lunes, 7 de septiembre de 2020

OJOS LACIOS

 

 

   Se tiró de un cuarto piso, se desconocen las razones.

   Nos pedía que subiéramos el sonido de la música. Solíamos escuchar discos de su predilección. En el alféizar de la ventana, tocaba música de Eric Satie, con una guitarra de concierto. Escuchábamos del patio de abajo, el mismo lugar donde cayó, conciertos angelados.

   Le gustaba Piazzola y el concierto de Aranjuez.

   —No me explico cómo una chica talentosa, que si no tocaba, cantaba, pudo tomar esa decisión.

   —Yo creo que fue un gesto de lucidez. Una chica diferente y el diferente en general está solo.

   Me extrañó la reflexión de Baltar. En algo tenía razón, era sola de toda soledad. Vivía con su Madre y sólo hablaba la chica. La Madre debía ser muda.

   Una vez que la encontré en el pasillo, dijo: —Te tengo que pedir un favor. Si te doy esta canasta y coloco dos roldanas, ¿vos me podés subir las cosas que necesite del almacén?  

   Parecía divertida la propuesta y le dije “cómo no”, explicando mis horarios. Era vegetariana, mejor, no me gustan las carnicerías. Tenía una mirada lacia y un pelo con tirabuzones.

   Baltar se encargó de limpiar el patio y la Policía de llevar su cadáver. Llenamos de plantas, donde la escuchábamos.

   —Lo único que sabemos, es que vivía con su Madre.

   Cuando tiraron la puerta abajo, nos enteramos que la Madre no existía, era una alucinación, creada por su soledad. Por las noches escuchábamos acordes espaciados. Los dos pensábamos lo mismo. Eran un regalo que nos dejaba a nosotros. Algunos Vecinos pedían explicaciones. No había nada que explicar.

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