viernes, 18 de septiembre de 2020

UNA DIVERSIÓN

 

   Me compraron cuando tenía 45 días. Mis nuevos dueños, resultaron buenos y cariñosos, mis ojos celestes eran la envidia de los otros gatos. Yo pensé que me hacían un círculo alrededor, para que no tuviera frío. Mi dueña me levantaba para que durmiera con ella y su consorte. Hacía mimos suaves, me llamaba Siam, por ser un siamés. Los otros gatos se indignaban y maullaban toda la noche.

   Como soy extranjero, tenía documentos y domicilio constituido. El trato era especial. Los demás eran gatos bizarros, con manchas desprolijas y uñas filosas. Cuando me dejaban solito, ellos aprovechaban y me daban arañazos que dolían. Después se arrepentían. Me bañaban con sus lenguas, bastante ásperas, pero con buenas intenciones.

   Cuando mis dueños volvían se daban cuenta de todo. Los retaban y decían:

   —Siam se baña solo y no deben descargar sus celos con él.

   No sé si entendieron, pero a partir de ahí, jugaban entre ellos y me discriminaban. A mí no me gustaba la gatofobia y decidí unirme a sus juegos. Me hacían una pelotita, me empujaban por toda la casa, como si jugaran al footgato.

   Fui creciendo sin darme cuenta, llegué a tener el mismo tamaño que ellos. Inventé una forma de venganza, los hacía pasar por un aro de fuego, después por dos y luego por tres. Comenzaron a respetarme, a pesar de sus quemaduras, eran torpes sin querer, dormían en mis lugares preferidos.

    Me enamoré de una gata blanca que tenía un ojo celeste y otro azulado. Cuando quise aparearme con ella, la mordía en el cogote, no decía nada y hasta le gustaba. Cuando quedó preñada, tuvo cuatro gatitos. Dos se parecían a ella y dos a mí.

   Con qué devoción los amamantaba, nuestros dueños se emocionaban. Fuimos al Veterinario para darnos el antiparasitario, el antipulgas y allí dijo que era necesario castrarnos a todos.

   —¡Pero si es la única diversión que tienen! -dijo nuestra dueña. ¿O a usted le gustaría que le corten las bolas y a su mujer le saquen los ovarios?, va en contra de la naturaleza gatuna, ellos deben reproducirse.

   Pasó un tiempo y las gatas quedaron preñadas y los gatos cuidaban de todas sus familias. Nuestros dueños estaban encantados y nos daban caviar los fines de semana y alimento para gatos, del más caro y nutritivo.

   Mi gata se llama Flora, no sé por qué. Nos hicieron una casa con una puerta vaivén. Tenía toda clase de juegos. Para llegar hasta el techo, yo pude caminar por las paredes.

   Después hubo confusiones de enamoramientos. Los únicos fieles éramos Flora y yo.

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