olfato, dijo: —Vine a trabajar con usted, para que no se sienta tan sola, me parece que sus compañeros, no le guardan simpatía. No se preocupe, ya van a volver.

   Cuando regresé a casa, me quise matar, perdón, me equivoqué, me quise bañar, abrí las canillas y no salía agua. Estaba cortada. Al día siguiente avisé que faltaba. Pude escuchar los aplausos. La gente es una mierda.

lunes, 7 de septiembre de 2020

OJOS LACIOS

 

 

   Se tiró de un cuarto piso, se desconocen las razones.

   Nos pedía que subiéramos el sonido de la música. Solíamos escuchar discos de su predilección. En el alféizar de la ventana, tocaba música de Eric Satie, con una guitarra de concierto. Escuchábamos del patio de abajo, el mismo lugar donde cayó, conciertos angelados.

   Le gustaba Piazzola y el concierto de Aranjuez.

   —No me explico cómo una chica talentosa, que si no tocaba, cantaba, pudo tomar esa decisión.

   —Yo creo que fue un gesto de lucidez. Una chica diferente y el diferente en general está solo.

   Me extrañó la reflexión de Baltar. En algo tenía razón, era sola de toda soledad. Vivía con su Madre y sólo hablaba la chica. La Madre debía ser muda.

   Una vez que la encontré en el pasillo, dijo: —Te tengo que pedir un favor. Si te doy esta canasta y coloco dos roldanas, ¿vos me podés subir las cosas que necesite del almacén?  

   Parecía divertida la propuesta y le dije “cómo no”, explicando mis horarios. Era vegetariana, mejor, no me gustan las carnicerías. Tenía una mirada lacia y un pelo con tirabuzones.

   Baltar se encargó de limpiar el patio y la Policía de llevar su cadáver. Llenamos de plantas, donde la escuchábamos.

   —Lo único que sabemos, es que vivía con su Madre.

   Cuando tiraron la puerta abajo, nos enteramos que la Madre no existía, era una alucinación, creada por su soledad. Por las noches escuchábamos acordes espaciados. Los dos pensábamos lo mismo. Eran un regalo que nos dejaba a nosotros. Algunos Vecinos pedían explicaciones. No había nada que explicar.