viernes, 4 de septiembre de 2020

CUANDO DOBLAN

 

   Las campanas de la Iglesia, daban las horas del día. Eric escapaba de su casa para escucharlas bien cerca, sentado en un banco de la plaza. Prefería las doce, porque eran muchas y tapaban los sonidos de la calle. Lo ponían en estado de gracia. Las réplicas parecían recorrer todo su cuerpo.

    Eric quiso conocer el campanario. Un día lo decidió y subió. Admiró las campanas y comenzó a tañirlas. Llamó su atención, que carecían de badajos. Las sogas estaban, se colgó de allí hasta que las manos le sangraron y se escucharon sus réplicas. Provenían de una grabación estridente. El aparato se encontraba dentro de una puerta de latón. Era tan obsecado que detuvo la grabación, miró con asombro los badajos y estaban en el suelo. Se trepó, los colocó y con toda la fuerza de un niño peleando contra un monstruo, quiso tañirlas, pero no pudo. Tenía las manos llenas de sangre y habló: —Cristo, pareces una parodia, de los que te crucificaron. Ni con las manos vendadas, jamás iré a misa.

   Eric abandonó sus creencias antes de salir de aquel engaño. Una de las campanas se desprendió y él quedó encerrado, nadie lo socorrió, nadie se dio cuenta. Lo encontraron por la mañana, tenía una corona de espinas, estaba agonizando, escuchó las réplicas y una voz de otro mundo le anunció que al tercer día, resucitaría entre los vivos.

   Y así fue, Eric era judío.

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